En Galicia, tierra de verdes infinitos, mar embravecido y leyendas que conviven con la niebla, existe un rincón donde los vikingos sostienen sus tierras. Hablamos de Catoira, un fabuloso municipio de poco más de 3.000 habitantes, en la provincia de Pontevedra y abrazado por la ría de Arousa, que guarda un legado tan antiguo como fascinante. Se trata de un lugar donde la historia se vive en las piedras, donde la naturaleza conversa con el pasado, y donde los vikingos, lejos de ser solo un recuerdo, siguen regresando cada agosto para celebrar la vida en comunidad.

Quien pisa Catoira por primera vez, probablemente lo haga atraído por su peculiar fiesta: la Romería Vikinga. Pero lo que termina encontrando es algo más profundo. Una identidad única, forjada entre siglos de batallas, devoción, mariscos y un amor entrañable por estas raíces.

Las torres que vencieron al mar

El símbolo por excelencia de Catoira son sus Torres del Oeste, dos estructuras milenarias que desafían el tiempo a orillas del río Ulla. Fueron construidas durante la Alta Edad Media, en el siglo IX, para frenar las amenazas de la ría de Arousa hacia Santiago de Compostela. Desde estas torres se vigilaban las aguas y se detenía al enemigo con fuego y acero. No es casualidad que hoy sigan en pie: representan la resistencia, la protección y el orgullo de un pueblo que, a pesar de su tamaño, fue clave en la defensa del norte peninsular.

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Torres del Oeste en Catoira (Pontevedra)

La fiesta donde los invasores son bienvenidos

Pero si hay algo que ha proyectado el nombre de Catoira más allá de sus fronteras, es su Romería Vikinga, declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional. Cada primer domingo de agosto, las Torres del Oeste son el escenario de un evento único en el mundo. En lugar de guerras, hay risas; en vez de fuego, hay vino; y los invasores vikingos, ahora vestidos con pieles falsas y cascos de cuerno, llegan en réplicas de drakkars a conquistar la simpatía del público.

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Varios actores durante el Desembarco Vikingo de la LXIV Romaría Vikinga en Catoira, a 4 de agosto de 2024, en Catoira, Pontevedra, Galicia (España). Elena Fernández / EP

Todo es parte de un ritual: el desembarco, el combate teatralizado, la música celta, el olor del pulpo cocido en calderos gigantes, el vino tinto derramado en jarras de barro y los cánticos que se elevan como plegarias paganas.

Y lo más curioso es cómo el pueblo entero se transforma: los vecinos que durante el año trabajan en el campo, en el mar o en oficinas, se convierten en guerreros, mercaderes, trovadores o taberneros. Catoira se convierte, durante unas horas, en una aldea vikinga viva.

Desde 1994, todo esto se hace aún más impresionante gracias a un drakkar auténtico, el Torres de Oeste, construido como réplica del Skuldelev 5 y que saldrá próximamente en una película de Alejandro Almenábar. Más tarde se sumaron otros barcos como el Frederikssund (2008) y el Ardglass–Catoira (2019), fruto de la colaboración entre Catoira y localidades escandinavas hermanadas. Esta conexión trasciende lo festivo y se convierte en un lazo cultural real, un puente entre tierras distantes unidas por el mar y la memoria.

Desembarco de la LXIV Romaría Vikinga en Catoira (Pontevedra). Elena Fernández / EP
Desembarco de la LXIV Romaría Vikinga en Catoira (Pontevedra). Elena Fernández / EP

Un pueblo que se convierte en experiencia

Pero Catoira no solo vive de su romería. Es un lugar lleno de rincones con encanto que invitan a la contemplación pausada. El Mirador de Catoira, por ejemplo, ofrece una vista privilegiada de la ría de Arousa, perfecta para entender la geografía que tanto marcó su historia. Desde allí se ve el curso del río Ulla y las islas que salpican el horizonte, testigos de siglos de navegación, comercio y batalla.

Para los amantes del mar y la naturaleza, una ruta fluvial por el Ulla es una experiencia indispensable. Los paseos en barco permiten descubrir el paisaje con una nueva perspectiva, mientras se visitan bateas de mejillones y se degusta el marisco más fresco imaginable. No se trata solo de un paseo, sino de una inmersión sensorial en la Galicia más auténtica.

Y si lo tuyo es el misticismo del Camino de Santiago, Catoira forma parte de la Ruta del Mar de Arousa y del Río Ulla, una variante marítimo-fluvial que conmemora la llegada del cuerpo del Apóstol Santiago a Galicia. Esta ruta es menos conocida que el Camino Francés o el Portugués, pero igualmente rica en espiritualidad y belleza.

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La ría de Arousa en Galicia

Un corazón gallego

Más allá de sus monumentos o sus fiestas, lo que convierte a Catoira en un lugar especial es su gente. Aquí, cada vecino conoce su historia, participa en sus celebraciones y defiende su identidad con humildad y alegría. En las tabernas del centro, es fácil entablar conversación con quienes te contarán anécdotas de romerías pasadas, leyendas locales o consejos sobre cuál es el mejor vino Albariño para acompañar unos mejillones al vapor.

Visitar la Iglesia de Santiago de Catoira, de origen románico, también es una forma de conectar con esa otra dimensión del pueblo de una manera más espiritual. Su sencillez encaja perfectamente con el entorno rural y suena casi a susurro del pasado en contraste con el bullicio festivo de agosto.

Y si decides explorar más, Catoira está perfectamente ubicada para conocer otros tesoros de las Rías Baixas como Cambados, Padrón o Vilagarcía de Arousa. Pero lo más probable es que, una vez que vivas Catoira, quieras regresar. Quizás no como turista, sino como uno más en su romería, disfrazado de vikingo, con la cara pintada y el alma rebosante de vino y hospitalidad.

Sabores del mar y tradición gallega

La experiencia en Catoira no estaría completa sin probar su exquisita gastronomía. En los bares y restaurantes del municipio, los protagonistas son los mariscos frescos: mejillones, almejas, ostras... y, por supuesto, el clásico pulpo a la gallega y la empanada tradicional. Todo ello maridado con un buen Albariño de la D.O. Rías Baixas. Durante la Romería Vikinga, el vino corre generoso y la comida típica se comparte al ritmo de gaitas, creando un ambiente festivo y acogedor que conquista todos los sentidos.

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El auténtico sabor del pulpo a la gallega

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