Todos hemos visto películas en las que un malo, muy malo, planea dominar el mundo y ponerlo a sus pies aunque cause para ello grandes desastres. Otro tópico es que siempre hay unos malos, los secuaces, al servicio del “supervillano” que hacen las “faenas” mientras este observa las catástrofes provocadas, cómodamente sentado en un sillón y acariciando su gato (¡qué culpa tendrán los gatos de que ese sea su principal papel en las películas!).

Este símil podría servir de base para la respuesta a una pregunta que mucha gente me hace estos días: el aumento de los incendios forestales es por el cambio climático, ¿verdad?, otros no preguntan, sino que afirman directamente.

Y como suele pasar con las preguntas que deben tener una explicación rigurosa y basada en evidencias científicas, siempre la respuesta es muy parecida: depende. Hay una teoría que defiende que el origen de la ciencia estuvo en Galicia y de ahí esa respuesta tan común, pero supongo que será un bulo o “fake new” como se dice ahora. Vamos a explicarnos.

En España, segundo país más afectado de Europa detrás de Portugal, tenemos una media en los últimos años de unos 15.647 siniestros por año, de los cuáles dos tercios se quedan en conatos, es decir son los que afectan a una superficie menor de  una hectárea. Los conatos no producen grandes daños importantes y se suelen recuperar de manera natural, sin embargo también son relevantes. Los otros 5.200 restantes son los que si afectan y podemos ver las consecuencias cada día en los medios de comunicación. La mitad de la superficie quemada se debe a los no más de 60 incendios anuales que se denominan grandes incendios forestales los cuales calcinan áreas superiores a 500 hectáreas. Son incendios de altísima gravedad, con personas fallecidas, desalojos masivos, pérdidas de bienes y miles de hectáreas calcinadas. En menos incendios se queman más hectáreas.

Y es en estos donde empezamos a ver cifras muy preocupantes: en 2017, el número de grandes incendios en España aumentó casi un 200% respecto a la media de la última década. En 2018 siguió aumentando, en 2019 se multiplicó varias veces y resultó un año pésimo y este apunta muy mal. Hemos tenido lluvias que han permitido crecer por todas partes arbustos y mucho potencial combustible forestal. El COVID19 (parece que tiene la culpa de todo) no ha permitido la limpieza y preparación de estos espacios para evitar incendios en verano. Es cierto que los recortes en muchas comunidades autónomas ayuda bastante.

¿Quién los provoca? De momento el supervillano (que podremos llamar Señor Cambio Climático) no aparece, pero si sus secuaces. Solamente un 4% de los incendios que se producen en nuestro país lo son por causa naturales, el 96% restante es responsabilidad del ser humano, la mitad aproximadamente como consecuencia de negligencias y la otra mitad de forma intencionada. Ya tenemos los malos, aunque hay más.

A nivel mundial la situación es similar. Datos provistos por la Organización Meteorológica mundial, indican que los incendios queman más de 30 millones de hectáreas anualmente a nivel global, principalmente durante estaciones secas. Tres ejemplos, el sucedido en Canadá durante el año 2014 afectó a cerca de 3 millones de hectáreas de bosque, generando más de 103 millones de toneladas de dióxido de carbono. Otros más recientes de 2018, los enormes incendios forestales en California que mantuvieron declaración de emergencia por más de tres meses a Malibú, Ventura y Los Ángeles, crearon una gran pérdida en biodiversidad, grandes consecuencias en vidas humanas y efectos económicos. Y en lo que llevamos de año, igual que el año pasado, nos llaman la atención los incendios de Alaska y Siberia debido a temperaturas superiores a 30º C.

¿Y el Sr. Cambio Climático? Ya llegamos a él. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, en su último informe de evaluación de incendios, concluyó que la frecuencia y el alcance de los incendios forestales en el mundo se ha incrementado significativamente después de la década de 1970. También por el aumento de eventos climáticos extremos como periodos largos de sequía, el incremento de la temperatura, recurrencia de tormentas eléctricas, acumulación de materia que funciona como combustible, etc.

La composición de la atmósfera está cambiando debido a la intervención humana: se ha producido un aumento de más del 40 % en el dióxido de carbono, en su mayoría por el uso de combustibles fósiles desde principios del siglo XIX, si bien los valores se han duplicado desde 1985. También están aumentando los niveles en la atmósfera de otros gases de efecto invernadero (metano, óxido nitroso, etc.) por la actividad humana, porcentajes que cada vez son peores y no disminuyen (tal y como se esperaba con el Acuerdo de París).

Los gases de efecto invernadero en la atmósfera actúan como una manta y no permiten que la radiación infrarroja (el calor terrestre) salga de la atmósfera para contrarrestar la radiación constante procedente del sol. Con la acumulación de estos gases, cada vez se retiene más energía en la atmósfera, sobre todo en forma de calor. Esta energía aumenta la temperatura de la tierra, de los océanos y de la atmósfera. Como consecuencia de ello el cambio climático agrava las consecuencias y aumenta el riesgo de incendios forestales.

Con toda seguridad podríamos decir que es muy probable que el impacto no sería tan extremo sin el calentamiento global. De hecho, todos los fenómenos meteorológicos se ven afectados por el cambio climático porque el entorno en el que se manifiestan está más caliente y seco que antes.

En toda película detrás del “supervillano” siempre hay un político sin escrúpulos, y en esta película también.

En España las comunidades autónomas destinan 1.000 millones de euros al año a poner en marcha medidas de extinción, sin embargo, tan sólo 300 millones de euros (un 20% del total) a la prevención. Un dato muy descompensado, ya que con el actual escenario de bosques altamente inflamables y un escenario de cambio climático augura incendios cada vez más peligrosos. En gestión forestal se habla de que la formula adecuada es gastar la mitad durante el invierno en limpieza, mantenimiento y prevención de incendios y la otra mitad en extinción. Con esta formula no se evitan los incendios pero si se atacan rápidamente y se evita que quemen grandes extensiones. En extinción en España somos muy buenos, todo hay que decirlo, pero en prevención hemos dejado de serlo. No es comparable la imagen en la tele de los hidroaviones, patrullas y bomberos forestales, grandes operativos, el consejero regional hablando serio a los medios...frente a trabajos en invierno que no saldrían en los medios, y eso para algunos malos políticos es lo principal, además de lo económico.

Ya tenemos el guión completo: el supervillano prepara el terreno, un mal político le apoya y los secuaces ejecutan la acción. Igual que en el cine, solamente que en este caso es real y no hay segundas versiones.