La contundente victoria electoral del PP del pasado 20-N dio a Mariano Rajoy una muy amplia mayoría absoluta que le legitimaba y le legitima para gobernar según su propio programa electoral. Incluso le legitima para gobernar incumpliendo parte de su programa electoral. Pero a la vista está que, pasados ya más de seis meses desde aquel gran triunfo electoral, ni Mariano Rajoy ni el PP son capaces de desarrollar un proyecto político, económico y social que nos ayude a salir de una crisis tan grave como la que padecemos. Una crisis que no ha hecho más que aumentar hasta límites pavorosos durante este último medio año. Y ya no basta con cargar todas las responsabilidades a la herencia recibida de sus antecesores en el Gobierno, porque ha sido precisamente durante estos últimos meses cuando España ha tocado ya fondo, colocándose al borde del precipicio.

Aunque en su esencia la grave crisis actual es económica, su solución solo puede ser política. El permanente ejercicio de tancredismo que caracteriza al actual Gobierno del PP no hace más que incitar el miedo al miedo, sin dar siquiera una sola esperanza de futuro. Cerrado sobre sí mismo en una suerte de soliloquio solipsista, como si de autistas políticos se tratase, tanto Mariano Rajoy como todos sus ministros y otros destacados dirigentes del PP parecen desnortados, sumidos en un incesante estado de perplejidad y sometidos al dictado de los todopoderosos mercados financieros. Se resisten a cualquier acuerdo o pacto, cuando en una situación como la actual este es el único punto de partida para, previo consenso entre todas o al menos las principales formaciones políticas, sindicales y empresariales, dar una imagen de respetabilidad, rigor y seriedad a las autoridades europeas y también a los ya citados mercados financieros.

En lugar de propiciar acuerdos y pactos, el Gobierno de Mariano Rajoy se empeña en ejercer su mayoría absoluta de un modo absolutista, en ocasiones con puntuales apoyos de otras formaciones de derechas –especialmente CiU, amén de las ya citadas UPN y Foro-, y ello le lleva incluso a impedir el legítimo derecho de investigaciones parlamentarias sobre escándalos financieros como el de Bankia, en el que tanto peso han tenido destacados dirigentes del PP, o le lleva a desandar lo mucho andado en los últimos años en la desgubernamentalización de RTVE. Todo esto hace imposibles pactos o acuerdos. Al menos por ahora. Pero puede darse que cuando el PP reconozca su error sea ya demasiado tarde y todos lo acabemos pagando demasiado caro.

Jordi García-Soler es periodista y analista político