Las derechas y extremas están que trinan porque Pedro Sánchez no ha dimitido. He escuchado algunas declaraciones vertidas por algunos de sus representantes sobre su decisión de permanecer en la presidencia del gobierno a pesar del acoso al que le están sometiendo a él y a su familia, y, sinceramente, dan miedo. Da miedo tanta inquina, tanto odio, tanta sinrazón. Incapaces de alguna reflexión razonable, sensata o empática, no cesan ni un instante, ni ellos ni los medios de comunicación afines, que son muchos, en esos ataques que a mí me parecen repulsivos, porque son una muestra, en definitiva, de lo peor del ser humano.

Se echan las manos a la cabeza los intolerantes por reaccionar ante continuos y despiadados ataques. Y argumentan que es lo lógico y normal que se acribille y se acose psicológica, verbal y judicialmente a los contrincantes políticos esos que, para más inri, se consideran “personas de valores” o “personas de bien”. Hace unos días veía una entrevista en televisión a la taquígrafa más antigua del Parlamento por motivo de su jubilación. Decía que nunca, ni en plena transición de la dictadura franquista, había presenciado tantos insultos y tanto alboroto, faltas de respeto y malas palabras en el hemiciclo. Parece un mercado de verduleras, o peor, un campo de batalla donde muchos van a examinarse de quién es capaz de más maldad y más insultos. Realmente es vergonzoso.

En realidad no es nada nuevo. Son tácticas de acoso y derribo muy típicas de las derechas de todos los tiempos, de los tiranos y dictadores; y de las malas personas. No sólo usan palabras, sino también sucias artimañas judiciales y denuncias que, cuando se llegan a archivar, ya han hecho todo el daño premeditado. Difamar es gratis, y teniendo de lado a buena parte de los medios de comunicación, un aparato judicial secuestrado, o casi, más una maquinaria en redes sociales de lanzar dardos y bulos, no les resulta difícil conseguir que media España, la España acrítica, les siga en ese camino atroz.

El neoliberalismo fue, y sigue siendo, quien abrió la Caja de Pandora, en España y en mundo en estos fangos. Recordemos líderes de derechas neoliberales que han sembrado odio, han empobrecido a sus países y al mundo, han destruido naciones enteras, como Irak, y, en definitiva, han reducido y siguen reduciendo a las democracias a su mínima expresión. Cuatro décadas de neoliberalismo han conseguido normalizar en la conciencia colectiva el pensamiento tiránico, duro, antidemocrático que está desdibujando el trabajo político, económico y social de muchos demócratas durante muchas décadas.

Por desgracia, esta situación afecta a todo y a todos: el neoliberalismo y, lo que es lo mismo, el ultra capitalismo abonado por los neoliberales, han legitimado a la ultraderecha, que ha vuelto a los ruedos políticos; han legitimado el desprecio a las personas a favor del dinero, han legitimado los bulos, los insultos, la mentira, la intolerancia y el fanatismo; han desvirtuado el valor de la verdad. La única verdad es la suya, aunque sea mentira. Han legitimado la difamación casi como una ideología o un modo de vida.

Han desvirtuado la moral, de tal manera que los que más dicen defender los “valores” vociferan fanatizados contra, por ejemplo, los que no dejan morir en el mar a seres humanos desprotegidos en pateras.  En Doña Perfecta, Galdós denunciaba lo mismo, la maldad: cómo la devota mujer de misa diaria era capaz de matar al pretendiente de su hija porque no era de su nivel social. En una viñeta reciente de J. Morgan, leía hace unos días (en boca de un político de la derecha neoliberal haciendo una denuncia pública): “Denunciamos este nuevo intento de imponer la dictadura de la verdad restringiendo nuestro derecho democrático a la difamación”. Así piensan algunos.

Hace pocos días el diario británico The Guardian, hablaba de la toxicidad política en España en el reportaje en el que analizaba el paréntesis del presidente del gobierno español. Efectivamente, es una toxicidad que se palpa, y que la sufrimos todos los días. ¿Qué hacer al respecto? Es obvio que no es nada fácil. Son ya muchas décadas en que los neofascistas han ido creando poco a poco los escenarios idóneos para sus asaltos a las democracias. Se trata de desandar ese camino legislando en consecuencia. Yo diría que es fundamental renovar los órganos judiciales, secuestrados y paralizados por el Partido Popular, y es fundamental no tolerar a los intolerantes, combatir los bulos, oponer resistencia a ese terrorismo informativo que tanto daño hace a este país, con medidas rotundas y efectivas.

Y,  por supuesto, educación psicosocial en la escuela. Información. Desde la infancia es fundamental que se nos eduque en la inteligencia emocional, en el pensamiento crítico, en la búsqueda de la verdad, en la ética universal, en lo que está bien y lo que está mal; que se nos cuente a todos, desde niños, qué es la bondad y qué la maldad, especialmente la maldad extrema, qué es el narcisismo o la psicopatía, y que se nos enseñe a defendernos de todo ello. Aprender a identificar la perversidad y a las personas que la ejercen es, tanto en la política como en la vida de todos, una tarea crucial.

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