Me quedé estupefacto cuando escuché y vi por la televisión  al presidente del Gobierno en su mitin de clausura del congreso del PP vasco.

Mariano Rajoy decía, mejor dicho gritaba como corresponde al lenguaje mitinero  que como la reforma financiera no la había hecho a tiempo Rodríguez Zapatero él se veía obligado a cometerla “tarde, mal y a rastras”.

Pero hombre, señor Rajoy, ¿no le parece que ha llegado usted demasiado lejos en su técnica de disculparse invocando a Zapatero de quien hoy pocos que se acuerden?

¿No le parece una imprudencia proclamar ante España y el Universo que está usted haciendo una birria de reforma?

Es verdad que su antecesor cometió el error de no haber empezado por meter el bisturí a la banca, previa auscultación rigurosa del alcance de su indigestión ladrillera cuyo alcance sigue siendo hoy un misterio para España y el Universo.

Pero también es verdad que Rodríguez Zapatero consensuó la reforma con usted, una de las pocas medidas  consensuadas sin que le escucháramos decir entonces ni pío.

Ahora, señor Rajoy, no se juzga a Zapatero, que ya lo hará la historia, sino a usted que aún no es historia sino presente, a usted a quien los españoles han elegido para gobernar este país con una clamorosa mayoría absoluta.

No parece prudente echar mas leña al fuego de la desconfianza del Universo por el gusto de quemar a quien ya fue quemado.

Está usted proporcionando, señor presidente,  argumentos a quienes reclaman que hay que hospitalizar a España, el enfermo de Europa.

Graciano Palomo nos ha ofrecido en su interesante charla, “que no entrevista” con el gurú de cabecera del jefe del Ejecutivo,  en el diario El Mundo,  algunas claves para entenderle.

Asegura Arriola que de momento Rajoy se ocupa de “taponar la herida para que el enfermo no se le vaya” y concluye Graciano en ELPLURAL.COM, parafraseando al mago sevillano,  que la situación es desesperada pero no grave.

Dudo que las manifestaciones efectuadas el domingo en Bilbao sobre la calidad de la Reforma emprendida corten  la hemorragia, que es la ocupación prioritaria del gallego según Arriola. Más bien se nos abrirán las venas.

Pero como decía el caudillo no hay mal que por bien no venga y hoy ya hemos aprendido todos que el gran problema no era el déficit y ni siquiera la deuda sino la salud de los bancos.

Dios quiera que finalmente, al cuarto o quinto intento, la cosa se vaya arreglando. No obstante uno tiene sus dudas de que apretando mas el torniquete de las provisiones, de forma indiscriminada para los bancos buenos y para los malos, no se incrementen las pérdidas de estos ni  se evite que aquellos entren en números rojos.

Y, lo que es peor, que se termine de estrangular el crédito, que es lo que nos faltaba..

José García Abad es periodista y analista político