Tras un año de sucesivas y muy importantes victorias electorales de CiU en los comicios autonómicos, municipales y generales, el último sondeo del CEO rebaja mucho los desbordantes niveles de autosatisfacción de la federación nacionalista, entre algunos de cuyos dirigentes se había llegado incluso a barajar la posibilidad de proceder a la disolución del Parlamento catalán para convocar nuevas elecciones autonómicas, con el convencimiento que en ellas CiU obtendría una cómoda mayoría absoluta que le permitiría gobernar la Generalitat sin tener que contar con apoyos parlamentarios ajenos, como le sucede en la actualidad. Pero un solo año de ejercicio del poder recuperado en la Generalitat da ya un balance claramente negativo para CiU: el paro sigue creciendo en Cataluña, donde ha superado ya el 16%; las finanzas autonómicas catalanas están prácticamente ya al borde mismo de la suspensión de pagos; los importantes recortes impuestos en algunas prestaciones sociales básicas provocan constantes protestas ciudadanas; los funcionarios de la Generalitat andan poco menos que en pie de guerra, y los reiterados errores de gestión y de comunicación del vanidosamente autoproclamado como “Gobierno de los mejores” han llevado al ejecutivo presidido por Artur Mas a ser el primer Gobierno de la Generalitat suspendido por el conjunto de la ciudadanía de Cataluña. Y ello sólo un año después de haber recuperado el poder autonómico perdido, durante el cual CiU, con el importante apoyo de todo su potente aparato mediático público y privado, se ha empeñado en atribuir todas las responsabilidades y culpas de la situación actual a la herencia recibida de los anteriores gobiernos autonómicos de izquierdas y también al Gobierno de España.

Con un PP ensoberbecido con su amplia mayoría absoluta en las Cortes Generales y sus poderes casi absolutos en todos los frentes, CiU se sabe perfectamente prescindible en la política española, mientras que es consciente que en Cataluña depende del apoyo del PP no sólo para gobernar la Generalitat sino también otras importantes instituciones como el Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona, entre otras. De ahí que en el seno de la dirección de la federación nacionalista se haya reabierto el debate interno sobre la conveniencia o no de revisar su actual política de alianzas con el PP y abrirse a la posibilidad de llegar a acuerdos estables con otras fuerzas políticas, fundamentalmente con el PSC pero también con ERC. Cada vez parece más evidente que ha quedado muy maltrecha la hasta ahora vigente estrategia de la geometría variable con la que CiU pretendía asegurarse la estabilidad política en todas las instituciones que gobierna. Y el reciente suspenso que la ciudadanía catalana ha dado al Gobierno de Artur Mas ha encendido todas las luces de alarma en CiU.

Jordi García-Soler es periodista y analista político