El primer envite de Pedro Sánchez en su semana fantástica lo ha ganado ampliamente, si bien, jugaba en casa. Está por ver cuando el “macht ball” se juegue en terreno neutral o incluso contrario. Pero ha sido poco importante esa victoria teniendo en cuenta que las bases –siempre mucho más de izquierdas que sus direcciones-sabían que se aprobaba un pacto con la derecha de Rivera.

Ganar, ganar, ganar

Lo que hasta ahora ha demostrado Pedro Sánchez es que pese a la enemiga declarada de una buena porción de sus compañeros de militancia y aún dirigencia sabe sacar de la necesidad virtud. Lo demostró cuando los magros resultados de hace un año –elecciones municipales y autonómicas-supo sacar ventaja de poder fáctico tras sus pactos con Podemos en municipios, diputaciones y CCAA. Ahora lo mismo. Tras obtener el peor resultado en la historia del PSOE ahí le tienen vivito y, sobre todo, coleando.

Lo vengo advirtiéndolo desde hace tiempo.

Pedro Sánchez, César Luena y demás colegas de Ferraz son conscientes de que la única palabra que les puede salvar es ganar, ganar y ganar.

El dúo

Sánchez tenía que elegir entre bailar con la izquierda radical que sigue asustando a muchos millones de españoles y europeos personificada en Pablo Iglesias o entre el “niño Jesús” de color naranja que representa Albert Rivera mucho más asumible por casi todos. Ha optado por lo segundo. Gracias a lo cual, la lideresa andaluza Susana Díaz respira tranquila, entre otras cosas, porque de esa forma puede salvar su propio gobierno.

Pero también se ha retratado Rivera que entre el PP y el PSOE ha preferido el segundo y, especialmente, Pedro Sánchez antes que Mariano Rajoy en estas horas el líder más diabolizado de todo el espectro político nacional.

El trío

El pequeño problema para Sánchez/Rivera es que el baile se les queda cojo. Ya me ha parecido una exageración comparar su acuerdo con la Transición. Oiga, no. La Transición se hizo por consenso total; aquí hay disenso cuasi absoluto; veníamos de una guerra civil y una dictadura y ahora llevamos 40 años de democracia; en aquel entonces teníamos 15.000 dólares de renta per cápita, ahora 35.000, ¡Un respeto!

Bien. Nos situamos en línea. Ese baile a dos, digo, se queda corto y no tiene relevos. Se necesita pasar al trío. Y ese es el problema. Ni a la izquierda ni a la derecha es posible dar el giro para plasmar el tango. Ni Iglesias ni Rajoy están por la labor, al menos, en estos momentos.

Luego, el tiempo y las circunstancias lo dirán.