El cántabro, además de sprinter capaz de correr cien metros en menos de once segundos fue profesor de química, que es lo que hay que tener para ganarse a los electores.

Pero para aunar dos elementos que se repelen como la continuidad y el cambio, y éste en mi opinión debe ser profundo, el ilustre pasiego tendrá que apelar también a la magia.

La química la ha demostrado en las asambleas que está celebrando estos días en distintas agrupaciones socialistas donde han asimilado rápidamente que hay que llamarle Alfredo.

No sería poca cosa que Alfredo consiguiera animar a los militantes pero solo con el voto de estos no se ganan las elecciones ni se reducen las bajas de la última refriega.

Sin embargo es en estas asambleas donde el vicepresidente para todo y candidato a las generales ha relativizado moderadamente su aceptación acrítica de la política del jefe del Ejecutivo al afirmar que “quizás las cosas se podían haber hecho de forma algo diferente”.

Y, en efecto, hay cosas que se podrían haber hecho de forma distinta. La reducción del déficit era imperativo para que nuestros prestamistas confiaran en la recuperación de lo que nos prestaron, más a las empresas que al Estado.

Sin embargo ni los prestamistas, ni el FMI, ni la OCDE ni la Comisión Europea, ni el Sursum Corda,  nos obligaban a congelar las pensiones.

Tampoco hubiera sido necesario suprimir el impuesto sobre el patrimonio aunque sí transformarlo de forma que no castigara a la clase media; ni dar cheques a los bebés sin consideración a la renta de sus padres; ni desgravar 400  euros a ricos y pobres por igual etc.

Por otra parte no hubiera venido mal gravar, aunque fuera simbólicamente a los ricos, a las transacciones financieras, o limitar como finalmente se ha hecho el sueldo de los altos cargos bancarios cuyas entidades recibieran ayudas del Estado.

En definitiva, acciones que aunque no representaran una fuerte recaudación supondrían un guiño a la parroquia progresista que constatara que se puede salir de la crisis por la izquierda.

Rubalcaba ha señalado además en estas inmersiones entre la militancia el error de basar el discurso socialista en el miedo a la derecha.

Ha puesto el énfasis en la necesidad de diseñar un programa ad hoc, de proceder a un esfuerzo para construir una alternativa socialdemócrata al pensamiento único.

Todo lo contrario de la política errática, a salto de mata,  que ha distinguido la gestión de José Luis Rodríguez Zapatero.

Es posible que el guiño que está haciendo Pérez Rubalcaba podría traducirse de este modo: “El cambio consiste en que yo no soy Zapatero”.

José García Abad es periodista y analista político