Esto es ya el colmo de los colmos. Ratas en un hospital. ¿En serio? ¿De verdad hemos llegado a este punto en Andalucía? Pues sí. Con Moreno Bonilla la sanidad pública andaluza ha tocado fondo hasta extremos hace unos años impensables. Lo que debería ser un espacio de máxima higiene y seguridad, un lugar destinado a salvar vidas se ha convertido en un escenario donde los pacientes y profesionales tienen que convivir con plagas de roedores.

La denuncia de CSIF sobre la presencia de ratas en el Laboratorio y Banco de Sangre del Hospital Regional de Málaga no es un detalle anecdótico ni un “incidente puntual”, como pretende justificar la dirección del centro. Es el símbolo más gráfico del deterioro progresivo de nuestra sanidad pública. Excrementos en vestuarios, baños y zonas comunes, material roído, incluso una sandwichera destrozada por mordiscos. Y finalmente, una rata de gran tamaño capturada en una trampa adhesiva en la sala de estar del personal. Es el retrato de una gestión sanitaria que ha abandonado los estándares básicos de salubridad.

La presencia de ratas en un hospital no es solo un problema de imagen. Estamos hablando de un riesgo grave e inminente para la salud pública. Estos animales son vectores de enfermedades como la leptospirosis, la salmonelosis o la hantavirosis. Sus excrementos y orina pueden contaminar superficies y muestras biológicas, comprometiendo diagnósticos y tratamientos. Y hablamos del laboratorio donde se analizan miles de pruebas diarias, donde se gestiona el Banco de Sangre, pieza esencial para cualquier intervención quirúrgica o emergencia.

CSIF ha sido claro: la actuación del hospital y de la empresa de desratización contratada ha sido insuficiente. No basta con colocar unas trampas y esperar a que caiga el roedor. Estamos ante un problema de seguridad laboral y sanitaria que exige soluciones inmediatas, transparentes y eficaces. Los profesionales tienen derecho a trabajar en un entorno seguro, y los pacientes merecen la garantía de que su salud no se pone en juego por negligencia en la gestión.

Este episodio de Málaga no es una excepción aislada. Es el reflejo de un sistema sanitario que lleva años en caída libre. Las denuncias se multiplican: cinco horas de espera en Urgencias en el Hospital de Jerez, plantillas reducidas a la mitad en la comarca de Estepa, centros costeros colapsados en verano sin refuerzos suficientes, urgencias hacinadas en Huelva y Cádiz, enfermeras que tienen que dormir en coches en la Costa del Sol porque no pueden acceder a una vivienda digna.

El Sindicato de Enfermería SATSE lo ha descrito con crudeza: la situación es dramática, fruto de una falta absoluta de planificación. Año tras año se repite la misma historia: la población se multiplica en verano y el SAS no refuerza plantillas de manera proporcional. El resultado es que profesionales exhaustos doblan turnos, las bolsas de empleo están vacías porque la gente huye a comunidades que ofrecen mejores condiciones, y los pacientes sufren esperas interminables y una asistencia cada vez más precaria.

En algunos hospitales, como el San Carlos de San Fernando, los enfermos esperan hasta 48 horas para ingresar por falta de camas, mientras plantas enteras permanecen cerradas por falta de personal. ¿Cómo se explica esta paradoja? Muy sencillo: el deterioro de la sanidad pública no es fruto de la casualidad, sino de una estrategia calculada.

Mientras los sindicatos, los pacientes y los profesionales denuncian carencias, Moreno Bonilla anuncia un macrocontrato de 533 millones de euros con 38 empresas y 50 clínicas privadas para derivar intervenciones quirúrgicas sanitarias a partir de este mismo mes. Un atraco en toda regla. Con esa cantidad se podrían contratar más de 10.000 profesionales sanitarios, abrir alas cerradas y equipar hospitales. Pero no: la prioridad del gobierno andaluz es engordar el negocio privado, siguiendo el modelo de Ayuso en Madrid.

UGT lo ha dicho sin rodeos: “La única apuesta de Moreno Bonilla para mejorar la sanidad pública es dar más dinero a la privada”. SATSE ha rematado: “Sale mucho más caro concertar una operación que contratar personal para hacerla en un quirófano público”. Deja caer lo público para justificar después que no queda más remedio que recurrir a lo privado.

Desde 2018, el gobierno de Moreno Bonilla ha destinado 3.500 millones de euros a la sanidad privada. Mientras tanto, en los hospitales públicos se acumulan ratas, esperas interminables y profesionales agotados. Es un expolio planificado, un trasvase de recursos públicos a bolsillos privados.

Moreno Bonilla ha convertido la sanidad pública en un sistema en descomposición, donde lo extraordinario ya no son las listas de espera o las urgencias colapsadas, sino las ratas correteando por los pasillos de un hospital. ¿De qué moderación presume el presidente andaluz del PP? ¿Moderación es cerrar plantas hospitalarias en verano? ¿Moderación es condenar a miles de vecinos de Coto de Bornos a quedarse sin médico? ¿Moderación es recortar plantillas mientras se firman cheques millonarios a clínicas privadas?

Estamos hablando de la vida de las personas. De ese paciente oncológico que recibe quimioterapia en un pasillo. De esa anciana que pasa dos días en urgencias sin cama. De esos niños sin pediatra en la Sierra Sur de Sevilla. De esos profesionales que, exhaustos, cometen errores que podrían evitarse si tuvieran apoyo suficiente.

Y ahora, además, hablamos de ratas en los hospitales. El símbolo más claro de que la sanidad andaluza ha dejado de ser una prioridad para el gobierno. Porque un hospital con roedores no es un caso puntual: es el reflejo de un sistema enfermo, abandonado por quienes deberían cuidarlo.

Que nadie se engañe. Cuando tu hijo, tu padre o tú mismo no podáis ser atendidos con dignidad en un hospital público, hay un responsable con nombres y apellidos: Juan Manuel Moreno Bonilla. Y con él, todos los que siguen sosteniendo un modelo que convierte un derecho en un negocio.

La sanidad pública no es un lujo ni un capricho: es un derecho conquistado a pulso durante décadas de lucha ciudadana y profesional. Y no podemos permitir que se nos arrebate. No podemos resignarnos a ver cómo nuestros hospitales se llenan de esperas, recortes y hasta de plagas, mientras la Junta abre la chequera para beneficiar a la privada

La historia de esta tierra demuestra que los andaluces no nos resignamos fácilmente. La protesta de Coto de Bornos, con cientos de vecinos en la calle para exigir médico, es la prueba de que la gente está dispuesta a defender lo suyo. Y lo suyo es una sanidad pública digna, suficiente y de calidad.

Andalucía merece hospitales sin ratas, urgencias sin colapso, médicos suficientes y profesionales valorados. Merece una sanidad pública fuerte, no un negocio para unos pocos. Cada día que pasa bajo el modelo Moreno Bonilla, nuestra sanidad pública retrocede. Urgen frenar esta deriva y solo hay una manera de hacerlo: con presión social, con movilización y con el voto. Porque la salud no se negocia. Y porque, no podemos permitirnos que un hospital andaluz vuelva a ser noticia por algo tan vergonzoso como la presencia de ratas en sus pasillos.

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