Tres piquetes
Veamos. Al presidente Rajoy se le ha complicado la situación. Está, por decirlo gráficamente, entre tres piquetes. El primero y el que más le preocupa el de los mercados y Berlín. Ahí son por completo implacables: recortes y más recortes; ajustes, más ajustes y luego de postre, ajustes ¡Caiga quien caiga! Algo tan inviable como estulto. Y si no lo haces, te decapito. Porque puedo. Ya probó de esa medicina el huido Rodríguez Zapatero.

El segundo piquete son los sindicatos y organizaciones sociales de izquierda que no están dispuestos a la pérdida de derechos históricos al socaire de una difícil situación y que tiene poder de incendiar la calle.

El tercer piquete es el conjunto de la sociedad española que le está diciendo (Andalucía, Asturias, manifestaciones) a Mariano Rajoy que haga lo que tenga que hacer pero “sin pasarse” y dando ejemplo. Ejemplo que no lo está dando con el tema del nepotismo y la cooptación de familiares directos en puestos administrativos.

Cospedal, por ejemplo, debería tomar nota. Porque ha sido derrotada flagrantemente.

La amnistía
Quizá el punto más vulnerable de cuantas medidas ha tomado el Ejecutivo hasta el momento (vendrán otras, inevitablemente porque Merkel es completamente insaciable y en Moncloa lo saben) sea el tema de la amnistía fiscal para los defraudadores. Carlos Sánchez ha escrito que se trata de todo lo que vale el honor de una Nación. No lo creo. Pero sí creo que esto es muy difícil de explicar aunque el ministro Montoro necesite, que necesita, esos 2.500 millones de euros que se pueden recuperar.

Por aquí van a sacar la piel a tiras a un presidente que continúa silente y en la desenfilada. He conocido a pocos dirigentes políticos (¡y he tratado a unos cuantos!) con tanta capacidad de supervivencia como Mariano Rajoy. Aunque debo escribir y escribo seguidamente que tampoco he conocido a ningún otro primer ministro rodeado por estas circunstancias tan peligrosas y liquidativas.

Cambio de panorama
Cuando el 20-N el PP obtuvo su anunciada mayoría absoluta era fácil anunciar que la derecha tenía por delante cuatro lustros como mínimo para implantar su voluntad en un país mayoritariamente (levemente si se quiere) de izquierdas.

Llegaron las primeras medidas contra lo prometido (aumento de impuestos) y la hoja de ruta comenzó a ennegrecerse como se pudo comprobar fehacientemente el 25-M en Andalucía y Asturias y cuatro días más tarde en las calle de toda España.

Democracia
Dicen los expertos que la percepción general del Gobierno y de sus ministros por parte de la ciudadanía es que se trata de gente técnicamente cualificada pero que no produce “empatía”. Es probable o seguro, tampoco lo sé. Lo que es obvio es que necesita como el comer explicar las cosas, bajarse al surco, ponerse en la piel de los que sufren (que son muchos y con un dolor muy profundo que puede conducir a la desesperación). Eso es política. Lo otro es tecnocracia.

El Presidente habrá comprobado ya en esta hora que no hay cheques en blanco. Que o paga o se lo demandan.

Porque, en efecto, frente a calificaciones injustas y extremistas, esto, es decir España, sí es una democracia. Imperfecta, pero democracia.

De modo y manera que, Mariano Rajoy, suerte, vista y al toro.

¡Que el inglés ataca por retambufa!

Graciano Palomo es periodista y escritor, director de FUNDALIA y editor de IBERCAMPUS