Que insulso, impreciso y naïf suena ahora el "Súmate al cambio" que nos llevó al histórico triunfo del 20 N. Imaginen ustedes el juego que podría haber dado este lema en el debate electoral, frente a las constantes y malintencionadas preguntas sobre nuestro programa con las que Rubalcaba no dejó de bombardear a nuestro impasible líder. "¿Qué tienen ustedes pensado hacer con los pensionistas si llegan al poder, señor Rajoy?". "¡Que se jodan!". "¿Y con los dependientes?". ""¡Que se jodan!". "¿Y con la educación pública". "¡Que se jodan!". ¿Algún plan especial para salvar la seguridad social". "¡Que se jodan!". "¿Y con los parados, los jóvenes, la cultura, el medio ambiente…". "¡Que se jodan!¡Que se jodan!¡Que se jodan! y ¡Que se jodan!".

Fíjense que sencillo, que fácilmente entendible hubiera sido para ustedes, de haber descubierto el lema en su justo momento. "¿Y tú a quien vas a votar Manolo, a los que nos van a joder o a alguno de los otros?". "Pues aún no lo tengo claro, porque estoy pasando una etapa maso que me lleva por el camino de la perdición". Pero no crean que estas tres palabras describen una simple intención o un estado de ánimo. Como todas las grandes sentencias de la humanidad, la complejidad de su mensaje va mucho más allá de lo aparente. Voy a intentar explicárselo de manera sencilla, comenzando por confesarles algo personal. Aunque en mi columna los trate, estimados lectores, de usted, lo hago porque me obliga el libro de estilo de este humilde medio, pero no por convencimiento personal. En realidad, ustedes, para nosotros, no son ustedes, sino ellos. Quiero decir que entre ustedes (ellos) y nosotros, no hay una persona verbal de distancia, sino dos. Ha sido así desde el principio de la historia, y aunque las nuevas formas sociales obliguen a otros usos formales, nuestro pensamiento no ha cambiado un ápice.

De ahí la tremenda importancia de que la señorita Andrea haya utilizado "¡Que se jodan!", y no un mucho más próximo "¡Jodeos!", que hubiera mostrado una cierta proximidad con los individuos a joder. Para la señorita Andrea, como para la inmensa mayoría de los dirigentes del partido, ustedes son y serán siempre "ellos". Es esa distancia entre nosotros y ellos lo que permitió las cerradas ovaciones de todos, absolutamente todos, los diputados del partido mientras Mariano desgranaba una a una las formas en las que les íbamos a joder de forma inmediata. Nadie en su sano juicio puede ovacionar el mal de un ser próximo, y les aseguro que nosotros de la cabeza estamos muy sanos. Que tengan (ellos) un jodido fin de semana.

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