Mírennos a nosotros, unidos en la salud y en la enfermedad, en la corrupción y en la decencia, desde la extrema derecha hasta la derechona, hasta que las urnas nos separen. Dicen los medios que las concentraciones son contra toda la clase política en general, pero no es cierto, esas gentes no son nuestras gentes. Los nuestros son fieles seguidores incapaces de cambiar su intención de voto. Como ejemplo baste el caso de Valencia. Me pregunto yo, ¿podrían haberse hecho peor las cosas? Corrupción demostrada, endeudamiento público por las nubes, hospitales y colegios en los últimos lugares de eficiencia del país y, sin embargo, prevemos una mayoría absoluta aún más holgada.

La explicación de nuestro éxito es que nuestros votantes están hechos a nuestra imagen y semejanza. Como no gastan su tiempo y energías en inútiles disquisiciones filosófico-morales, sus pensamientos se pueden concentrar en temas más concretos y perceptibles. Cualquiera de ellos prefiere un traje regalado ahora, que una beneficiosa reforma mañana. Porque sabemos que con un buen traje hoy, conseguimos un mejor mañana para nuestros hijos. Esa es la diferencia, que nosotros pensamos en un futuro nuestro, en exclusividad, y la izquierda sigue pensando en futuros globales.

Lo refleja claramente uno de los lemas que los concentrados han hecho popular estos días: “No hay pan para tanto chorizo”. Que ellos sigan pensando en el pan para todos, que los chorizos serán siempre nuestros.