El diputado de Junts, Josep Rull, llegó a la sede del Parlament de Catalunya con el discurso de inauguración de la legislatura en el bolsillo, vistosamente relajado. No había rastro en su actitud de ningún temor a ser víctima de una jugada de última hora que le impidiera ser elegido presidente de la cámara. El recuerdo de lo sucedido hace un año a su compañero de partido, Xavier Trias, que después de haber brindado con cava por la alcaldía de Barcelona tuvo que felicitar de mala gana al nuevo alcalde socialista, Jaume Collboni, sigue vivo; sin embargo, Rull no temía nada. El PSC no ha movido ficha ni el PP se habría prestado a una nueva maniobra de aquellas características, según advirtieron con anterioridad. De esta manera, los partidos independentistas revivieron una tarde de unidad ficticia, a las pocas horas de haber sufrido una nueva derrota electoral por todo lo alto.

Josep Rull salió elegido en segunda vuelta, con los 59 votos de Junts, ERC y la CUP. La candidata del PSC, Silvia Paneque, se quedó con los 42 votos del PSC. Los Comuns, el PP y Vox votaron en blanco. En la primera vuelta, también ERC y la CUP negaron el voto a Rull, a pesar de ser uno de los condenados por el Procés, posteriormente indultado por el gobierno socialista, lo que le confiere a juicio de la CUP y ERC la condición indispensable de “represaliado” para acceder al cargo.

Las discrepancias entre ERC y Junts no se han esfumado como quedó patente en la primera votación, simplemente han aprovechado la ventana de oportunidad facilitada por la voluntad del PSC de no complicar más de lo imprescindible las negociaciones para la investidura de Salvador Illa. La presidencia de Illa y el posterior gobierno, muy probablemente minoritario, requerirán del voto favorable de ERC o de la abstención conjunta de ERC y Junts. La alternativa es la repetición electoral y no parece que esta opción convenga a nadie, o eso dicen.

El PSC habrá querido mantener intactos todos los puentes negociadores con su actitud contemporizadora durante la sesión de apertura del Parlament. De entrada, no se sumó (como hizo en la anterior legislatura) a la iniciativa del PP y Vox para presentar recurso ante el Tribunal Constitucional por la decisión de la mesa de edad de aceptar el voto delegado de Carles Puigdemont y Lluís Puig, una aceptación que contradice la reciente resolución del TC advirtiendo que dicha delegación no se ajusta al reglamento del Parlament.

Lo que sí se aseguró el PSC es disponer de tres sillas en la Mesa del Parlament (una vicepresidencia y dos secretarías) lo que le permitirá configurar mayorías en dicho órgano tanto con Junts como con ERC por separado.  Esto en el caso de tener continuidad la legislatura.

La prudencia del PSC tendrá los beneficios que vaya a tener durante la negociación para la investidura. La consecuencia que sí ha tenido ya la victoria institucional de Junts-ERC-CUP es el reforzamiento aparente de la tesis de Puigdemont sobre la viabilidad de su retorno a la presidencia de la Generalitat. Para que este escenario pudiera materializarse, es imprescindible la abstención del PSC, una opción que los socialistas han negado repetidamente, pero esta dificultad objetiva no ha desanimado a Puigdemont, que la enarbola a diario para mantener alto el ánimo de sus seguidores.

De hecho, Toni Comín, el único eurodiputado obtenido por Junts, ha venido asegurando que una victoria de Junts en las elecciones europeas facilitaría la investidura de Puigdemont. No se ha dado el caso de tal victoria, todo lo contrario, pero sin duda la ración de bálsamo proporcionada por la elección de Rull permitirá mantener la ficción unos cuantos días más.