Borja Sémper, la cara amable del PP, se fue el pasado jueves al Parque deportivo de Puerta de Hierro y en una falsa playa, con sombrillas, arena y una enorme lona con una fotografía del mar, compareció ante los medios de comunicación con el lema 'Verano azul' y la música de la vieja serie televisiva. De haberlo consultado con sus socios de gobierno, estoy seguro de que hubieran preferido recrear la plaza de "Crónicas de un pueblo", con su cura, su guardia civil con tricornio y capa y sus sumisas mujeres con el pañuelo negro cubriendo su pelo. Pero Borja va a su rollo y quiso dar una imagen moderna, de una España que se prepara para el futuro, que basa su economía en el sol, las playas, el turismo de masas y los bajos sueldos como base de nuestra competitividad.

Pidió Borja a los periodistas que trasladaran a la ciudadanía el mensaje de que hay que votar aunque sea verano, haga calor y los suyos, los que se lo pueden permitir, estén de vacaciones. Si no votan, al PP o a VOX se entiende, "Cuando vuelvan de vacaciones los problemas seguirán igual y Sánchez seguirá de presidente", pero si votan al PP o a VOX (lo de VOX lo dijo de forma elíptica pero yo lo pillé enseguida) habrá "un verano azul, que será un verano de ilusión y de esperanza, porque el verano azul supone el cambio".

Borja, en ese ambiente "postmoderno", reconoció que pese a ser el portavoz de la campaña electoral, no está muy enterado de lo que están pactando los dirigentes de su partido con los hombres de Abascal, así que le sorprendió que en ciudades como Náquera, donde gobiernan juntos, la primera medida que ha tomado el ayuntamiento haya sido prohibir las banderas LGTBI y sustituir las concentraciones contra la violencia machista por actos de "no a la violencia". Porque, según el razonamiento de la derecha, aunque casi en el cien por cien de los casos de violencia de género los verdugos son hombres y las víctimas mujeres, eso se debe a una fatal casualidad que no nos debe llevar a la errónea conclusión de que se trata de violencia machista.

Borja podría haber cogido un tren y haberse ido a cualquier playa de la periferia de Madrid, lo que se conoce como provincias, y haberse ahorrado el coste de las sombrillas, la arena y la pantalla de fondo con la imagen del mar, pero en el PP existe la convicción de que, malinterpretando la frase de Ortega y Gasset, España es Madrid y sus circunstancias. Además, como muy bien saben algunos ex dirigentes del partido, darle la espalda a Ayuso, aunque sea para ir a la playa, es un deporte de alto riesgo.

Yo creo que aunque la escenificación de la campaña electoral del PP ha sido buena, se nota donde hay dinero, le ha faltado ese punto de ternura y de melancolía que tenía la serie televisiva. Hubiera ganado muchos puntos, y quién sabe a cuántos indecisos hubiera hecho decidir su voto, si en mitad de la conferencia de prensa de Borja Sémper, hubiera aparecido corriendo por el escenario un Abascal con pantaloncitos cortos gritando lloroso: "¡Franco ha muerto, Franco ha muerto!".