Hay algunos errores sistémicos en la propia identidad de la izquierda en el mundo y en España en particular. Estigmas o sinos casi bíblicos, que se empeñan en repetir a pesar de que su propia historia les recuerde que esos errores sólo benefician a la derecha y les perjudica a ellos. Desde los días del Frente Popular, que pretendía hacer causa común frente al bloque conservador en nuestro país, y el auge de los fascismos en Europa, durante la Segunda república española, no se han visto, leído ni oído más puñaladas traperas, más torpezas cainitas, que desde que Yolanda Díaz hiciera pública su plataforma política, Sumar. Las primarias que le exigen su ya no tan amigo Pablo Iglesias, parecen una exigencia democrática lógica si no fuera porque, de otro lado, según se asegura en todos los mentideros políticos, pretende atornillar a las ministras Irene Montero y Ione Bellarra en puestos principales de salida en las hipotéticas listas conjuntas, mientras se expedienta a todos aquellos que desde Podemos, intentan unirse a la propuesta de Sumar.

La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, ha evitado este martes en rueda de prensa responder a cuestiones sobre su papel en la campaña del 28M, su posición sobre Marruecos, si había más distancia con Podemos o sobre su relación con el exvicepresidente Pablo Iglesias, al subrayar que iba a centrarse en asuntos de la “política útil”. Esta comparecencia bajo el interés de los medios sucedía después de una televisiva entrevista, en la que la líder daba una de cal y otra de arena al que fuera su compañero de Podemos y amigo, Pablo Iglesias, del que decía “que cambió la historia de España”, refiriéndose a la irrupción de su partido rompiendo las mayorías del bipartidismo en democracia, pero al mismo tiempo tachándolo de “cascarrabias”.

Es cierto que, Iglesias, que supuestamente se retiró de la política, sigue ejerciéndola en la sombra, condicionando los acuerdos y pactos de la confluencia de los partidos a la izquierda del PSOE, con su personalismo. Esa incómoda postura de líder iluminado, que siempre le acompañó desde su aparición en la escena pública, empieza ahora a adoptar todos los clichés que tanto criticara de expresidentes de partidos que siguen tutelando, entorpeciendo y maniatando las propuestas políticas de sus sucesores.

Por otro lado, la legítima postura de Díaz de tomar sus propias decisiones y propuestas, sin cortapisas, en esta plataforma, Sumar, nace un poco disminuida al no presentarse ya en las elecciones de mayo, municipales y autonómicas-en algunos casos-, que van a suponer un reto importante para los equilibrios de poder entre conservadores y progresistas en algunos ayuntamientos y comunidades autónomas fundamentales.

Resulta incomprensible que, una iniciativa de este calado, que puede aglutinar el voto de la izquierda que no se identifica con los socialistas, o al menos no con el socialismo de Pedro Sánchez, renuncie a una cuota de la gobernanza del país que se ejerce desde lo municipal y lo autonómico. No definir, tampoco, si va a poyar en la campaña, a su anterior partido político, Podemos, o a los candidatos que se han unido a su propuesta, a un mes escaso de los comicios, no despeja dudas de incertidumbres importantes.

Apostarlo todo a la carta de las generales es una arriesgada apuesta, que puede aglutinar más apoyos o desilusionar a los que ya tiene, por no decir que, en esta indefinición, ganará la derecha, en alza, con cuotas mayores de poder territorial en lo municipal y autonómico. Por otra parte, si el mesías caído, o retirado, Pablo Iglesias, no deja su ego a un lado, y permite que se consolide una propuesta en la que Podemos está obligado, por supervivencia e inteligencia política a integrarse, o desintegrarse, esta nueva propuesta de la izquierda sólo conseguirá hacerle el caldo gordo a la derecha, una vez más. Miren ustedes, sesudos señores politólogos, profesores universitarios y mesías contemporáneos, que si no se curan de humildad con nuestra propia historia, más que Sumar, Podemos restar.