Tras los esperados y pésimos resultados del PP en Cataluña, Pablo Casado, su actual presidente, anunció que su partido dejará su sede nacional, situada en la calle Génova 13 de Madrid. Edificio emblemático de la organización política, ha sido escenario de momentos históricos en su periplo, tanto para bien, como la victoria de José María Aznar o de Mariano Rajoy, como para mal. Escenificaciones como la de la lideresa de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, en su balcón, tras el turbio asunto del “tamayazo”, la compra de dos votos tránsfugas para que la dirigente popular alcanzara el poder en la Comunidad, son sólo algunos de los polvos de estos lodos en los que se sumergen los cimientos del edificio y sus ocupantes. Decía el señor Casado en las primarias que ganó frente a Soraya Sáenz de Santamaría “estar orgulloso de la historia del PP, que no ocultaba” aunque, la realidad, tozuda, haga que en esta misma semana argumente el abandono de la sede de la que supuestamente estaba orgulloso porque, a su juicio, no deben seguir “en un edificio cuya reforma se está investigando”. No es la primera vez que un político se desdice de lo dicho, aunque a Casado le haya gustado mucho hurgar en las contradicciones ajenas sin hacer crítica de las propias. Resulta curioso que, además, pretenda con el cambio de sede, cambiar de imagen y tomar distancia de algo que no es posible. Dice no tener nada que ver con “ese PP”, cuando la realidad, también le lleva la contraria en esto. Ese PP, del que ahora prefiere distanciarse, fue el que le encumbró desde la dirección de Juventudes, de la mano de una Esperanza Aguirre que creó o permitió un modelo de financiación corrupta del que hoy tenemos pruebas. Aguirre, con su acción u omisión, la omisión ya está probada con los cargos a sus consejeros, como Ignacio González y Francisco Granados, y colaboradores como el empresario David Marjaliza, pasados por la cárcel-, y la acción está en proceso judicial, fue su mentora. De la mano de ésa Esperanza Aguirre, ocupó sus primeros cargos de responsabilidad en el partido, mientras se compraban a los tránsfugas Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, con dinero proveniente de empresarios de la construcción, para atornillar el desembarco de Aguirre al gobierno de la Comunidad de Madrid. Luego hemos sabido, y así lo acreditan las pruebas de los varios procesos a Luis Bárcenas, y los que quedan pendientes, que estos “donantes” de las empresas de la construcción fueron, en gran medida, benefactores y beneficiarios del PP, y toda su contabilidad B a cambio de designaciones de contratos públicos. Gracias a esta amistad con una de las cabezas protagonistas de “ese PP”, fue en las listas por la Comunidad de Madrid, por decisión de su valedora Esperanza Aguirre, y además se convirtió en jefe de Gabinete del consejero Manuel Pizarro, y más tarde del propio presidente popular del gobierno, José María Aznar. La distancia sanitaria pues, que pretende establecer con “ese PP” es tan endeble, como su maniobra cosmética de cambiar de sede.

La noticia no ha sentado bien entre muchos barones del partido, y hay quien apunta a una necesidad económica de recapitalizarse ante la concatenada sucesión de derrotas electorales a nivel nacional y autonómico de Casado, convirtiéndose en fuerzas residuales tanto en Cataluña como en Euskadi. Todos los estudios y sondeos parecen indicar que, a este ritmo, el PP seguirá encadenando derrotas, con peligro de ser “sorpasados” de nuevo en otras comunidades importantes, incluida Andalucía, por un partido como VOX que aglutina las fuerzas más radicales de ultraderecha y nostálgicos del franquismo, ante una indefinición de líneas y programas del PP de Casado. Hace ya tiempo que el PP perdió la oportunidad de convertirse en un partido conservador de centro, de verdad, sin rémoras ni nostalgias del franquismo y de la Iglesia Católica, como hizo la democracia cristiana alemana, fórmula de refundación y éxito de los compañeros de Ángela Merkel . Esta fórmula de éxito de los conservadores alemanes debería ser el horizonte de un partido conservador español que fuera realmente moderado y útil a nuestro país, sin atavismos ni tentaciones de la dictadura. De no ser así, y no reconocer los errores cometidos y transitar hacia nuevos mensajes, además de acabar firmando la disolución de un partido de gobierno importante en nuestra historia democrática, estarán abrazando la cruz de su propio martirio y escarnio público. Todo lo demás, cambio de sede incluido, además de inútil y vanamente cosmético, no será más que evidenciar que siguen siendo, aunque con otra perrera, el mismo perro, y con el mismo collar.