El título de esta columna es una llamada, un ruego a nuestra clase política y funcionarial y a toda la ciudadanía, para que no se olvide la urgencia de abordar un tema crucial para nuestra supervivencia como es la sequía estructural en un contexto de calentamiento global. Que el volumen de agua embalsada se haya recuperado con las últimas lluvias dejadas por danas y borrascas en la península Ibérica, no es razón suficiente para aparcar todo lo que se ha dicho en lo que va de 2024 sobre la necesidad de aumentar la regeneración de las aguas residuales para su empleo en la agricultura, invertir en el mantenimiento de las redes de distribución, acometer la construcción de desaladoras y, en definitiva, planificar la adaptación al cambio climático.

La sequía no es un problema exclusivo de España y Portugal, afecta por igual a nuestros vecinos de la otra orilla del Mediterráneo y a todo el continente africano con más intensidad porque carecen de las infraestructuras hidráulicas que tenemos en Europa. No olvidarse de la sequía implica recordarle a nuestros políticos y políticas que no deben sucumbir a la propaganda belicista de los fabricantes de armamento y de la industria de los combustibles fósiles, que presiona para que el Banco Europeo de Inversiones (BEI) elimine el porcentaje mínimo de proyectos con destino civil y preste más dinero para el rearme de Europa. A Nadia Calviño que preside desde hace meses el BEI le ha tocado el marrón de "militarizar" este organismo. 

Los medios de comunicación también colaboran en esta transición bélica que se antepone a las necesidades de las inversiones ecológicas cuando se refieren a los gastos en armamento como presupuestos de defensa y seguridad, un eufemismo para enmascarar el aumento del gasto militar.

El incremento de los flujos migratorios se debe en gran medida a la sequía que afecta al Sahel y a la extensión del terrorismo yihadista en la zona. Tampoco es inocente que las élites económicas y neoliberales nos asusten con el aumento de la deuda pública cuando se habla de gasto social o ecológico y no cuando se plantea invertir en armamento.

El aumento de las temperaturas que venimos sufriendo desde hace años dispara la evaporación del agua almacenada en los embalses y se acelera la bajada de las reservas. Si a esto añadimos la expansión de la agricultura intensiva y el incremento del turismo en las zonas más cálidas como la cuenca mediterránea, la ecuación para el colapso está servida.

En la campaña electoral de Cataluña la sequía deberá ser el tema central del debate porque esta comunidad junto con la andaluza es la más afectada por la falta de agua. Pero me temo que se ignorará, pese a que ni la independencia, ni la amnistía solucionan la sequía.