Por más extraño, raro, inesperado, insólito, asombroso y sorprendente que pueda haberles parecido a no pocos ciudadanos, tanto de la misma Catalunya como del resto de las Españas, resulta que la Catalunya real también existe. Es una Catalunya de la que se suele hablar poco, poquísimo, casi nada. Hasta tal punto es así, que cuando se constata la existencia de esa Catalunya real suele ser habitual una reacción como de estupor, por no hablar ya de escándalo; y no de un escándalo hipócrita y farisaico, sino de un escándalo verdadero, nada falso ni impostado sino muy sincero.

La masiva huelga de los profesionales de la sanidad pública catalana entra de lleno en este terreno. Aunque era de prever que más pronto que tarde se llegaría a una situación tan grave como la de esta huelga actual, aunque los auténticos expertos en este sector llevaban ya mucho tiempo advirtiéndonos al respecto y aunque el deterioro progresivo y cada vez más alarmante de un servicio público tan esencial como es el de la sanidad era una evidencia indiscutible para cualquier observador mínimamente informado, lo cierto es que la convocatoria de esta huelga ha pillado con el paso cambiado no solo al Departamento de Sanidad del Gobierno de la Generalitat y al conjunto del ejecutivo presidido por el presidente Quim Torra, sino también a las dos grandes formaciones secesionistas que le dan apoyo parlamentario -JXCat y ERC- y asimismo al conjunto del movimiento independentista, en particular en sus sectores dedicados noche y día a la agitación y propaganda.  La sorpresa ha sido aún mayor a causa del seguimiento muy mayoritario de la huelga, que no es más que la expresión pública del profundo hartazgo que los profesionales de la sanidad pública de Catalunya sienten porque lo que había llegado a ser algo así como la joya de la corona del autogobierno catalán haya sido destrozado hasta unos niveles inimaginables.

Las políticas económicas, y en concreto las políticas presupuestarias, no son ni serán nunca políticas neutras, sin ideología ni orientación política

Las políticas económicas, y en concreto las políticas presupuestarias, no son ni serán nunca políticas neutras, sin ideología ni orientación política. Son siempre la expresión más definitoria de la ideología y la orientación política de la gestión de un Gobierno. En los últimos años, desde que Artur Mas consiguió al fin recuperar para CiU la Presidencia de la Generalitat y colocó al frente del Departamento de Sanidad a un profesional del sector sanitario privado como Boi Ruiz, las dotaciones presupuestarias destinadas a sanidad han experimentado un descenso constante y muy grave.

Las políticas austericidas de los Gobiernos presididos por Artur Mas se cebaron especialmente en el campo de la sanidad pública; han seguido esta misma tónica, primero con Carles Puigdemont y luego con Quim Torra. No se trata solo, ni tan siquiera principalmente, de la innegable pérdida de valor adquisitivo de las deterioradas retribuciones de todos los profesionales de la sanidad pública catalana, sino del descenso espectacular de todas las partidas presupuestarias del sector, de la reducción del número de profesionales, de la no conservación y actualización de las instalaciones y los equipamientos… Con el añadido, objeto de denuncia reiterada y muy destacada por parte de los convocantes de esta huelga, de la reducción del tiempo que pueden llegar a dedicar a la visita de un paciente en atención primaria: ¡solo 6 minutos!

La Catalunya real también existe. Más allá de las tan conocidas y cansinas proclamas oficiales inflamadas y solemnes, pero siempre faltadas de una mínima consistencia, esta actual huelga de los profesionales de la sanidad pública catalana pone al descubierto la existencia cierta de esta Catalunya real. Una Catalunya real que no tiene que ver ni con Waterloo ni con un “procés” que por ahora se nos ha revelado fracasado. Como el niño de aquel célebre cuento de Hans Christian Andersen que fue el único capaz de decir que el rey iba desnudo, esta huelga actual nos muestra la desnudez, vergonzosa y sobre todo vergonzante, de una Catalunya virtual, existente solo en las ensoñaciones de sus promotores y propagandistas.