Hay un refrán según el cual en el punto medio está la virtud. Y, aunque el refranero sea sabio, tomarlo al pie de la letra puede ser peligroso, sobre todo cuando los extremos en cuyo punto medio se pretende mantener el equilibrio no son equiparables.

Ya hablaba sobre esto cuando, a propósito del feminismo, aparecía una pléyade de personajes y personajillos inspirados diciendo cosas como que no eran feministas ni machistas sino personas, o que no querían machismo ni feminismo sino igualdad. Estas afirmaciones, que a priori podrían parecer razonables, son peligrosas, porque colocan en igual plano dos cosas que no pueden estar al mismo nivel: machismo y feminismo. Y, como sabemos -o deberíamos saber- el machismo defiende una serie de privilegios del hombre sobre la mujer que el feminismo trata de abolir para lograr la igualdad. Por eso existen tantas asociaciones feministas y ninguna oficial entre cuyos fines se encuentre el machismo, porque no se aceptaría su constitución ni inscripción legal.

A veces, cuando esos “personistas” o “igualistas” desplegaban sus argumentos, he aducido como ejemplo el del racismo. No sería de recibo decir que no se es racista ni antirracista, sino igualista. Porque, obviamente, no hay otra postura admisible en democracia que estar contra el racismo, y aquí no hay término medio que valga. Blanco y en botella, leche. O eso parecía.

Y es que, en los últimos tiempos, con ese ambiente de frentismo y crispación insoportable en que ha devenido la última campaña electoral, la madrileña, hay quienes nos quieren vender de nuevo la cabra de la equidistancia. Nos hablan de extremos y de mantenerse en medio, como si no pronunciarse en contra de determinadas cosas fuera admisible. Y discriminar a las personas por razón de su origen entra en esas cosas inadmisibles ante las cuales no hay otra opción posible que el rechazo.

Tampoco es posible reaccionar de otro modo ante las amenazas recibidas por alguien que la condena sin paliativos. Así se vivía en tiempo de la banda terrorista ETA y nadie hablaba de extremos ni de equidistancia. Quien no condenaba los hechos terroristas quedaba excluido.

Así que no me vengan con cuentos. No me hablen de extremos, ni de equilibrio ni de escupir a todas horas el “y tú más”. No me hablen de personistas, ni de igualistas En el punto medio solo está la virtud cuando las opciones son equiparables. Si no lo son, podemos caer en picado hacia el lado equivocado.