Durante el debate para la aprobación de la ley de bienestar animal, que ha dejado fuera de la norma a los perros de caza, el diputado de ERC Joan Capdevila lamentó que el Gobierno se hubiera atrevido a poner nuevos impuestos a eléctricas y bancos pero se haya acobardado ante el lobby de la caza. No es la primera vez que escribo una columna sobre la caza en España. Hasta ahora lo había hecho desde una perspectiva puramente periodística, haciéndome eco de los numerosos y graves accidentes que provoca esta actividad (el deporte con más muertes y heridos graves) o sobre la contaminación que provoca en los bosques y terrenos agrícolas (cinco mil toneladas de plomo anuales en España). Pero también sobre el necesario control que ejercen sobre las poblaciones de especies que en exceso, pueden ser dañinas para la agricultura como los conejos, los jabalíes y los corzos.

En esta ocasión escribiré desde la experiencia personal. Desde hace algo más de tres años he unido a mi actividad de periodista la de agricultor, no confundir con neorural, sino campesino de verdad a tiempo completo. Nuestra explotación agrícola está, como la de la inmensa mayoría de las que hay en nuestro país, dentro de un coto de caza. Es un coto pequeño, unas 5.000 hectáreas cuyos socios son, mayoritariamente, vecinos de la comarca. De esas 5.000 hectáreas la mayoría están cultivadas, casi en su totalidad cultivos de regadío donde abundan los frutales, los almendros y el cultivo de olivos intensivos. Específico el tema del regadío, porque eso implica que la inmensa mayoría de las tierras en las que está permitido cazar tienen mangueras de goteo muy sensibles al plomo.

Como la finca está dentro del coto, me he tenido que informar bien sobre las normas de caza. En teoría son garantistas: no se puede disparar a menos de 100 metros de la casa, en dirección a la casa está prohíbido a menos de 200 metros o hasta donde alcance la munición. No se puede cazar los días de niebla, de nieve y cuando el sol se ha puesto y, en general, siempre que haya mala visibilidad. Siempre que se cruce un camino (por en medio de la finca pasa un camino real) los cazadores están obligados a abrir la escopeta y no la pueden volver a montar hasta 25 metros más allá del camino. Como en el caso de la vivienda, está prohíbido disparar hacia el camino. Están obligados a recoger los cartuchos y un largo etcétera con el que no quiero aburrirlos.

En los casi cuatro años que llevo viviendo en el campo hemos recibido en varias ocasiones lluvias de perdigones estando sentados en el porche de la vivienda. Hemos tenido que trabajar con chalecos reflectantes en días de intensa niebla, porque a nuestro alrededor los disparos no cesaban y temíamos por nuestra integridad física, sin desdeñar los daños mentales que provoca sentirse involuntario protagonista de una escena de guerra. Los anocheceres, cuando los cazadores están a punto de retirarse muchos de ellos frustrados por su escasa suerte o su mala puntería, los disparos se multiplican exponencialmente y dudo mucho de que sean capaces de distinguir con tan poca luz y tanta rabia sobre que disparan.  Nunca jamás, ni en una sola ocasión, he visto a un cazador cruzar el camino con el arma abierta, ni tan siquiera colgada a su espalda, es más, la mayoría de las veces utilizan el camino para disparar porque tienen mejor visibilidad. Sobre el tema de los cartuchos sólo les puedo decir que tengo una maravillosa y extensísima colección de vivos y bonitos colores.

Evidentemente, no todos los cazadores son así. Antes de vivir en el campo quería creer que eran una minoría, pero la experiencia personal y la de otros muchos conocidos que viven en parecidas circunstancias, me dice que lamentablemente la minoría son los que cumplen las normas. Mi opinión también ha variado sobre el aspecto positivo que creía podían tener sobre el control de especies. La realidad es que, pese a que se presentan como la solución al problema del exceso de población, ellos son en gran medida los causantes de esa sobrepoblación. ¿Qué sentido tiene que digan que cazan jabalíes, corzos y conejos porque son dañinos para algunos cultivos y que al  mismo tiempo haya en España más de 800 granjas legales (se calcula que ilegales hay más del doble) dedicadas a la cría de, entre otras, estas especies? ¿Porqué se permite la caza indiscriminada del zorro, que es uno de los principales depredadores de conejos y topillos, especialmente abundantes en los últimos años?  Por no hablar de los numerosos "accidentes" en los que un disparo perdido acaba con valiosas rapaces, también eficientes controladoras de conejos y topillos. Siguiendo con mi experiencia personal, este mismo lunes encontré un cernícalo muerto a escasos 50 metros de la masía, el domingo había sido día de caza.

Desde que un cazador asesinó a tiros en Lleida a dos agentes rurales, en Cataluña éstos están obligados a patrullar en equipos de tres, sólo uno de ellos armado con una carabina, pese a que los agentes han pedido incesantemente que se les permita el uso de arma corta para poderse defender. En el tiempo que llevo en el campo, no he visto patrullar a un sólo agente rural en día de caza, solo en días libres de caza y para controlar actividades agrícolas.

Tiene mucha razón el diputado Joan Capdevila, el lobby de la caza en nuestro país es poderosísimo. Mueve mucho dinero y se comporta como una mafia. Sacar tus tierras de un coto no es tarea fácil, y quien lo intenta muchas veces se ve sometido a "ofertas" difíciles de rechazar. Urge que se tomen medidas de control valientes y los más interesados en que esto sea así deberían ser los cazadores que cumplen las normas y que ejercen la actividad con responsabilidad y respeto por el medio ambiente.