Según la Real Academia de la Lengua, "autodeterminación" tiene dos acepciones: la primera hace referencia a la "decisión de los ciudadanos de un territorio determinado sobre su futuro estatuto político."La segunda es la "capacidad de una persona paradecidir por sí misma algo."

Analizando el panorama actual llego a la conclusión de que lo que hace falta es, precisamente, autodeterminación. En los dos sentidos. 

Autodeterminación de los territorios que hoy conforman una España que no está demostrando entender la grandeza de su diversidad, que dicho sea de paso, es lo único que la caracteriza. El error histórico de poner en valor lo cuantitativo en lugar de lo cualitativo ha hecho a España seguir sin saber quién es. Somos un estado sin nación, por mucho que alguno se empeñe en imponer una bandera, una lengua y una mentalidad retrógrada como marca patria. 

España, para mí, debería ser ese acuerdo de convivencia, de suma en esfuerzos y división de cargas. Sin embargo, está patrimonializada por esa manera tan imperial de sumar territorios, hectáreas, tierras, aguas, trozos de un mapa. Y a quien se ponga por el medio: destierro, muerte, prisión. Da igual el año en el que te plantees esto, pues se viene haciendo así desde que alguien bautizó a la piel de toro. 

Sea como fuere, que para explicar esto están los historiadores (o deberían), la cuestión que a mí me ocupa es tratar de entender qué entienden por "España" los "balconeros". 

Si pretenden explicarme que hay igualdad en algún sentido entre un extremeño y un euskaldun, entre un gallego y un murciano. La lengua es un instrumento que nos sirve para unir, ¡qué duda cabe! Y cualquier lengua siempre nos servirá para ensanchar el alma, sumar afectos y crecer. Pero los de mucha España oé rechazan y persiguen el uso de las demás lenguas que conviven con el español. Si tanto quieren una España cohesionada, ¿por qué nadie propone que en todas las escuelas públicas de todos los territorios se conozcan, al menos de manera básica, todas las lenguas que se hablan en el Estado?

Es curioso que los que aseguran que "Cataluña es España, Euskadi es España, Galicia es España, Canarias es España..." no tengan el más mínimo interés por integrar a Cataluña, a Euskadi o a cualquier nación de las que convive en el mapa con nosotros. Al contrario: se suma el territorio, se suman sus aportaciones económicas pero no se quiere saber más de ellos. Entonces, si España no integra su cultura, su acervo, sus colores, olores, su riqueza en todos los sentidos, ¿a qué se refieren con la obligación moral de apelar a la unidad de España? ¿Qué unidad cabe si no se fundamenta en el profundo respeto y afecto a la diferencia? 

El derecho de cualquier individuo a expresar, debatir, pensar de manera colectiva cómo quiere construir el sistema por el cual ha de regirse con la comunidad es fundamental para avanzar como sociedades conscientes. El derecho de autodeterminación es clave en una sociedad que debería alejarse del alineamiento que está convirtiendo a la ciudadanía en mera sociedad de consumo. 

Caminar hacia un futuro en el que las personas tomen mayor conciencia de su existencia, de sus posibilidades, de su capacidad para desarrollar todo aquello que sueñen conseguir. Construir una sociedad poliédrica que respete y cuide de lo más preciado: la cultura, que se despliega en cualquier ámbito colectivo e íntimo que nos sitúa en una dimensión más profunda. 

Negarnos el derecho de construir, de avanzar, de conocer y creer es matarnos como sociedad. Negar la diversidad y su riqueza, perseguir las formas de pensar divergentes es apagar la luz. Y este país ya ha vivido a oscuras demasiado tiempo. 

El pueblo, de manera colectiva ha de tener la posibilidad de decidir de manera conjunta, participando y permitiéndose abrazar aquello que entienden cercano, próximo, esencial. 

Pero también se define la autodeterminación como la "capacidad de una persona paradecidir por sí misma algo". Y andamos escasos de ello en la población española, tan intoxicada a través de medios de propaganda, sin reflexión ni análisis, y adormecidos tras haber desconectado mediante un sistema educativo que solamente pretende generar piezas que produzcan y consuman. 

Y ha llegado al punto en el que preferimos que todo lo hagan por nosotros. Mirar hacia otro lado y quejarse mucho sin una actitud constructiva es la marca España de hoy. Y los políticos no son menos, pues son un reflejo: solamente saben gritar e insultar a quien no piense como ellos. 

Se llega al punto de criminalizar el diálogo que es la base de la convivencia. Lo hacen, sobre todo, quienes quieren imponerle a una parte de los territorios que se queden. Precisamente ellos que son quienes más deberían generar afectos y entendimiento, pues se oponen a la marcha de los independentistas. 

Y sin embargo, quienes respetamos profundamente las decisiones que libremente tomen los pueblos, somos quienes más afectos estamos generando con ellos

Quizá la clave sea la libertad, la de Kant (ese que en realidad nunca leyeron los que tanto lo necesitan). Esa metafísica de las costumbres que tan bien les vendría ahora. Hacer el bien de manera libre y consciente. De eso nos hace falta.