Procura eludir responsabilidades y no mojarse nunca. Es Rajoy, desde luego, la cara opuesta a la del candidato socialista en las próximas generales, Alfredo Pérez Rubalcaba. A éste, en cambio,  se le conoce por su hiperactividad y su firme  voluntad socialdemócrata, cueste lo que cueste y sin escabullirse. Los populares se la tienen jurada. Los clarividentes entre los genoveses –que lo hay, aunque sean pocos- reconocen en petit comité que le temen porque es un político peligroso, que se mete en el área sin miedo y marca goles.

Impertérrito
El líder de la derecha juega –como acostumbra- a la ambigüedad de forma deliberada. Se ha quedado de nuevo impertérrito al enterarse de la última canallada verbal de Jaime Mayor Oreja, capaz de proclamar en la COPE –como Dios y Rouco mandan- que “Zapatero condena los crímenes de Noruega mientras legitima los de ETA”.

Leyenda infame
El  silencio de Rajoy  al respecto  sólo contribuye a potenciar la leyenda infame de que los socialistas se dedican a legitimar a los 900 asesinados en los últimos cincuenta años.  ¿Puede el aspirante conservador a la Presidencia del Gobierno avalar –por la vía de que “quien calla otorga”- las palabras calumniosas, propias de la extrema derecha, pronunciadas por Mayor Oreja? No debiera Rajoy hacerlo, pero ya estamos muy acostumbrados a tanto dislate, a tanto embuste y a tanta malignidad.

La puerta de salida
Rajoy tendría que reprochar públicamente a Mayor Oreja y abrirle sin miramientos la puerta de salida de un partido, el PP,  que en teoría se define como de centro-derecha. Rajoy ha rebasado con creces los límites razonables de la crítica política democrática. Los ha rebasado desde hace años. Ha confundido la crítica con los más graves insultos de los cuales Mayor Oreja es un especialista. Rajoy no dirá nada, protegerá a Mayor  Orejay y si acaso, susurrará la cantinela del vago: “Esto es un lío, no me jodas, qué vamos a hacer”. Y seguirá con su puro.

Enric Sopena es diector de ELPLURAL.COM