Los medios de comunicación y los periodistas solemos trocear la realidad para interpretarla con más facilidad, pero eso conduce en la mayoría de las ocasiones a una visión atomizada o dispersa que dificulta el análisis integral de los conflictos. En el caso de los bulos o las mentiras fabricadas para desinformar, despistar y confundir urge su inventario o catalogación para evaluar con rigor la magnitud del problema. Una conversación la semana pasada con un antiguo amigo, al que le había perdido la pista desde hace décadas, me ha dado los mimbres para elaborar el repertorio de falsedades que la ultraderecha ha conseguido colocar en la mente de muchos de nuestros conciudadanos.

Sobre racismo y supremacismo la mentira principal es la conspiración para reemplazar a la población blanca de Europa y América del Norte por inmigrantes de otras razas y culturas. El peligro principal lo focalizan en los musulmanes y como ejemplo se cita el de las iglesias cristianas convertidas en mezquitas en Reino Unido. Respecto a los flujos en cayucos de personas subsaharianas en Canarias, se exageran los problemas de acogida y de hacinamiento en los centros de internamiento y se transmite la idea de que pronto estallará el asunto y será inmanejable.

En cuanto al calentamiento global y la emergencia climática, se niega y se afirma que la segunda es una respuesta exagerada porque siempre hubo ciclos de sequía y lluvias y que ahora en la Antártida hay más superficie helada que nunca. Todo ello sin aportar un solo dato fiable o contrastable. En el caso de España se afirma que durante el gobierno de coalición se han demolido más de 200 presas, cuando lo que se ha hecho ha sido demoler azudes o pequeñas barreras fluviales en desuso.

De la memoria histórica lo que se dice son mentiras infames resumidas en que la búsqueda de los cadáveres de las fosas comunes del franquismo se hace por dinero, para obtener jugosas indemnizaciones. 

En torno a las consecuencias de la pandemia, el despliegue de bulos, falsedades y mentiras llega a cimas difícilmente superables por la ficción más fantasiosa. El covid fue un montaje para que las farmacéuticas hicieran el negocio de la Historia con las vacunas, que han causado ya miles de muertes por sus efectos adversos, que siguen siendo la razón de que una mayor mortalidad se mantenga en el tiempo y que los países menos vacunados
han registrado menores tasas de muertes entre la población adulta.

Respecto al desafío demográfico y la baja natalidad, en los países desarrollados recomiendan penalizar el aborto y que la mujer vuelva a ser la reina del hogar, con la pata quebrada, y sacrtificada para críar una abultada prole.

La mirada fake sobre la situación económica incluye perlas del tipo: los jóvenes prefieren las ayudas y los subsidios de paro a unos sueldos que no les compensan el esfuerzo.  

Finalmente y en relación con Europa la visión euroescéptica se impone y se propaga que el euro nos ha empobrecido y que la UE no nos conviene. Tras este esbozo de inventario de bulos ultras no es de extrañar que una parlamentaria de Vox afirme en el Congreso que no votan la reforma de la Constitución sobre el término disminuidos porque la ley de eutanasia sirve para matar a las personas con discapacidad.