Vuelvo, como en mi artículo anterior, al poeta, para decir mi verdad. Si el poeta Antonio Machado se ha convertido, en cierta medida, en padre espiritual de nuestro país, no es sólo por su enorme talento literario. En su poesía, transida de reflexión y sabiduría, hay verdades hondas, reflexiones sobre nuestra naturaleza y carácter como país y como ciudadanos. En uno de sus poemas más emblemáticos, “Por tierras de España”, utiliza su conocimiento de nuestra historia para reflexionar sobre los terribles sucesos que le tocó vivir y que acabaron, no sólo con la modernidad de la Segunda República, tras el golpe de estado, sino además con las esperanzas y las vidas de muchos miles de ciudadanos de la forma más cruenta. Machado apunta sobre la naturaleza cainita de nuestros conciudadanos, rasgo fratricida que no sólo sucede entre las filas contrarias del sentir político e ideológico. Al final de su poema concluye con estos versos: “—no fue por estos campos el bíblico jardín—;/son tierras para el águila, un trozo de planeta/por donde cruza errante la sombra de Caín.”

Mientras muchos analistas se centran en los posibles pactos y conformación de gobierno, si hay repetición electoral, o en la aritmética parlamentaria, yo quiero fijarme en este machadiano perfil tan español ya retratado en las pinturas negras de Goya. Esa sombra de Caín, de “las dos Españas”, que ha latido en la última legislatura y en la campaña electoral, no ha tardado tampoco en aparecer tras los comicios. La ex ministra del PP y ex presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, reina de la charca de ranas corruptas y sentenciadas de la reciente historia de la Comunidad, no ha tardado en tratar de abrirle la cabeza al presidente de su partido Alberto Núñez Feijóo. Lo ha hecho de la sibilina, y en el fondo torpe, manera que acostumbra últimamente: alentando a otros a pedir la cabeza de su presidente, usando a su sucesora, Isabel Díaz Ayuso. Apenas unos días después de las elecciones, en la que la fuerza más votada era su partido, aunque con dificultad, por no decir casi imposibilidad de gobernar, -lo que a pesar de todo era un éxito electoral pues recuperaban muchos escaños perdidos-, pretendía ser convertido en aquelarre de Aguirre contra Feijóo. No le salió muy bien pues, en esta ocasión, Ayuso ha estado sensata y moderada-y no es habitual-, y ha cerrado filas entorno a Feijóo a pesar de no haber hecho demasiada campaña en la Comunidad por él. En el ala derecha, Vox tampoco ha tardado en responsabilizar al PP de su mal resultado electoral, se dejan 19 escaños por el camino, poniéndole a Feijóo, banderillas como “que busque a algunos socialistas buenos para que sea presidente". No se entera Abascal y os suyos de que España, a pesar de todo, sí se ha vacunado contra discursos machistas, negacionistas y homófobos, que han podido corroborar en plena campaña con los gobiernos de coalición municipal y autonómicos de censuras, derogación de leyes, derechos y protección a colectivos amenazados, y que esto ha sido clave en su pérdida de poder, y en la pérdida de la mayoría acariciada por el PP en las encuestas. Esto, junto a la incomparecencia de Feijóo en el último debate, desprecio a los medios públicos que ya cometió en su momento Javier Arenas con el mismo mal resultado, es lo que han pagado caro, aunque Abascal no haya tardado en tratar de romperle la crisma, políticamente hablando, a aquel con el que pretendía formar gobierno de coalición.

Si nos vamos por el ala izquierda, tampoco es que florezca el bien, sino más cainismo, de nuevo. Los independentistas de ERC y JUNTS parecen no enterarse que han perdido casi la mitad de votos y representación, en un momento, postpandemia, en el que la Independencia ha dejado de ser preocupación y prioridad para la mayoría de los catalanes. Su oportunismo de baja estofa es tan zafio que, en vez de salir del laberinto histórico en el que están, parecen más dispuesto a darle al bloque de derechas opción a gobernar, bien por falta de apoyos de la izquierda, bien por tener que ir a nuevas elecciones. Lo más escandaloso es el infantilismo perverso de los exdirigentes de PODEMOS fieles al personalismo mesiánico de Pablo Iglesias, como Irene Montero, Pablo Echenique o Ione Belarra, que, además de no ayudar en nada durante la campaña de SUMAR, no han tardado en salir a degüello, usando todas las mismas palabras dictadas del macho alfa Iglesias, contra Yolanda Díaz. Belarra ha arremetido contra la decisión de la líder de la confluencia de izquierdas de dejar fuera a la ministra de Igualdad, Irene Montero, lo cual se ha traducido, a juicio de Belarra, en que Sumar “se deja más de 700.000 votos y muchos escaños respecto al peor resultado de Unidas Podemos”“La estrategia de renunciar el feminismo e invisibilizar a Podemos no ha funcionado electoralmente”. Impresentable y verdad a medias, que es una mentira a medias o completa, también. Para empezar Yolanda Díaz no tenía por qué obedecer al unido Pablo Iglesias, que para estar retirado sigue dando la misma matraca que ciertos expresidentes contra los que él disparaba constantemente por sus intromisiones políticas. Por otro lado, PODEMOS ya había perdido muchos votos en las municipales y locales, desapareciendo por completo en muchos gobiernos como el emblemático de Madrid donde nacieron como fuerza política. La mayoría de los dirigentes y bases de la formación morada se sumaron a la propuestas de Díaz, frente a la reticencia y exigencias de cargos y puestos de salida de Iglesias y los suyos. Es bastante probable que, PODEMOS, que se ha creído que inventó la lucha social, el feminismo y los derechos LGTBI, hubiera terminado de desaparecer o de ser insignificante, de no ir en coalición con SUMAR. La actitud de la teledirigida Belarra, es una constante cainita que hemos vivido en el seno de la coalición de gobierno de izquierdas, y donde ella, principalmente, parecía más empeñada en desgastar públicamente esa coalición que en trabajar por los derechos de los españoles, que era para lo que estaba en el consejo de ministros. Todo esto, lo único que evidencia es que, la llamada nueva política, tanto en la derecha, con la extinta CIUDADANOS, como en la izquierda, con PODEMOS, han demostrado que sus brillantes eslóganes escondían que no llegaban para cambiar la “vieja política”, sino para hacerse un hueco en ella, para conseguir su cuota de poder y vanidad, aunque fuera a costa de la ciudadanía y de sus propias ideas. Bien está pues que se vayan disolviendo, esperemos que el camino de descenso de la extrema derecha también marque la misma pauta, pero hay algunos que dada su naturaleza y mal estilo no van a marcharse sin tratar de dejar alguna cabeza herida por el camino…Cuantos hijos e hijas de Caín…