Hubo un tiempo, conviene recordarlo, en el que Baltasar Garzón Real era un magistrado jaleado por su valentía y la determinación inequívoca que mostró en la lucha judicial contra la banda terrorista ETA. Sin temor a nada y exponiéndose más que otros compañeros, instruyó decenas de sumarios que supusieron golpes muy efectivos a la estructura de la organización, además del encarcelamiento de muchos de los principales dirigentes de la banda. Era entonces cuando el "juez sin miedo" contaba con el apoyo entusiasta de muchos medios que tiempo después arremetieron contra él en un ejercicio de travestismo digno de mejor causa.

De héroe a villano
Su abandono temporal de la carrera judicial para fichar por el PSOE como independiente, le supuso recibir críticas inmisericordes de tirios y troyanos. Sólo cuando, asqueado, dejó la política tras no obtener lo que creía que resultaba acorde con su trayectoria, volvió a recibir el cálido abrazo de los que disfrutaban con el enjuiciamiento y posterior envío a prisión de la cúpula del ministerio del Interior de Felipe González: Barrionuevo, Vera, Sancristóbal, Juan de Justo y demás implicados en la trama de los GAL y los fondos reservados. Un sumario oportunamente extraído de su cajón nada más reincorporarse al juzgado de instrucción número 5 de la Audiencia Nacional.

Con Gürtel topó el juez
La definitiva caída de magistrado se produce cuando éste osa investigar la trama Gürtel. Ahí es cuando al juez se le encienden todas las luces rojas y también se le saca la tarjeta de mismo color por parte del CGPJ que le suspende de sus funciones ante la denuncia, admitida, de haber grabado las conversaciones de alguno de los delincuentes del caso con sus abogados en prisión. No soy jurisperito y, por tanto, no voy a pronunciarme acerca de lo acertado o no de esta decisión reservada en nuestro ordenamiento jurídico para casos tasados de terrorismo o narcotráfico, pero no puede dejarse de resaltar la paradoja de que, con seguridad, el juez instructor del caso Gürtel va a verse sentado en el banquillo ante un tribunal mucho antes que los principales implicados en esta trama de corrupción.

Amores y odios
En un país de blancos y negros, de Joselito o Belmonte, de todo o nada y de amores y odios; la división de opiniones sobre Garzón no iba a ser una excepción. Al juez se le quiere o se le odia sin matices. La derecha más acérrima no le perdona haber puesto en picota a varios dirigentes del Partido Popular o investigar los crímenes del franquismo setenta años después. Y una buena parte del Partido Socialista cree que se pasó de riguroso, actuando por despecho, cuando encarceló a quienes habían sido sus compañeros de aventura política en el ministerio del Interior.

Un futuro incierto
Con tres causas abiertas en los tribunales del justicia y una nueva petición de suspensión por parte del órgano de gobierno de los jueces, Garzón no pasa, desde luego, por sus mejores momentos. Apartado, violenta y súbitamente, del foco mediático y con un futuro profesional más que incierto, su figura cotiza a la baja. Pero eso no quiere decir nada en el caso del "hombre que veía amanecer". Como el ave fénix sabe renacer de sus cenizas y ahora las circunstancias pueden depararnos de nuevo una sorpresa. Lo malo en Garzón es que siempre que logra remontar el vuelo termina capotando, bien por errores propios o por el fuego graneado ajeno. Ése parece ser su sino.

Antonio San José es periodista y analista político