La historia de la Educación está enmarcada en la apropiación que de ella siempre hizo, de manera secular, la Iglesia, convirtiéndola desde la Edad Media en su propio monopolio y horneándola a su beneficio. Sin duda, controlar la información que llega a las personas es controlar a esas personas, muy especialmente si ello ocurre desde la infancia. Y también la historia de la Educación está enmarcada en la lucha de hombres prominentes por liberarla del poder clerical, y por rescatarla de las garras de la superstición, la irracionalidad y el dogmatismo.

Es muy curioso que hayan ostentado el poder sobre la Educación los que se dedican a imponer y difundir dogmas, porque no hay nada más acientífico y lejano al conocimiento que la dogmática. Los dogmas son verdades reveladas, es decir, leyendas indemostrables, cuando no directamente mentiras. Para conocer la verdad hay que investigar, razonar, buscar, analizar, comprender y demostrar; justamente todo eso que la irracionalidad religiosa considera pecado o herejía. No es ajeno a nadie el hecho de que el cristianismo y la Iglesia católica llevan 20 siglos persiguiendo a científicos, investigadores, sabios y, en general, a todo aquel que haya buscado evidencias que contradigan sus indemostrables doctrinas. Del Islam mejor no hablar, porque a día de hoy siguen persiguiendo y condenando a muerte a escritores y pensadores que les molesten en sus delirios y absurdeces. Recordemos por ejemplo a Salman Rushdie, Oriana Fallaci, el director de cine holandés Theo Van Gogh, o el terrible atentado en Paris a la revista satírica Charlie Hebdo.

Copérnico, Galilei, Servet, William Tyndale, Kepler, Descartes son sólo unos pocos ejemplos de hombres eminentes dedicados a la ciencia que fueron perseguidos, torturados y acosados por la religión que, o bien perdieron sus vidas, o se retractaron de sus descubrimientos si querían conservarla. Eran “herejes”, porque finalmente la ciencia busca la verdad y el progreso; y la verdad y el progreso son, como decía el gran Charles Baudelaire, la gran “herejía” para el pensamiento oscuro y decadente.

Movimientos culturales como el Renacimiento en el siglo XVI, la Ilustración y el Racionalismo del siglo XVIII, el naturalismo y el Krausismo del XIX han perseguido, como componente importante del humanismo y del derecho a la libertad, la independencia de la enseñanza respecto de cualquier componente religioso. En España, entre 1876 y 1936, se hizo un esfuerzo enorme que dio lugar a una institución maravillosa: La ILE, Institución Libre de Enseñanza que, gestada por Azcárate y Giner de los Ríos y basada en un modelo de Educación universal, racional y científica, se convirtió en el foco de la vida cultural del país, y en un ejemplo de pedagogía laica y moderna que ya quisiéramos tener hoy. En una España en la que la mayor parte de la población era analfabeta y no tenía posibilidad de acceso a la enseñanza reglada, la ILE, para empezar, proponía una profunda renovación pedagógica, siempre hasta entonces en manos del clero, y promovía la escolarización de toda la población española.

Mucho ha llovido desde entonces y las cosas, en esencia, no han cambiado. En pleno siglo XXI, en la era de los avances tecnológicos y de la cibernetia, el pensamiento dogmático e irracional de la religión sigue estando implantado, con mucha fuerza, en el sistema educativo español, y mucho más desde el empuje de los gobiernos de la derecha neoliberal. Los conciertos educativos, además, consiguen que todos los españoles, creyentes y no creyentes, estemos financiando los colegios privados religiosos, que son casi todos, y se han convertido en un gran negocio, financiado, repito, con dinero público. Y se sigue adoctrinando en ideas dogmáticas, misóginas e intolerantes. Y se sigue difundiendo en las aulas españolas el antropocentrismo cristiano que considera a los animales y a la naturaleza como “un regalo de dios para uso y disfrute del hombre”, lo cual es el germen ideológico del apego a la crueldad y al desprecio a la vida animal.

En este contexto, la asociación laicista Europa Laica promueve, como hace todos los años, una campaña, “por una escuela pública y laica” en la que exige sacar la asignatura Religión del horario lectivo para despojar a la Educación española de la profunda carga confesional que ahora tiene, y para que el Estado deje de financiar a los centros concertados “que promueven el adoctrinamiento religioso”.

Los participantes en la campaña, que son asociaciones de padres, sindicatos de enseñanza, alumnos, profesores e incluso la organización Redes Cristianas, denuncian los Acuerdos vigentes con la Santa Sede, en base a los cuales se establece la obligatoriedad de que haya clases de Religión en horario lectivo, y exigen al nuevo Gobierno que promueva una reforma de la Ley educativa que sitúe a la religión fuera de la escuela. Porque, recordando al gran erudito mexicano Ignacio Ramírez, quien fue uno de los grandes artífices del Estado laico mexicano, decía en referencia a la laicidad en la Educación que “el crimen más grande que puede cometerse contra cualquier ciudadano es negarle una educación que le libere de la ignorancia y de la miseria”.

Coral Bravo es Doctora en Filología