Con los embalses al 40 % de su capacidad, y previsiblemente por debajo de esa cifra cuando arranque el evento (2 de diciembre), la Cumbre del Clima de Chile que se va a celebrar en Madrid (todo es cada día más difícil) debe prestar especial atención a las dificultades de acceso al agua potable en el mundo.

Unas dificultades que no solo se cronifican y empeoran en las regiones del planeta más desfavorecidas por los rigores climáticos, sino que amenazan también a la población de los países más desarrollados y por lo tanto más capacitados para hacer frente a dichos rigores. Porque en la medida en que el rigor va dando paso a la hostilidad climática, la resiliencia de nuestras ciudades se ve seriamente amenazada.

Según señalan los informes del panel internacional de expertos en cambio climático (IPCC), el organismo de la ONU que sigue la evolución del calentamiento global, analiza sus causas y alerta de sus consecuencias, los efectos sobre los recursos hídricos del planeta se están produciendo de manera tan intensa y acelerada que si no reaccionamos de manera inmediata el acceso al agua potable podría verse en peligro a mitad de siglo en regiones densamente pobladas.

Los habitantes de algunas grandes ciudades del mundo, donde hoy en día el derecho humano al agua está absolutamente garantizado y nadie podría prever problemas de abastecimiento, pueden incorporarse a la lista de damnificados por las intensas sequías y las fuertes tormentas que destruyen equipamientos básicos.

Algunas de las metrópolis más pobladas del planeta, como Ciudad de México, que se está hundiendo casi medio metro al año sobre el lecho de su acuífero vacío, Miami, donde el acuífero del que se abastece se está salinizando por la intrusión del Atlántico, El Cairo, Ciudad del Cabo, Los Ángeles y otras como Londres o Moscú deben hacer frente al importante reto de garantizar el suministro de agua potable a la población en tiempos de crisis climática

Todo ello mientras la situación de escasez se agudizará todavía más en los países que ya sufren de sequía crónica, lo que motivará el estallido de nuevos y graves conflictos armados para garantizarse el acceso al agua y provocará el desplazamiento de nuevas bolsas de población que huyen de la sed y el hambre. Emigrantes climáticos cuyo número no para de crecer y que está generando millones de refugiados que van a requerir toda nuestra atención y solidaridad en los próximos años.

En este escenario las grandes áreas que intervienen en los servicios del ciclo integral del agua, desde la operativa a la gobernanza, deben confluir en un objetivo común: asegurar el abastecimiento desde el máximo respeto al medio ambiente y el compromiso con la conservación de la biodiversidad del medio acuático; la más amenazada de todo el planeta.

Garantizarnos un acceso cómodo y seguro al agua potable no debe ir en detrimento del agotamiento del recurso, un recurso vital no solo para nosotros sino para el conjunto de seres vivos que pueblan la naturaleza. Por eso la Cumbre del Cambio Climático de Chile en Madrid deberá afrontar este importante reto desde esa doble perspectiva: la de atender nuestras necesidades de acceso al agua sin poner en riesgo las del resto del planeta.