Hace apenas un mes, el señor Feijóo hizo un llamamiento solemne a los españoles para sumarse a lo que él denominó “la revolución de la decencia”. Lo dijo con esa gravedad impostada que tanto le gusta, como si él y su partido fuesen una especie de reserva moral del país. Sin embargo, viendo los últimos acontecimientos, cabe preguntarse: ¿se refería a dar un paso al lado? ¿Está preparado para asumir responsabilidades?
Porque si hablamos de decencia, hay que empezar por mirar a la propia formación que preside. Un partido que arrastra una larga y documentada trayectoria de casos de corrupción, y que no siempre ha respondido con la contundencia que cabría esperar. No lo olvidemos: el PP es hasta la fecha, el único partido político en toda Europa condenado como tal por corrupción en una sentencia firme. ¿Eso forma parte de su revolución ética, señor Feijóo?
En estos días asistimos a un nuevo episodio que debería hacer reflexionar: el exministro Cristóbal Montoro ha sido imputado junto a 28 altos cargos de Hacienda, por “presuntamente” haber utilizado el ministerio —el mismo que pedía sacrificios a todos los ciudadanos durante la crisis— para favorecer a determinadas empresas del sector energético. La causa investiga delitos tan graves como cohecho, malversación y organización criminal.
Hablamos del mismo Montoro que fue ministro de Hacienda en dos etapas: primero con Aznar (2000-2004), y después con Rajoy (2011-2018). El mismo que diseñó una amnistía fiscal que benefició a grandes fortunas y a quienes ocultaban patrimonio. El mismo que lideró el rescate bancario con dinero público, mientras pedía a las familias españolas “apretarse el cinturón”.
Ahora sabemos que hasta dos cúpulas completas del Ministerio de Hacienda han sido llamadas a declarar como investigadas: nueve cargos de su segunda etapa, cuatro de la primera, y él mismo. Se investiga una posible trama dentro de la Administración del Estado, con conexiones políticas y empresariales, que debería escandalizar a cualquier demócrata. Pero desde el PP… silencio y cero autocrítica. Feijóo no ha hecho declaraciones al respecto. ¿Tomará alguna medida? ¿O se repetirá lo ya vivido en otros casos?
Porque sí, Rodrigo Rato fue condenado. Fue vicepresidente con Aznar. Eduardo Zaplana también está procesado. Jaume Matas fue condenado. Y la lista continúa: muchos exministros del gobierno de Aznar han estado implicados o investigados en distintas causas. Y, sin embargo, Aznar continúa dando lecciones desde los medios que le ofrecen espacio. Hace unos días sentenciaba: “Si te asocias con presidiarios, no te extrañe acabar en la cárcel, porque ese es tu ambiente”. Palabras que suenan paradójicas, viniendo de quién presidió un gobierno con tantos casos abiertos.
Lo que estamos viendo no es anecdótico. Es estructural. Es un patrón de comportamiento que ha marcado a la formación de derechas en distintas etapas. Y no solo a nivel estatal. Valencia, Baleares, Madrid, Galicia, Castilla y León… en todas estas comunidades se han documentado tramas que apuntaban a la existencia de mecanismos sistemáticos para desviar recursos públicos, amañar contratos, o financiar ilegalmente campañas.
¿Y qué hace hoy Feijóo? En lugar de marcar una ruptura, rinde homenaje a los expresidentes Rajoy y Aznar en el reciente congreso federal del PP. Dos líderes bajo cuyo mandato estallaron las tramas más escandalosas de corrupción que ha vivido este país. Mientras tanto, se aparta del relato de Pablo Casado, el único dirigente del PP que en su día denunció públicamente la existencia de una red de comisiones y prácticas corruptas dentro del partido. Por eso se le oculta y se reniega de sus denuncias. Hoy, ese relato ha desaparecido. El pacto de silencio parece total.
Y resulta curioso -y preocupante- que esta noticia apenas haya tenido eco en los medios de derechas. ¿No les parece relevante que un exministro de Hacienda y parte de su equipo estén imputados por “presuntamente” beneficiar a empresas del sector energético? ¿No es legítimo preguntarse por qué el PP siempre vota en contra cuando el Gobierno propone aumentar los impuestos a estas empresas?
La doble vara de medir es evidente. Cuando se trata de la izquierda, se exige dimisión inmediata ante cualquier sospecha. Cuando afecta al PP, se minimiza, se silencia, o directamente se oculta. Hay medios que actúan más como propagandistas del PP que como espacios informativos. Esto también forma parte del problema.
Ahora bien, quiero subrayar algo: no me cabe duda de que la mayoría de los votantes del PP son personas honradas, decentes, trabajadoras. Gente que cumple con sus obligaciones, que cuida a los suyos, que quiere lo mejor para su país. Pero entonces… ¿cómo explicar que sigan apoyando a un partido cuya historia reciente está marcada por tantos escándalos? ¿Cómo entender que, tras años de recortes en sanidad, educación y dependencia, sigan apareciendo como alternativa de gobierno?
La respuesta, quizás, esté en el eficaz aparato de comunicación que la derecha ha construido. En su capacidad de invisibilizar errores propios y amplificar cualquier tropiezo ajeno. Pero cada vez es más difícil sostener esa narrativa. Porque los hechos son persistentes. Y porque la memoria colectiva -por más que intenten diluirla- aún conserva las huellas de la Gürtel, la Púnica, Lezo, la Operación Kitchen, los sobresueldos, las amnistías fiscales…
Y mientras tanto, este Gobierno sigue impulsando medidas para mejorar la vida de la gente. Subiendo el salario mínimo, blindando las pensiones, ampliando derechos, reforzando la sanidad y la educación pública. Ahora, además, reformando la Ley de Dependencia para acortar los tiempos de espera de quienes más lo necesitan. Esta es su prioridad.
Señor Feijóo, si realmente quiere liderar una revolución de la decencia, comience por su partido. Haga limpieza. Deje de blanquear el pasado. Rompa con quienes causaron un daño inmenso a la credibilidad de las instituciones. Hasta entonces, ese eslogan no convencerá a nadie con un mínimo de memoria… y un mínimo de dignidad.