Pablo Casado lleva una semana penosa. Arremetió contra el presidente del Gobierno en lo que se suponía iba a ser una pregunta en relación al Debate del Estado de la Nación, pero se convirtió en una cadena de despropósitos sobre el niño de Canet y presuntos abusos sexuales a menores, para calificar luego de “chorradas” los planteamientos del ministro Alberto Garzón en relación a los juguetes igualitarios.

El líder del PP también soltó una palabra malsonante que sus palmeros aplaudieron desde los escaños en una demostración de falta de respeto colectivo a la Institución que representa a los ciudadanos de este país. Cuando la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, le reprochó en privado el tono y el contenido de sus intervenciones, la proclamó su nueva enemiga dando orden a los suyos de que la ataquen cuando haya ocasión. Mas allá de toda sensatez, la llamó defraudadora fiscal. 

La incondicional portavoz parlamentaria del partido de Génova, 13, Cuca Gamarra, en un tono de cierta rabia dijo, parafraseando a su jefe, que Calviño era una nefasta ministra de Economía y que estaba hundiendo a España. La vicepresidenta Calviño, muy valorada en Bruselas por quienes han colaborada con ella, interlocutora de excepción para la consecución por España de los Fondos Europeos que ya empiezan a manar, se ha convertido en el nuevo blanco de la oposición. Según parece, los insultos dedicados a Pedo Sánchez, por reiterados, ya no deben producir el impacto deseado por el PP.

Es notable lo pronto que los populares se han olvidado de Rodrigo Rato, vicepresidente y ministro económico con Aznar, sus asuntos en paraísos fiscales y la condena de cuatro años y pico de prisión por las tarjetas black de Caja Madrid.

Cómo será la perdida de papeles de Pablo Casado que su correligionario Alberto Nuñez Feijóo, presidente de Galicia, le instó en público a la tranquilidad y a la reflexión durante un acto celebrado con alcaldes y portavoces municipales de Coruña, celebrado este mismo viernes. “El gran reto que tienes tú hoy es llevar la responsabilidad, la serenidad y el sosiego a la política española”, le dijo.

Para qué quiso más el presidente del PP: “¿Tenemos que callarnos?”, replicó a quien podría ser a medio plazo el líder en España del Partido Popular. La advertencia de Feijóo de que “lo verdaderamente revolucionario es la serenidad”, la política ausente de crispación “como la que hacemos en Galicia” debió colmar la irritación de Pablo Casado, que no quiso dar su brazo a torcer.

Como el Gobierno, la economía y el entendimiento entre los agentes sociales van marchando, los disgustos que le propina la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y con Vox al fondo controlando, ahora solo le faltaba a Casado que el presidente gallego le echara una bronca. Mas le valdría, como le dijo Sánchez en la sesión parlamentaria de marras, tener cuidado con el café que toma, porque los excesos no son buenos