El diputado de VOX José María Figaredo se quejaba el miércoles en el Congreso de los Diputados del abuso que padecen los trabajadores por parte del estado, ya saben ustedes lo mucho que le preocupa a la extrema derecha la situación de los más desfavorecidos, y ponía como ejemplo que un trabajador que cobra el salario mínimo interprofesional, 15.876 €, debe pagar en concepto de IRPF 8.400 €, es decir, el 54% de su sueldo. Al señor Figaredo le han aprobado la carrera en la Universidad Pontificia de Comillas, que es una universidad privada y cara, por supuesto. Si yo fuera uno de sus progenitores, y gracias a Darwin no lo soy, hubiera ido el mismo miércoles a la secretaría de la universidad a pedir la devolución del coste de los estudios, porque como sabe casi todo el mundo, menos los diputados de VOX, quien cobra el SMI está exento de pagar IRPF.

Esta preocupación por los impuestos que pagan los trabajadores, se ha puesto muy de moda entre quienes tienen entre sus principales intereses la defensa de la clase obrera. Justo después del desvarío del analfabeto o mentiroso, lo dejo a su libre elección, diputado de VOX, salió a la palestra el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, para sugerir que sean los trabajadores los que reciban su nómina mensual completa para que, de esa manera, sean ellos quienes ingresen ante la Seguridad Social sus cotizaciones. De esta manera serán más conscientes, según Garamendi, de lo mucho que les roba el estado. No lo dijo con estas palabras, pero sí con esta intención.

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La idea, tanto de Garamendi como de la extrema derecha y la derecha extrema en general, es que el estado adelgace hasta casi desaparecer. Primero se pide que sepan lo que pagan, como si no estuviera suficientemente claro en cualquier nómina, para luego exigir que desaparezca la Seguridad Social y que sean los trabajadores los que se paguen la salud, la educación y, ya de paso, las autopistas por las que pasan los camiones de las empresas. El gancho que utilizan es el de siempre: con el dinero que se ahorrarían, al llegar a la jubilación tendrían ahorrados cientos de miles de euros. Su planteamiento sólo tiene un pequeño fallo: es completamente falso. Podrían ahorrar todo ese dinero siempre que no se pusieran enfermos de gravedad antes de llegar a la jubilación y siempre que hubieran renunciado a que sus hijos estudiaran en una universidad.

No hace falta ser un visionario para saber que lo que proponen es la ruina de la clase obrera. En Estados Unidos, el país más rico del mundo con un salario medio que es bastante más del doble que el español, hay más de 40 millones de personas que viven por debajo del nivel de pobreza y más de 20 millones que no tienen ningún seguro médico. Y muchos de los que lo tienen, en el caso de tener la desgracia de padecer una enfermedad grave, tienen que renunciar a los tratamientos más caros o se ven obligados a vender sus propiedades para poder hacer frente a los enormes gastos que supone. Porque una de las cosas que ocurren cuando desaparece la sanidad pública, como el caso de los Estados Unidos, es que los seguros privados se encarecen hasta hacerse completamente prohibitivos.

Al señor Figaredo no le digo nada más porque bastante tiene estos días con intentar entender lo que es el SMI y el IRPF, pero al señor Garamendi, que parece un poco más espabilado, le diría que si la intención de su propuesta es meramente educativa, es decir, que los trabajadores sean conscientes de lo que pagan en concepto de seguridad social, le faltaría añadir, y esto no aparece en la nómina, la plusvalía de cada trabajador. Para que lo entienda Figaredo, la plusvalía es el excedente monetario originado por el trabajo del obrero que no se compensa al trabajador. La de risas que nos íbamos a echar.