El aprovechamiento de los restos de comida que generamos en el hogar representa uno de los sistemas de reciclaje doméstico más antiguo y efectivo. En el medio rural resulta todavía muy común el aprovechamiento de los restos de comida para abastecer el corral, añadirlos al estercolero del establo o convertirlos en abono natural para nutrir el huerto.

Lo que nos proponen desde el Ayuntamiento al incorporar el quinto contenedor a las calles, el de color marrón, es recuperar ese concepto y que los residuos orgánicos, que suponen la fracción más importante de nuestro cubo de la basura, se incorporen de una vez por todas a la recogida selectiva de los residuos sólidos urbanos.

De hecho la materia orgánica es la asignatura más importante del reciclaje, pues representa más del 40% de los residuos que generamos en el hogar. Una asignatura que los españoles llevamos fatal y que nos condena al suspenso general, ya que su implantación sigue sin estar generalizada en todas las ciudades y reciclamos menos del 20%. Por eso es tan importante que el contenedor marrón se esté implantando en las grandes capitales, como es el caso de Madrid.

La materia orgánica que separamos en casa y echamos al contenedor marrón tiene dos métodos de valorización: el compostaje y la biometanización. El compostaje consiste en elaborar un abono orgánico, muy rico en nutrientes, que se aprovecha de manera directa o mezclado con otros para mejorar las tierras de cultivo y obtener fertilizantes ecológicos para jardinería.

La materia orgánica es la asignatura más importante del reciclaje, pues representa más del 40% de los residuos que generamos en el hogar

Al ser de origen 100% orgánico este tipo de abono contribuye a una rápida absorción por parte de la planta, por lo que resulta muy apreciado para el mantenimiento de parterres urbanos o jardines particulares.

La biometanización es un proceso mediante el cual se obtiene gas metano a partir de la combustión de los restos orgánicos para producir energía. Para lograrlo la materia orgánica procedente de nuestros hogares se acumula en unos digestores donde se produce su fermentación anaeróbica, es decir en ausencia de oxígeno.

Este proceso, del todo natural, permite la obtención de un gas rico en metano para hacer electricidad. Actualmente existen numerosas plantas, tanto de compostaje como de biometanización, repartidas por nuestro país que aguardan la implantación de los contenedores marrones para alcanzar su máximo rendimiento.

Antes de acabar, señalar que el proceso de reciclaje y valorización de nuestras restos de comida y del conjunto de materiales vegetales que ponemos en el contenedor marrón exige la máxima eficacia del sistema, generando los menos impropios posibles. Los técnicos en reciclaje llaman impropios a aquellos materiales ajenos que echamos al contenedor equivocado.

Los envases de plástico o las botellas de vidrio son un impropio si los depositamos en el contenedor marrón, un error que obstaculiza el proceso. De hecho, si la proporción de impropios en el contenedor marrón supera el 10% de su contenido, se devalúa considerablemente su reciclado, y si pasa del 20% sencillamente no sale a cuenta. Por eso hay que afinar muy especialmente con esta fracción. Algo que no tiene ninguna complejidad: al marrón solo restos de comida y material vegetal. Nada más.