Algunos, no muchos, llevamos muchos años sosteniendo que los nacionalistas catalanes viven permanentemente Encerrados con un solo juguete, como tituló Juan Marsé una de sus novelas. Algunos, no muchos, sostuvimos ya en su momento que el tan traído y llevado “proceso de transición nacional” no era más que un viaje a ninguna parte. Algunos, no muchos, llevamos estos últimos seis inacabables años advirtiendo que el engaño sistemático a tantas personas de buena fe desembocaría, de modo inevitable, en una frustración colectiva de consecuencias impredecibles. Cada vez hemos ido siendo más numerosos los que hemos defendido en público estas opiniones, aunque antes los había que solo se atrevían a decirlas en privado.

La realidad es tozuda. El principio de realidad acaba siempre imponiéndose a todas las ensoñaciones, del mismo modo que el espejo nos muestra lo real tal cual es, mientras que los espejismos son otra cosa muy distinta, pura y simple irrealidad. Y el principio de realidad empieza a imponerse ya en Catalunya. Así lo demuestran los datos de la encuesta realizada por Gesop y publicada por El Periódico de Catalunya. A destacar un dato que en este conflicto ha sido, es y será siempre decisivo, porque mucho más que político o social el problema es de identidades, emociones y sentimientos: el 39,4% de la ciudadanía catalana se siente tan español como catalán, el 27,1% se siente solo catalán, el 19,5% se siente más catalán que español, el 7,6% solo español y el 3,2% más español que catalán.

Partiendo de estos datos cruciales, el 52,8% se declara no independentista y el 45,9% se proclama independentista. Solo el 20,2% dice ser independentista de toda la vida, mientras que el 25,7% afirma serlo desde estos últimos años. Más aún: el 42,4% defiende la celebración de un referéndum sobre la independencia, pero el 53,7% se divide en dos mitades, el 27,2% que propugna un referéndum sobre la mejora del autogobierno y el 26,5% no quiere ningún referéndum. El 56% defiende negociar una mejora del autogobierno, frente al 34,8% que propugna la independencia.

Otro dato muy importante: solo el 28,8% considera que el referéndum ilegal del 1-O dio legitimidad democrática a la reivindicación secesionista, pero el 68,4% está en contra de esta tesis, mantenida como dogma de fe por el conjunto del movimiento independentista, aunque ahora incluso entre los votantes de ERC son mayoría -50,8% frente al 45,5%- quienes niegan esa legitimidad.

Solo el 28,8% considera que el referéndum ilegal del 1-O dio legitimidad democrática a la reivindicación secesionista

Aunque la poderosa y potente maquinaria de propaganda independentista se ha empeñado en mantener un discurso y un relato que poco o nada tiene que ver con la realidad de la sociedad catalana actual, cada vez es más evidente que estamos asistiendo ya a “la deconstrucción del sueño independentista”, como reza el subtítulo del libro de Lola García titulado El naufragio. El barco secesionista, aquel con el que Artur Mas quiso hacer un homérico y quimérico viaje a Ítaca, con el que Carles Puigdemont acabó huyendo por tierra hasta su particular refugio de Waterloo y con el que ahora Quim Torra pretende hacer una multitudinaria y larga marcha por tierras europeas, después de haber tenido que comprobar que absolutamente nadie le hace el más mínimo caso en el mundo mundial, este barco sin rumbo hace aguas, zozobra, tiene a muchos de sus tripulantes enfrentados entre sí, con un capitán fugado en tierra firme, otro preso y otro inhabilitado.

La rebelión interminable, como titula Lluís Bassets su libro sobre el “procés”, puede comenzar a terminar. Mientras, el 54,9% de los catalanes consideran que todo este conflicto está afectando de manera negativa la convivencia entre la ciudadanía catalana, frente a solo el 10,5% que lo considera positivo y el 30,7% que opina que no tiene afectación de ningún tipo.

No obstante, son destacables también otros datos de esta encuesta de Gesop. Una amplísima mayoría de la sociedad catalana, en concreto el 81,8%, opina que los dirigentes independentistas en prisión preventiva desde hace ya un año deberían estar en libertad hasta la celebración de su juicio; solo el 15,2% desea que permanezcan en su situación actual y esta opinión solo es mayoritaria entre los votantes del PP y de C’s -en este último caso, por escaso porcentaje: 47,7% frente al 44,3%. También es notable la opinión de la ciudadanía catalana sobre la gravedad o no de las acusaciones contra estos dirigentes secesionistas: el 50,7% las considera poco o incluso nada graves, aunque el 44,2% opina que son muy graves o graves. Y el 64,4% -el 82,7% de los independentistas, pero también el 49,2% de los no independentistas-defiende que el Gobierno de España pida a la Fiscalía que suavice las penas pedidas contra ellos.

El dilema, como tituló Jordi Évole su reciente Salvados dedicado al primer aniversario de aquellas infaustas jornadas del año pasado que nos condujeron a la situación actual, está ahora en los presos, en su juicio y en sus condenas. Por lo demás, aunque algunos se empeñen en permanecer eternamente “encerrados con un solo juguete”, el principio de realidad acaba siempre, más pronto o más tarde, por imponerse. También en Catalunya.