Como en Crónica de una muerte anunciada del gran Gabriel García Márquez, conocíamos como terminaba la obra. Todos sabían que perdería la investidura, hasta el propio Feijóo; quien ha ido de derrota en derrota desde hace meses. Obtuvo una mayoría insuficiente para gobernar tras las elecciones del 23J. Perdió la votación por la presidencia del Congreso y ha vuelto a fracasar en su intento de moción de censura a Pedro Sánchez. Todo indica que será su muerte política anunciada, como en su día fue la de Pablo Casado, porque Isabel Díaz Ayuso no perdona.

El aún líder del PP se subió al estrado del Congreso el martes con prepotencia, gesto arrogante, mirada despreciativa, bastante chulería y destilando odio hacia el que será en verdad el presidente del Gobierno esta legislatura, Pedro Sánchez. El PP tiene un defecto, que ellos consideran que es virtud, y es que están convencidos que solo ellos, solo la derecha, puede y debe gobernar nuestro país.

El comienzo de la intervención de Feijóo del martes fue para enmarcar: “Tengo al alcance los votos para ser presidente del Gobierno, pero no acepto pagar el precio que me piden”. ¡Venga ya! ¿Por qué sigue hasta el último día tratando de tomarle el pelo a los españoles? Todos sabemos bien que en el hipotético caso de que hubiese obtenido los votos de Junts, perdería los de Vox. ¿Cómo pretendía que nos creyésemos que se trataba de un sacrificio moral del PP? Si hubiesen podido lo habrían hecho, a cualquier precio, ¿o ya no nos acordamos de cuando Aznar paso de decir “Puyol enano habla castellano” a decir que “hablaba catalán en la intimidad”? El único motivo es que el PP ha soldado su futuro a Vox, y ningún otro partido quiere que la ultraderecha gobierne España.

Feijóo mostró en el debate su verdadera cara, su imagen más agresiva desde el rencor, donde pretendía convencernos de que tenía principios y palabra. Principios tiene, pero si no gustan, los cambia inmediatamente por otros. Y palabra, pues, de esto no tiene mucho. El PP ha pasado de llamar golpistas a Junts a sentarse a negociar con ellos. ¿Eso es tener palabra? Junts no lo ha apoyado, pero PNV tampoco, su portavoz Aitor Esteban lo ha dejado muy claro: “Para sumar nuestros votos tienen que restar los 33 de Vox”.

La intervención del aún líder del PP no iba dirigida a la Cámara, sino a los suyos, al PP. Quizás por eso estaba lleno de mentiras, de bulos, de datos falsos y de medias verdades. Habló de pensiones, pero no de revalorizarlas según el IPC. Aseguró que el PP había subido el Salario Mínimo, algo rotundamente falso. El PP lo congeló durante cuatro años: en 2011 estaba en 641 euros, cantidad que su mantuvo en 2012, subió 3 euros en 2013 y se quedó ahí en 2014. 4 años de congelación del Salario Mínimo. Frente a ello el Gobierno de Pedro Sánchez lo ha aumentado un 46,7% en cinco años.

Aseguró que las “okupaciones” estaban subiendo. Mentira. Están bajando y de forma muy considerable, las usurpaciones de vivienda, aquellas donde el piso vacío es del banco, han caído un 35% en 5 años; y el allanamiento, eso de la viejita que baja por pan, se han reducido un 29% en 5 años. ¡No más mentiras!

Ha hablado de medio millón más de pobres en España. Falso. Según datos del INE la tasa de pobreza ha pasado del 27,8% en 2021 al 26% en 2022. El mayor recorte en pobreza en los últimos años. El paro juvenil es alto, es verdad, un 27%, pero cuando gobernó el PP era del 57%, más del doble. Es mentira que se hayan destruido 90.000 empleos en industria, porque desde la llegada de Pedro Sánchez al gobierno se han creado 122.196 empleos industriales.

Y cuando quiso hablar de futuro, lo que hizo fue elogiar el pasado. Feijóo y el PP estaban más cómodos en los años setenta y ochenta que ahora. Y se sometió durante su intervención aún más a Vox, para ello cuestionó las medidas vigentes contra la violencia machista, habló de visiones apocalípticas sobre el cambio climático, criticó la dictadura activista y el adoctrinamiento en las escuelas. Un discurso más de ultraderecha que de una derecha moderada.

El aún líder del PP tenía muy clara su estrategia, no sería un discurso de investidura, ¿para qué si iba a perder? Por eso preparó una moción de censura contra Pedro Sánchez, pero se equivocó. Tenía su fe depositada en que Pedro Sánchez le diese la réplica. Error. No era el momento de Pedro Sanchez, era el momento de la no investidura de Feijóo, él se metió en este jardín y él debía de salir solo de allí.

Si no era Sánchez, esperaba a Patxi López, el portavoz socialista. Error. Salió Óscar Puente, y lo hizo porque además de gran orador tenía una carta en la manga: “Explíqueme señor Feijóo, de ganador a ganador, ya que estamos en igualdad de condiciones, ¿por qué tiene usted más derecho a ser presidente del Gobierno que yo a ser alcalde de mi ciudad?” ¡Letal! A eso Feijóo no podía responder.

El Grupo Socialista acertó, porque ya no se hablaba de Feijóo, sino de Óscar Puente, quien desarmó con su vehemencia al aún líder del PP, lo anuló y le hizo perder los nervios, tanto que el expresidente gallego renunció a la dúplica.

El PP perdió y cuando pierde se vuelve barriobajero. Gritar cobarde en sede parlamentaria al que será con toda probabilidad el próximo presidente del Gobierno, porque a Feijóo no le dan los votos, es una imagen penosa de la derecha española dentro y fuera de nuestro país. ¿Dónde ha quedado la seriedad y la institucionalidad de la que presumía Feijóo?

En el pleno del viernes Feijóo siguió cargando desde el odio y la prepotencia, con discurso agresivo y contradictorio en el económico, eso sí, sin contar nunca cuál es su proyecto de país. Y ya se le empieza a complicar el futuro, porque Esperanza Aguirre le ha pedido que se abstenga en la investidura de Sánchez.

El PP consideró fallida la investidura desde el primer momento y llegaron al Congreso el martes sabiendo que no tenían los apoyos. Perdió la votación del miércoles y volvió a ser derrotado en la del viernes. Han paralizado España y han hecho perder 40 días a nuestro país por el capricho de Feijóo. La prueba es que, como resumen, Feijóo ha salido de los debates diciendo “objetivo cumplido” dejando en evidencia que su objetivo no era salir investido sino “embestir” a todo el que no piensa como él. Pero por fin se acabó la farsa.