Lo que está ocurriendo con la atención a pacientes oncológicos en Andalucía no es un cúmulo de errores. Es el reflejo de una política sanitaria deliberadamente irresponsable. Mientras miles de andaluces padecen cáncer —una enfermedad que no espera ni entiende de burocracias—, Moreno Bonilla sigue recortando, desmantelando y desatendiendo la sanidad pública. Cada retraso, cada derivación, cada cita que no llega a tiempo no es un fallo técnico: es una decisión política con consecuencias humanas directas.

Esta realidad ha quedado brutalmente retratada este verano en el Hospital Punta Europa de Algeciras. 150 pacientes con cáncer, en pleno tratamiento de quimioterapia, serán obligados a recorrer cientos de kilómetros porque el hospital no puede garantizar oncólogos durante los meses estivales. ¿Por qué? Porque la Junta no ofrece condiciones dignas a sus profesionales. Porque prefiere mirar hacia otro lado antes que asumir responsabilidades. Porque la salud pública no es su prioridad.

Este caso no es una anécdota. Es la consecuencia de años de desinterés por el sistema sanitario público. Según CCOO, los pacientes de Algeciras, Los Barrios y Tarifa serán derivados a hospitales de Cádiz, La Línea y Jerez. Algunos, con cáncer de mama, digestivo o pulmonar, tendrán que desplazarse decenas o cientos de kilómetros. Personas vulnerables, enfermas, sometidas a tratamientos duros, obligadas a una peregrinación médica indigna por la ineficacia del gobierno andaluz.

Y que no vengan con excusas. La Sociedad Andaluza de Oncología ha advertido que en 2025 habrá casi 8.000 nuevos diagnósticos de cáncer solo en la provincia de Cádiz, un 3% más que este año. ¿Qué planificación se está haciendo? Ninguna. Mientras tanto, la plantilla de oncólogos en muchos hospitales nunca ha estado completa. ¿El resultado? Saturación, fuga de profesionales, listas de espera eternas… y un servicio que se cae a pedazos.

El deterioro de la atención oncológica es generalizado. En el Hospital de Jerez, hay pacientes que no pueden acceder a un TAC para controlar su evolución tras una operación. ¿La razón? Desde marzo no se piden nuevas pruebas por falta de dinero. Literalmente. La administración admite que no hay concierto con clínicas privadas ni previsión de derivaciones.

Un caso similar sacudía Huelva hace unos meses: 800 TAC oncológicos pendientes en el Hospital Juan Ramón Jiménez, con retrasos de hasta dos meses cuando la ley exige un máximo de 30 días. Y no hablamos de papeleo: hablamos de diagnósticos vitales. Sin TAC no hay información. Y sin información, no hay tratamiento. La cadena se rompe y la consecuencia puede ser la muerte.

Málaga también sufre esta crisis. En el Hospital Clínico, una unidad de quimioterapia terminada hace seis meses sigue cerrada. Una inversión de cuatro millones de euros permanece bloqueada porque no hay sillones, ordenadores ni personal. Mientras tanto, los pacientes se hacinan en espacios provisionales, sin privacidad ni condiciones adecuadas.

Desde junio se prometió su apertura “en pocos días”. Hoy, en julio, la Junta sigue sin dar explicaciones ni fechas. ¿Qué sentido tiene tener una instalación vacía mientras los enfermos sufren? Es el ejemplo perfecto de la desidia institucional de este Gobierno.

En el Hospital de Antequera, la mala gestión se traslada a otros centros. Aunque las pacientes son operadas con rapidez, la comunicación del tratamiento a seguir se retrasa injustificadamente. Los resultados genéticos pueden tardar hasta seis semanas, y una vez que llegan, se cancela la cita prevista y se deriva a la paciente al Hospital Materno Infantil de Málaga, prolongando su incertidumbre y sufrimiento. Durante todo este tiempo no se inicia la simulación para la radioterapia, y una vez hecha, aún se esperan entre cuatro y seis semanas para comenzar el tratamiento. En total, se pierde hasta un trimestre por una gestión ineficaz que acaba afectando gravemente a la paciente.

Según la Asociación del Defensor del Paciente en Málaga, las listas de espera en oncología están provocando actuaciones tardías, con consecuencias letales. Muchas veces, los diagnósticos no llegan a tiempo, los tratamientos se retrasan y eso deriva directamente en la muerte del paciente. Lo dicen con claridad: las reclamaciones por negligencia en oncología se están disparando.

Esto se agrava porque la Junta ha incumplido sus propias promesas. Moreno Bonilla anunció en 2022 adelantar el cribado del cáncer de mama a los 40 años. Hoy, esa medida no se ha materializado. Más de 12.000 mujeres andaluzas entre 45 y 50 años no han recibido su mamografía preventiva, pese a pertenecer a un colectivo de alto riesgo. ¿Qué clase de compromiso es este con la vida de las mujeres?

Y hay más. Las listas de espera para reconstrucción mamaria pueden superar los 900 días. En Sevilla, pacientes denuncian demoras de cuatro meses en pruebas de control. ¿Cómo se permite esto en una comunidad que presume de compromiso con la salud? ¿Qué mensaje se está lanzando a estas mujeres?

Podríamos contar decenas de historias. Como la paciente con cáncer de útero en Marbella que esperó más de 120 días para una cirugía urgente. O la gaditana a la que se le detectó un tumor en la vejiga y le dieron cita seis meses después. O el hombre que interrumpió una rueda de prensa en Córdoba para denunciar que llevaba un año esperando una biopsia. Todos estos casos han ocurrido en 2024. Son actuales. Reales. Trágicos.

O el caso más estremecedor: un paciente con cáncer de pulmón en situación terminal porque su TAC llegó tarde. Marea Blanca ha llevado este caso a Fiscalía. ¿Y mientras tanto, qué hace Moreno Bonilla?

El deterioro de la Atención Primaria, los diagnósticos que se pierden, las listas de espera eternas, los hospitales sin personal ni medios… no son una casualidad. Son el resultado de un modelo que recorta lo público y favorece lo privado.

Todo esto no ocurre en el vacío. Es el síntoma de una crisis estructural que la Junta se niega a reconocer. Un informe de SATSE, CSIF, CCOO, UGT y Marea Blanca revela que Andalucía supera la media nacional en cinco de las seis principales causas de muerte, entre ellas el cáncer. Son personas. Son vidas.

¿De verdad, señor Moreno Bonilla, duerme usted tranquilo por las noches? ¿Puede mirar a la cara a los pacientes que esperan un diagnóstico, una prueba o una operación mientras usted presume de gestión? El cáncer no espera. La salud no espera. Y Andalucía no puede seguir esperando.

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