Los científicos han demostrado de manera incuestionable que el aumento de las concentraciones de CO2 en las capas altas de la atmósfera que se viene dando desde hace 150 años no se debe a causas naturales, sino a la quema de los combustibles fósiles que utilizamos desde la revolución industrial: básicamente carbón, petróleo y gas natural.

Estos combustibles se hallan bajo tierra, por lo que nunca habrían interactuado con la atmósfera. En cambio, cuando los extraemos y los quemamos para obtener energía, generan un alto volumen de emisiones de CO2 y otros gases con efecto invernadero (GEI) como el vapor de agua, el metano o el óxido nitroso, que llevan siglos acumulándose en sus capas altas modificándola.

Se trata de un aporte con el que no contaba el sistema climático y que esta alterándolo gravemente. Y es que los GEI tienen una característica común: su alta capacidad para reforzar el efecto invernadero del que goza nuestro planeta (de ahí su nombre) Una característica que hace del nuestro un planeta habitable pero que, al acentuarse, provoca un aumento de la temperatura media, dando origen a lo que conocemos como calentamiento global

Por todo ello los científicos señalan que, de manera inequívoca, tras este cambio climático se encuentra el ser humano. Se acabó el tiempo de las dudas: nosotros, con nuestra actividad industrial y económica y con nuestra forma de vida, somos los responsables de las emisiones de gases que están reforzando el efecto invernadero. Una circunstancia que está provocando el aumento de la temperatura media del planeta.

Según los informes de los expertos que siguen la evolución de lo que actualmente denominamos crisis climática o emergencia climática (ambos conceptos se ajustan mucho más a la realidad que nos toca vivir) para evitar los peores escenarios dicha temperatura no debería aumentar en más de 1,5oC hacia 2030 respecto a la época preindustrial.

Hay que tener en cuenta que, según la ONU, entre 1880 y 2012 la temperatura media mundial ha aumentado en 0,85°C. Por lo que las previsiones son que en dieciocho años la temperatura aumente casi el doble de lo que lo ha hecho en casi siglo y medio.

En octubre de 2018, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó un informe especial sobre los impactos de un calentamiento global superior a los 1,5°C en el que establecía un panorama ciertamente inquietante. Panorama que se tornaría directamente en siniestro si el aumento de la temperatura media se disparase por encima de los 2°C.

Por todo ello, y teniendo en cuenta que al ritmo actual de emisiones dicho aumento rondaría los 3,2°C, los expertos de la ONU señalan que las emisiones netas mundiales de GEI de origen humano tendrían que reducirse en un 45% para 2030 (respecto a los niveles de 2010) y seguir disminuyendo hasta llegar a cero en 2050. Ésa es la gran decisión que debemos tomar si queremos evitar lo peor.