Ayer fue el primer día de la Cumbre sobre el Cambio Climático y todo va según lo esperado. Jornada de esperanza, de buenas intenciones y de invitaciones a alcanzar acuerdos que de verdad solucionen los problemas actuales.

Pero es una cumbre y, como dirían los amantes de la montaña, tiene dos caras: la norte y la sur. También hay una este y una oeste, pero esas dos cada día se parecen más.

Es una cumbre y, como dirían los amantes de la montaña, tiene dos caras: la norte y la sur

Están, por un lado, quienes llegan en metro, bajo la mirada atenta de los policías que vigilan la salida de la estación de Campo de las Naciones [la organización ofrece a cada participante en la cumbre una tarjeta de transporte sin límite de uso -en la zona A1, eso sí-]. Por otro, los sedanes de gran cilindrada -y mayor consumo- con matrículas del cuerpo diplomático o del parque móvil, de los que se bajan quienes se supone que van a arreglar el drama del cambio climático.

Sentimiento de urgencia

Hay un sentimiento general de urgencia, de sensación de que se nos acaba el tiempo, que ya no queda espacio para acuerdos insuficientes y fotos para la galería -que también las hay-. Pero mezclado con otro de ir cada uno a lo suyo, sin pensar en el bien global.

El tono real se refleja en el Media Center. Los periodistas acreditados nos sentamos en mesas corridas, unos al lado de los otros, pero cada uno a lo nuestro. Las conversaciones son escasas y la colaboración casi nula, excepto cuando a mis vecinos de al lado, dos colegas de Argentina que arrastran una cámara, un trípode y un portátil con aspecto cansado, les resulta imposible enchufar el cargador del ordenador con el adaptador que traen. Les cedo mi cable y me dan las gracias con rostro de alivio [no sé cómo piensan apañarse los nueve días que les quedan].

Los pabellones de cada país se esfuerzan por atraer audiencia a eventos en los que ensalzan sus programas medioambientales, la mayoría de los cuales -de los eventos, no de los programas- están mejor explicados y con más detalle con solo realizar una búsqueda en Google.

Lo que no se ve

En la trastienda, las delegaciones preparan sus argumentarios. Algunos nos confiesan off the record sus secretos. Otros se limitan a sonreír y sueltan frases sacadas del manual de la diplomacia. Un delegado de Suecia, con una cartera que parece haber pasado por cien cumbres ya en la mano, mete prisa a sus compañeros para llegar a tiempo a una sesión de trabajo. En el stand de Sudáfrica, el debate se centra en el papel de la mujer y sus derechos. Dentro de media hora, el tema será otro. En la puerta del pabellón 7, un hombre con aspecto y vestimenta saudíes se fuma un puro con cuyo coste se podría dar de comer a varias familias en muchos puntos del globo.

Cuando lean, escuchen o vean informaciones o columnas de opinión sobre esta COP 25, van a escuchar a nuestro presidente del gobierno en funciones, Pedro Sánchez, pedir a la Unión Europea que movilice a los demás países. Van a ser testigos de todo tipo declaraciones sobre políticas y mediciones, sobre emisiones y la parafernalia clásica. Pero no se dejen engañar: lo que hay detrás de esta cumbre son personas, todos y cada uno de nosotros.

¿Quién está detrás de esta Cumbre sobre el Cambio Climático?