Resulta alarmante que en pleno siglo XXI nada más y nada menos que un presidente de una comunidad autónoma sostenga el discurso ya obsoleto y demagógico de que el agua de los ríos que no se embalsa se tira al mar. Quiero pensar, señor Juanma Moreno, que han sido unas declaraciones desacertadas, pero tratándose de un discurso sobre el que, desde académicos hasta gestores y profesionales, pasando por ONGs, llevamos tantos años intentando erradicar, mediante pedagogía, educación, formación sensibilización, etc., y tratándose de su anunciada legislatura del agua, la sospecha de la intencionalidad cobra fuerza y no podemos permitir que destruya Ud. de un plumazo años de avance en esos esfuerzos permitiéndose un comentario tan desafortunado como errado.

De pequeños ya nos enseñaban en la escuela el ciclo del agua. Esta debe llegar al mar, donde de nuevo se evapora, llueve y vuelve a discurrir por montañas y valles. Tan sencillo como evidente. Los cursos fluviales, sean permanentes o temporales (como la mayoría de los que tenemos en Andalucía) son las arterias y capilares que mantienen vivo nuestro territorio. De la misma manera que nuestro sistema circulatorio debe transportar oxígeno a nuestros órganos y a su vez también todas las sustancias y gases de desecho, produciéndose un intercambio entre nuestra sangre y los diferentes órganos y tejidos de nuestro cuerpo, el agua de los ríos hace ese mismo intercambio con nuestro territorio. En unas partes recoge agua, sedimentos y nutrientes, que transporta y deposita en otros lugares del territorio, del propio río y sobre todo en el mar. Las crecidas de los ríos fertilizan los campos de cultivo que ubicamos en sus llanuras de inundación. La regeneración natural de nuestras playas depende de que los ríos lleven sedimentos al mar (la arena de nuestras playas la aportan los ríos). También muchas especies pesqueras comerciales, incluso aquellas que pescamos en alta mar, dependen de los estuarios y deltas de los ríos y de los nutrientes que estos traen desde las cabeceras en las zonas montañosas y a lo largo de su recorrido. Por eso es tan importante no sólo que los ríos lleguen al mar, sino que puedan hacerlo con caudal suficiente y cumpliendo esas funciones de transporte tan esenciales, no sólo para la supervivencia de todos los ecosistemas y procesos naturales, sino también de nuestra economía, muy dependiente por cierto del turismo y la pesca.

Un embalse es un trombo en el río. Son necesarios, estamos de acuerdo, pero dado su fortísimo impacto debemos mantener el mínimo posible de estas infraestructuras garantizando la sostenibilidad, es decir economía y conservación, siempre teniendo presentes los límites que nos marca la naturaleza (el agua que tenemos es la que hay y con los efectos del cambio climático tendremos menos cantidad en los próximos años). Por eso es tan importante establecer y cumplir con los llamados caudales ecológicos, que deben garantizar todos los procesos naturales y la conservación de la biodiversidad. Contemplar un embalse soltando agua, incluso en momentos en que no se estén produciendo lluvias, no debería verse como algo negativo, sino todo lo contrario, como una señal de que se está velando por que los ríos sigan siendo lo que son y nos sigan ofreciendo todas las riquezas de las que nos proveen. Los ríos deben morir de muerte natural, no asesinados, y su muerte natural está en su llegada al mar.