"Esta no es manera de recibir a nadie", se quejaba Ramón Tamamés el pasado miércoles al iniciar su turno de réplica en la moción de censura, después de haber oído, más que escuchado, a los portavoces parlamentarios. Y, por primera vez  desde que empezó la moción, el viejo catedrático de economía tenía razón. La manera en la que se ha tratado al candidato a presidente del gobierno ha sido completamente inadecuada, pero no porque se haya faltado al respeto a las canas teñidas de naranja que aún peina, como han denunciado los voceros de la derecha, sino, precisamente, por lo contrario.

Tratar a alguien de edad avanzada como si fuera una persona con discapacidad, ya sea de forma condescendiente o con excesivo respeto, es puro edadismo, un mal común de nuestra sociedad que favorece la infantilización de los ancianos y refuerza la de quien la practica. Todos hemos vivido escenas en las que se les habla como si fueran niños pequeños, tomando como referencia exclusivamente su edad y no su condición mental. Dicen los expertos que esa forma de tratar a los ancianos y ancianas va en contra de su estima y, por lo tanto, favorece la dependencia.

Cosa muy diferente es que, como consecuencia de la edad, el anciano haya desarrollado alguna enfermedad mental que limite su capacidad de razonamiento, en cuyo caso el trato debe adecuarse a sus necesidades. Pero, afortunadamente para él, no es el caso de Ramón Tamames. En la trampa del edadismo no sólo cayeron la inmensa mayoría de los portavoces parlamentarios, sino el propio Tamames, que quiso aprovecharse de su aparente debilidad para hacer gala de una mala educación, como cuando interrumpió el discurso del Presidente del Gobierno, que difícilmente se hubiera permitido a otro parlamentario.

Pero quienes más edadismo y menos respeto han mostrado por el viejo ex comunista, ex centrista y actual ultraderechista han sido los que lo han invitado a liderar la charlotada de censura. Porque lo que hemos vivido esta semana en el Congreso de los Diputados no ha sido una moción de censura, sino una broma de niñatos malcriados que han hecho perder al país tiempo y dinero con la única y malograda intención de hacerse notar antes de las elecciones de mayo. Como en el caso de las denuncias falsas, las mociones de broma deberían estar sancionadas penalmente, porque de seguir la deriva de VOX no debería extrañarnos que para la próxima presenten a la cabra de la Legión, que si bien tiene mejor curriculum laboral y militar que Santi Abascal, no dejaría de ser, como las que han presentado hasta ahora, una burla a la democracia.