Lo de la “gracia” del Cónsul en Washington cesado Enrique Sardá Valls, no es más que otro capítulo más del prejuicio y maltrato secular contra Andalucía. Algo que yo he venido en llamar “La mentalidad mesetaria”, y que podríamos retrotraer  a ese espíritu postizamente patriótico de la reconquista. Una mentalidad que mantiene bajo sospecha por refinados, infieles, heterodoxos, judío-conversos o andalusíes, siglos después, a extremeños, manchegos y, sobretodo, andaluces. Ya Ortega y Gasset, que era muchas cosas pero no imbécil, decía a este respecto “Una reconquista que dura ocho siglos es muy larga para llamarla reconquista”. Los insultos y chanzas contra Susana  Díaz y su habla, y por extensión al resto de los millones de andaluces, además de machista, por reducir a la Presidenta de la Junta de Andalucía a un ridículo comentario de trapos, es sangrante por el acumulado general.

Perdonen que me ponga flamenco, es que a uno le puede la tierra, que vamos a hacerle, y más cuando ha dado algunos de los nombres fundamentales de la cultura española en literatura, música, pintura, política, y un largo etcétera de disciplinas humanísticas. No es que tenga nostalgia de las ferias que ahora se prodigan en la geografía andaluza, nunca me interesaron demasiado a pesar de nacer en Jerez, que tenía dos, la de la Vendimia y la del Caballo, respetándolas mucho, pero sí estoy un poco hasta la peineta, y puedo ponérmela, de que desde ámbitos como el de la política o los medios de comunicación se ridiculice lo andaluz con tanta ligereza.

No es extraño ver en la televisión, entre zapeo y zapeo, el lamentable e insultante espectáculo de ver cómo, un señor colaborador de un programa de televisión, ridiculizaba a un andaluz o andaluza y su forma de hablar, diciéndole socarronamente que era una “maestra ciruela, que no sabía hablar y ponía escuela”. La verdad, resulta ofensivo que cualquiera se permita el lujo de darle lecciones a un andaluz o una andaluza de lengua española. Sobre todo cuando, muchos de los orgullosos mesetarios, que a uno le viene a la memoria ese prejuicio presuntamente castellano viejo e inquisitorial de los mal llamados Reyes Católicos que hicieron de sus intereses territoriales una cruzada a sangre y fuego contra lo andalusí, constantemente incurren en patadas a la gramática española gravísimas como “la dije”, “La pegué”, etcétera, etcétera. 

Su ignorancia es tan sangrante y escandalosa como cuando la señora Nebrera, entonces militante del PP de Cataluña, llegó a decir que no entendía a los andaluces

Tampoco los conocimientos en lengua parecen muy vastos de estos que escarnecen el habla andaluza, más bien bastos, ya que, según los padres de la lingüística, lean un poquito de Saussure o Chomsky, o lean, simplemente, se distinguen, perfectamente dos conceptos como son “Lengua y Habla”, el primero como el código cerrado de comunicación con todas sus reglas, excepciones y signos, y el segundo, como la manera particular de articularlo en cada región, con sus giros, sustratos históricos, características modales, etcétera. Su ignorancia es tan sangrante y escandalosa como cuando la señora Nebrera, entonces militante del PP de Cataluña, llegó a decir que no entendía a los andaluces, insultando a nueve millones de personas, y convierte su “habla” en un “chiste”.

Verá usted caballero cesado, da la casualidad que según todos los estudios lingüísticos, los sitios donde se construyen mejor el castellano es en Andalucía, Canarias y Latinoamérica, al margen de su habla que usted le causa tantos problemas de comprensión, frente a otros lugares, incluso el oriundo del idioma, que es Castilla, donde los “laísmos”, “Loísmos” y “leísmos”, por poner un ejemplo, han desvirtuado la construcción de la lengua, aunque su habla sea más neutra en su articulación y asequible para una mente blanca como la suya. No es que a mí me sorprenda que una persona supuestamente formada y con título universitario se comporte en sus afirmaciones como un “Skin head”. Necios-que etimológicamente significa “el que no sabe” o “el que desconoce” – por no decir otro calificativo más preciso, los hay en la política, en la universidad y en la judicatura.

Además de insultante, tampoco me parece que sea muy constitucional el asunto de la caricatura de lo andaluz. Estoy convencido que a mí, que también soy andaluz, me entenderá perfectamente cuando le diga que esa actitud, recuerda demasiado, quizá no pueda evitarlo, a las maneras caciquiles de una parte y otra de nuestro país, en la que los andaluces y los extremeños no eran más que los bufones, la mano de obra miserable y explotada por los que mantenían una serie de privilegios sociales a costa del sudor de la frente ajena. Quiero decirle que, una vez más, demuestra su ignorancia por una cultura como la andaluza, repito, milenaria, que ha dejado en nuestro bagaje nombres fundamentales, por no retrotraerme a los días de la ciudad de Gades y su escritores, como Columela, Luis de Góngora, Cernuda, Alberti o Lorca, u otros más recientes, como Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado o Vicente Aleixandre, dos de los pocos premios Nobel de Literatura, de los españoles, que no sé si le suenan.

Según todos los estudios lingüísticos, los sitios donde se construyen mejor el castellano es en Andalucía, Canarias y Latinoamérica

No va a conseguir conmigo, eso se lo aseguro, el enfrentismo entre catalanes, andaluces, vascos, madrileños, tan pueril, y que tan malos resultados ha dado siempre. Le aconsejo que repase sus nociones de Lengua y Literatura, de historia, de Derecho Constitucional, de igualdad hombre y mujer, o mejor, quédese como está, porque hay cosas que tienen un difícil arreglo. ¿Se imagina que yo me atreviese a llamarle a usted “Cosa”, o “Bulto”, o alguna gracieta semejante? Que dijese que con esos laísmos delante de nombre propio no lo comprendo porque parece que tiene algo raro en la boca.

Pero no se preocupe: somos muchos los andaluces formados y educados, como en mi caso, que distinguimos el trigo de la paja y, usted, no se representa más que a sí mismo, y no a una región concreta.  Además de mis maravillosos maestros andaluces, he tenido amigos fundamentales en mi vida, catalanes, vascos, latinoamericanos, y de cualquier género y condición, como Terenci Moix, Manolo Vázquez Montalbán, Fernando Quiñones, Cristina Peri Rossi, José SaramagoJosé Antonio Zarzalejos, Antonio Hernández, y un largo e inteligente etcétera, con los que me entendí y entiendo perfectamente, porque la inteligencia y la bondad son universales.

A los que no entiendo es a los faltones de saldo, gente supuestamente formada, joven, que en vez de entrar en el fondo de las cuestiones, si éstas son criticables, insulta a una mujer por el hecho de serlo, y una comunidad autónoma, con todas sus almas e historia, que son también las suyas, aunque parece que las desconoce, con enorme desprecio, frivolidad y desconocimiento.  Afortunadamente en esta ocasión, la gracia, o más bien la falta de gracia, ha costado su cese fulminante, señor Enrique Sardá. De regalo de despedida, un verso de un andaluz universal, Antonio Machado, para decirle que usted “desprecia cuanto ignora”.