Erupciones, ampollas, rojeces, lesiones en la piel, picor, dolor… Y así, cada verano, sobre todo en el cuello, escote y antebrazos. Es la alergia al sol, también llamada, en términos médicos, erupción polimorfa lumínica, que puede llegar a relacionarse con una patología autoinmune.

La alergia al sol se vincula a la fotosensibilidad, es más común en mujeres que en hombres y, en general, los primeros indicios surgen a partir de los 20 años. Entre sus síntomas, pápulas inferiores a un centímetro, papulovesículas con forma de ampollas con líquido y placas de color rojo. Son síntomas que aparecen en verano, duran varios días y no suelen dejar brotes repetitivos ni marcas o cicatrices. Para conocer las causas de la alergia. Ignacio García Núñez, jefe de Alergología de los hospitales Quirónsalud Córdoba y Quirónsalud Campo de Gibraltar, explica en la web de la empresa sanitaria que "se trata de una patología que no tiene cura”, pero sí se pueden aliviar sus síntomas “drásticamente” con medidas de prevención. Entre ellas, el uso de cremas de protección solar con un factor mayor a 50 y fórmulas específicas para personas con esta alergia, o la protección de la piel con prendas que ayudan a prevenir la exposición al sol. También se recomienda prescindir de perfumes, desodorantes y cosméticos cuando se vaya a tomar el sol.

García Núñez sugiere también “prevenir la reacción alérgica mediante el empleo de complejos vitamínicos con vitaminas antioxidantes”, que se pueden tomar ya durante los meses de primavera. Es una medida que favorece la metabolización de la radiación solar.

Cuando los picores o lesiones son muy intesos, se puede recurrir, por prescripción médica, a las corticoides, los antihistamínicos orales o los inmunosupresores.