El aluminio, más valioso que el oro

Durante los primeros años de 1800 el aluminio era considerado el metal más valioso del mundo. Es por eso que la capilla del Monumento a Washington está hecha de aluminio, y también por qué el propio Napoleón III lanzó un banquete para el rey de Siam, donde los honrados invitados recibieron utensilios de aluminio, mientras que los demás tuvieron que conformarse con el oro. Técnicamente, detrás del oxígeno y del silicio, el aluminio es el tercer elemento más abundante en la corteza terrestre, constituyendo el 8,3 por ciento del peso del mundo. Sin embargo, el aluminio se une firmemente a un material similar a la arcilla llamado bauxita. Mientras que la bauxita es 52 por ciento de aluminio, separar el mineral de metal puro era una tarea compleja y difícil. Fue la creación de una nueva tecnología revolucionaria conocida como electrólisis, descubierta independientemente y casi simultáneamente en 1886 por el químico estadounidense Charles Martin Hall y el francés Paul Héroult que lo cambió todo.

El problema era como separar el aluminio de la bauxita

El proceso Hall-Héroult, como se conoce actualmente, utiliza la electricidad para liberar el aluminio de la bauxita. De repente, todos en el planeta tuvieron acceso a ridículas cantidades de metal barato, ligero y flexible. Hoy en día el aluminio es barato, omnipresente, y se utiliza casi como algo desechable.

El problema no son las materias primas, el problema es la tecnología

El punto es este: cuando se ve a través de la lente de la tecnología, pocos recursos son realmente escasos; Son principalmente inaccesibles. Sin embargo, la amenaza de la escasez sigue dominando nuestra cosmovisión. La cantidad de energía solar que golpea nuestra atmósfera se ha establecido bien en 174 petawatts (1.740 x 10 ^ 17 vatios). De este flujo solar total, aproximadamente la mitad alcanza la superficie de la Tierra. Puesto que la humanidad consume actualmente cerca de 16 terawatts anualmente (pasando por los números de 2008), hay sobre cinco mil veces más energía solar que cae en la superficie del planeta que la que utilizamos en un año.

Y si pudieramos desalinizar el agua de forma barata

Una vez más, no es una cuestión de escasez, es una cuestión de accesibilidad. Tomemos otro ejemplo: el agua. La Tierra misma es un planeta acuático, cubierto 70 por ciento por los océanos. Pero el 97.3 por ciento de toda el agua de este planeta es agua salada. ¿Y si, sin embargo, de la misma manera que la electrólisis transformase fácilmente la bauxita en aluminio, una nueva tecnología podría desalinizar sólo una fracción minuciosa de nuestros océanos?