Pocas cosas puede haber tan importantes como protegernos del calentamiento global, con sus tormentas extremas, sequías y olas de calor. Es nuestra propia supervivencia lo que está en juego, sobre todo a la vista de los informes que en los últimos meses han dado pruebas del cambio climático y los efectos catastróficos que tendrá una subida de las temperaturas superior a 1,5 grados. Y sabiéndolo, los líderes medioambientales de los 197 países presentes en la cumbre han redoblado esfuerzos en Katowice (Polonia) para marcharse de la Cumbre del Clima, en contra de todo pronóstico, con un acuerdo bajo el brazo.

Aunque el reto, para muchos, solo se ha alcanzado a medias, las conclusiones permitirán que el Acuerdo de París se aplique en 2020. El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, después de haber hablado, días atrás, de este encuentro internacional como otro foro medioambiental condenado al fracaso, señalaba que, al contrario, “demuestra la resistencia del Acuerdo de París como hoja de ruta para la acción climática”, frente a quienes cuestionan su validez.

El Acuerdo de París (2015) estableció una apuesta por la plena descarbonización de la economía mundial para reducir y neutralizar las emisiones de gases de efecto invernadero acumuladas en la atmósfera. Según sus postulados, los países podían y debían revisar al alza sus compromisos. El texto ahora consensuado en Katowice reconoce la necesidad de que los países aumenten su ambición climática, y hagan mayores esfuerzos para reducir las emisiones más dañinas, aunque no incluye un compromiso firme ni vinculante en ese sentido. Pero sí ha dado un gigantesco paso en cuestión de transparencia, ya que establece un conjunto de reglas comunes a todos los países para que informen regularmente a la comunidad internacional de sus acciones climáticas.

Uno de los mayores focos de tensión de la cumbre ha sido el informe elaborado por el IPCC a petición de la Convención de Cambio Climático de la ONU, que ha alertado de la necesidad de acometer acciones “urgentes y sin precedentes” para limitar el aumento de la temperatura del planeta a 1,5 grados. Algunos países han defendido que el informe es ciencia y no se debe someter a debates políticos, pero otros han cuestionado el trabajo del IPCC y sus conclusiones, y pretendido que el texto final de Katowice no incluyera alusiones específicas a él.

Finalmente, el documento de conclusiones sí hace referencia a él, y a las conclusiones de los científicos, aunque tampoco con la contundencia que muchos países hubieran deseado. Tampoco se pronuncia sobre el necesario compromiso de los países más ricos con los que son más vulnerables y frágiles frente al cambio climático.