La portada de Vanity Fair de marzo lleva como protagonista a Tamara Falcó, incluyendo una entrevista en la que la diseñadora de moda se adentra en el mundo de la política como nunca lo había hecho. 

Echándo la vista atrás, Falcó asegura que los políticos de ahora “no están tan preparados como los de antes”, que su vocación estaba protagonizada por la fuera y que no se enfocaban en el poder, sino que "querían hacer algo por nuestro país”. En concreto, la Marquesa de Griñón se deshace en alabanzas con un conocido político madrileño: José Luis Martínez Almeida, el alcalde de la capital.

"Soy superfán de él”, llega a reconoer. “Ha cenado en casa alguna vez y me parece hiperinteligente, muy formado y con gran sentido del humor, que es importante. Se le ve íntegro”, asegura.

Por el lado contrario, desde la revista de moda le preguntan sobre el estilo del vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, concretamente por su moño, a lo que esta responde que no le molesta. “Hay otros temas más prioritarios, como de dónde saca los fondos para financiar su partido”, deja caer.

Volviendo a su postura política, Falcó remarca que se define como monárquica, recordando así una anécdote con su padre cuando ella le preguntó si él moriría por el rey, lo que contestó con un "sí". Al ser preguntada por la misma cuestión, Tamara se mostraba clara: “No hay nada más bonito que ofrecer la vida por alguien. Me gustaría pensar que sí, pero nunca me he visto en la tesitura”.

En cuanto a su situación laboral, la hija de Isabel Preysler admite que para ella el dinero es algo "relativo". “Creo en la divina providencia, pero es más fácil que Dios te ayude cuando te pilla trabajando. Hay que tener cuidado con que el dinero controle tu vida. Soy la primera a la que le gusta vivir bien y me doy mis caprichos porque trabajo duro. Escucho a gente decir que se ha salvado porque tiene dinero, pero yo pienso que no tiene un poder en sí”, afirma.