Link ha vuelto de la mano de un Hyrule renovado y lleno de nuevos enfrentamientos. The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom es uno de esos títulos que para hacer un análisis es difícil concretar por donde empezar.

Desde el momento en que encendemos la Nintendo Switch la sensación de una región abrumante que se planta ante nosotros te hace preguntarte qué novedades nos vamos a encontrar.

Desde nuevas herramientas de uso, hasta la posibilidad de craftear lo que quieras para pelear o transportarte por el mapa hacen que el límite de posibilidades sea tu misma imaginación.

Además, si pensábamos que el basto y ancho mundo de Hyrule iba a quedársenos pequeño, Tear of The Kingdom tiene cielo y subsuelo para explorar a placer.

 

Mapa sin horizonte y una resolución superior a BOTW

Por empezar por algo, el mapa de Hyrule sigue tan explorable como en Breath of the Wild. Los kolog, los puzles, los bokoblin, lizalfos y demás criaturas siguen pidiendo la cabeza de Link a toda costa, pero a diferencia del título anterior, encontramos una mayor variedad de criaturas que puedan asaltarnos en cualquier momento.

Por otro lado, un nuevo recetario ayuda a que puedas ir recopilando todas las recetas que uno haga. La cocina es una de las herramientas más indispensables en el progreso del juego y qué menos que poder tenerlo todo organizado.

Junto a todo esto, lo que más pedían los fans era una resolución mayor y que se notase de verdad que es un juego de Nintendo Switch y no en tanto una optimización de Wii U.

Sin duda tal y como se ve el juego, es una bellísima obra de arte en la que la paleta de colores, las luces y el apartado artístico tienen vida propia.

Tanto en los ambientes nocturnos u oscuros como en los brillos luminosos, atardeceres y amaneceres se nota el mimo con el que la gran N ha cuidado estos detalles.

La amplitud del mapa, así como lo relleno de cosas que está hace que nos queramos perder por la región antes de seguir la historia principal (cosa que a veces no me ha quedado otra que seguir ante la falta de ciertas herramientas).

De igual forma, algo innegable es la cantidad de misiones y entorno interactivo con el que cuenta. Si con BOTW esto parecía difícil de superar, en esta ocasión, se supera más cuando incluso puedes combatir contra los árboles o volar por región gracias a las estructuras que planean o caer desde las atalayas desde grandes alturas.

 

Armas y transporte crafteables a tu gusto

Si hay algo por lo que destaca Tears of the Kingdom es por cómo ha sabido reescribir la fórmula de lo que ya fue la primera parte para que no parezca repetitivo.

La solución para esto está en buscar nuevas formas de resolver los puzles de los santuarios, añadir nuevos enemigos y reedificar Hyrule. Ahora bien, lo que de verdad lo hace especial y único es la posibilidad de poder diseñar las armas, unir elementos y el poder ingeniártelas para crear medios de transporte con la libertad de que el usuario los haga como crea conveniente.

Esta capacidad nos ha hecho pasar horas delante de la pantalla mezclando todo lo que había en el entorno, metiéndole propulsiones, haciéndolo más aerodinámico… en fin como quieras a tú gusto.

En el caso de las armas, bien es cierto que las posibilidades son más reducidas, pero aún así da bastante margen para poder combinar rocas, hojas (de todo tipo), minerales o restos de monstruos a tus empuñaduras para hacerlas más fuertes.

Esto es un punto interesante porque la curva de dificultad va de la mano de cómo vayas avanzando en la historia, el paso de las lunas carmesí y la experiencia del usuario, lo cual ha balanceado el nivel de las armas con el momento en el que uno se encuentra en el juego.

 

Rompecabeza al más puro estilo Zelda

Por otro lado, la reestructuración de Hyrule invita a los jugadores a querer explorar y pararse a cada paso que se da, pero donde de verdad hace que estemos más que enganchados es en la variedad de retos que nos ofrecen.

Si los santuarios en el primer juego a veces daba la sensación de ser repetitivos y buscar la forma de conseguir un símbolo de valía para llegar a los 120, en Tears of the Kingdom nada más lejos de la realidad.

Buena culpa de esto lo tiene la implementación del crafteo ya que para superar la prueba que ofrecen habrá que estudiar minuciosamente cómo hacerlo, pero con la ventaja de que mientras lo consigas da igual como lo hagas.

Fuera de estos, los kolog también se han reinventado y buscado una forma de conseguirlos sin caer en la redundancia. Ahora bien, tocará abrir bien los ojos para poder encontrarlos todos ya que no van a estar debajo de una piedra casi siempre.

 

Conclusión: Zelda se ha superado a sí mismo

Como conclusión, The Legends of Zelda: Tears of the Kingdom puede considerarse uno de los títulos que más se van a recordar de la saga por siempre. Es un juego divertido, que no se vuelve monótono y al que se le pueden echar fácilmente más de 100 horas sin pensar que es redundante.

Con una primera pasada al juego no tengo dudas de que es imposible recorrer todo Hyrule de cabo a rabo y que los secretos más recónditos del juego tardarán en salir. Entre misiones secundarias, santuarios, kologs y las muchas novedades que incluyen a la hora de encontrar prendas, fusión de objetos y demás hará que el jugador tenga una experiencia única en cada partida que se eche indiferentemente de las horas que se juegue.