Seguro que has visto alguna vez las terribles imágenes del lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, el 6 y el 9 de agosto de 1945, respectivamente. Fue la primera vez que se utilizaba este tipo de armamento en una guerra. Se calcula que en el momento de las explosiones murieron 120.000 personas, la mayoría civiles. En los días siguientes, la cifra de fallecimientos se incrementó hasta quizá más de 220.000, aunque no hay estimaciones oficiales. Y, por supuesto, las consecuencias de estos actos se extendieron durante décadas.

El hongo atómico de la primera prueba nuclear alcanzó los 12.000 metros de altura

Era la culminación del “Proyecto Manhattan”, que había reunido a científicos de diferentes países -la mayoría de ellos, refugiados de regímenes totalitarios europeos- para el desarrollo de una bomba basada en la fisión nuclear, bajo la dirección de Robert Oppenheimer. La primera prueba se realizó el 16 de julio de 1945 en Alamogordo, Nuevo México, con un proyectil de plutonio.

A unos diez kilómetros de distancia, el grupo de científicos, acompañados de algunos dignatarios, pudieron observar el hongo atómico de más de 12.000 metros de altura y su poder destructivo, equivalente a entre 15.000 y 20.000 toneladas de TNT. La propia torre en la que descansaba la bomba en el momento de su detonación se vaporizó. La explosión creó un cráter de 1,4 metros de profundidad y 80 de ancho.

Cambio de objetivo

En realidad, las bombas atómicas no estaban destinadas a ser lanzadas sobre Japón, sino sobre Alemania. Pero el régimen nazi ya se había rendido y el único enemigo activo que le quedaba a Estados Unidos era el nipón, así que se decidió arrojarlas sobre Hiroshima y Nagasaki.

Desde aquel fatídico día de julio, se han ejecutado más de dos mil pruebas nucleares, según cifras de Naciones Unidas, que han dejado “consecuencias devastadoras para la humanidad”.

La amenaza nuclear está resurgiendo, según António Guterres, Secretario General de la ONU

Sin pensar en el futuro

La organización explica que “en los primeros años de esta práctica, se prestó poca atención a sus efectos y al peligro de las lluvias radiactivas derivadas de los ensayos en la atmósfera”. Hoy en día, se han demostrado “las tragedias humanas y medioambientales resultantes de los ensayos nucleares”. Y, por si fuera poco, “las armas atómicas contemporáneas son cada vez más poderosas y destructivas”.

António Guterres, Secretario General de la ONU, afirma que “la amenaza nuclear está resurgiendo, por lo que la prohibición completa de los ensayos nucleares es un paso esencial para prevenir el mejoramiento cualitativo y cuantitativo de las armas nucleares y para lograr el desarme nuclear”.

La institución reconoce que “se han visto señales visibles de progreso en varios frentes”. Sin embargo, asegura que “los desafíos persisten, ya que el instrumento internacional que las impediría, el Tratado de prohibición completa de los ensayos nucleares (TPCEN) de 1996, desafortunadamente, no ha entrado todavía en vigor”.

Es la única forma de evitar una guerra nuclear o la amenaza del terrorismo nuclear

Detener la carrera armamentística

El objetivo de este tratado es detener la carrera armamentística, al evitar las pruebas. Guterres hace” un llamamiento a todos los Estados para que se comprometan a finalizar sus procesos de ratificación en una fecha próxima, si aún no lo han hecho, para que el Tratado entre en vigor a la mayor brevedad posible”. Hasta la fecha, 185 Estados han firmado el Tratado y 170 lo han ratificado, pero para que “entre en vigor debe ser ratificado por aquellos Estados que poseen capacidades nucleares importantes”.

La ONU señala que existe “recelo frente a la posibilidad de que se realicen ensayos clandestinos” y el “temor de que, si no se hacen ensayos, las armas nucleares dejen de ser fiables”. Pero afirma que “a lo largo de los años, los progresos científicos y tecnológicos han avanzado de manera exponencial, aumentando la capacidad de supervisar y verificar los mecanismos de fiscalización, así como de detectar la proliferación de armas nucleares”.

Desde su punto de vista, “nada contribuiría más a evitar una guerra nuclear o la amenaza del terrorismo nuclear que la eliminación de los ensayos nucleares”, porque es la única manera de “prevenir el desarrollo futuro de las armas nucleares”.