Cuando Evan Spiegel, luego con Bobby Murphy y Reggie Brown, estudiantes de Stanford, desarrollaron en 2010 una aplicación de mensajería, ni se imaginaban lo que tenían entre manos. La llamaron Picaboo. Fue el germen de Snapchat, cuya lanzamiento acaba de cumplir su quinto aniversario.

Mucho ha llovido en solo un lustro de vida, incluido su salto a Wall Street que ultima, o el cambio de nombre de la compañía -y probablemente de la propia app- confirmado estos días (de Snapchat a Snap Inc.)

Este tiempo ha servido para que se hable y mucho de su seguridad, entre otras cosas, por la desaparición de los mensajes, tanto del smartphone, como de los servidores de la compañía.

“Las empresas van a remolque de los ataques”

“Ninguna aplicación es segura al 100%”. Lo dice Omar Benbouazza, consultor experto en seguridad informática, para quien Snapchat “muestra preocupación por su seguridad” pero “no es menos cierto que las empresas van a remolque de los ataques”.

Recuerda que en 2013 el grupo australiano de ciberseguridad @Gibsonsec “descubrió una grave vulnerabilidad”. Se podía acceder a los servidores para modificar los mensajes que se enviaban y su contenido. Todo ello debido “a una mala implementación de la seguridad”.

Otros incidentes, como el robo de 4,5 millones de datos o la exposición pública de las fotos de cientos de miles de adolescentes, pusieron en entredicho esa seguridad que otorgaba ventaja a Snapchat frente a otras plataformas ¿De verdad vídeos e imágenes no se guardan en sus servidores?

En manos de cualquiera

Para Benbouazza “nada se destruye por completo… Cuando algo se crea y publica en internet, tenemos que dar por hecho que se distribuirá y que puede caer en manos de cualquiera”. En el caso de Snapchat, dicen sus condiciones de uso que quienes “envían Snapchats, y cualquier otro tipo de contenido, siempre puede salvarlo o copiarlo fuera de la aplicación” (Keep in mind that the users you send Snaps, Chats, and any other content to can always save that content or copy it outside the app”).

Pero esto no salvaguarda las identidades. “Con una herramienta forense, podríamos recuperar esos mensajes, vídeos o fotos de cualquier teléfono” a lo que se suma la circunstancia de que “algo tan trivial como un 'pantallazo' del mensaje o foto” lo perpetúa. 

Más rápida y ágil que WhatsApp

Los ataques no frenan a los millenials en su apuesta por una aplicación que, por aquello de buscar negocio -Facebook ofreció por ella 3.000 millones y Google 4.000- también persigue ser una herramienta útil para las empresas.

Sin embargo, Snapchat tiene difícil desprenderse del tópico de ser la plataforma de mensajería de los jóvenes que la consideran más 'rápida' y 'ágil' que WhatsApp. Quizás por ello ha presentado su nuevo gadget, sus gafas Spectacles, con el mismo objetivo que la app.

Todo esto enciende las alarmas de padres, madres y especialistas. A juicio de Omar Benbouazza, ese colectivo “aunque está sobradamente preparado tecnológicamente hablando, no es maduro ni se preocupa por la privacidad y la seguridad como los adultos”.

Objetivo potencial

Por ello, apps como Snapchat son “objetivo potencial” y cada vez se conocen más casos relacionados con “un abuso de su inocencia, sobre todo, en el aspecto sexual, para conseguir fotos o vídeos mediante coacciones”.

También preocupa el riesgo ligado al ánimo de lucro. A él se dedican los llamados hackers de ‘sombrero negro’ o ‘piratas’, que en plataformas de este tipo hallan “un filón” a través de utilidades como las “pasarelas de pago para enviar dinero entre usuarios”.

La suma es sencilla. El atractivo para los ‘cacos online’ es que, con millones de usuarios y las nuevas funcionalidades, “engañando únicamente al 1%, el beneficio es mucho mayor que en otras apps menos exitosas”.

La autoprotección

¿Nos podemos autoproteger? Benbouazza es claro al decir que “siempre es positivo adoptar medidas adicionales a las de las aplicaciones” como algo tan básico como “no enviar contenido a desconocidos”.

Asimismo, “tener el teléfono cifrado, utilizar antivirus, troyanos, etc”, a lo que añade una advertencia sobre una práctica generalizada: “se abusa de las WIFI gratuitas y cualquiera con tiempo puede analizar y almacenar la información que envían los dispositivos conectados”.

Además de la concienciación, el sentido común es el mejor de los aliados. El creer que se sabe de seguridad lleva a muchos usuarios a “piratear” su propio teléfono. La manera habitual es descargarse apps de pago de forma gratuita. A juicio del especialista, “desconocen que la mayoría de apps free están infectadas y permiten, por ejemplo, el acceso y control remoto del smartphone o Tablet”.

En definitiva, el sentido común es el mejor consejo sobre una aplicación en la que nosotros, en ELPLURAL.COM, también disponemos de un canal. Avisados estamos.