¿Era predecible el COVID-19 en la era del big data? Vivimos en un mundo rodeado de tecnología y algoritmos que nos habían hecho pensar que teníamos todo bajo control. La periodista y escritora Marta García Aller acaba de publicar ‘Lo imprevisible’ (Planeta), un libro en el que reflexiona sobre todo lo que la tecnología quiere y no puede controlar.

PREGUNTA.- ¿Cómo has pasado el confinamiento?

RESPUESTA.- Fundamentalmente trabajando. Los que hemos podido teletrabajar, que no olvidemos que somos una minoría económicamente hablando en España, hemos podido continuar con nuestra actividad y en el caso de los periodistas, ha sido con mayor carga de trabajo porque lo que nos estaba pasando había que contarlo. Han sido unos meses tremendamente intensos, tanto laboral como emocionalmente, y en mi caso fundamentalmente no he tenido que lamentar ninguna desgracia familiar. 

Lo he pasado encerrada en casa con mi familia y hemos sido extremadamente estrictos, restringiendo las salidas y tratando de comprar online siempre que fuera posible. 

P.- La tecnología nos ha 'salvado' de alguna manera. No imagino el confinamiento sin internet 

R.- Absolutamente. Como todo el mundo, he empezado a utilizar las videollamadas, que era algo que la tecnología permitía desde hace muchos años, pero se usaba realmente poco. Las videollamadas no han sustituido a las llamadas sino a las ganas de vernos, al no poder hacerlo en persona.

"Hay conexiones que la tecnología no consigue y nos lo da ver la gente en persona"

P.- Paradójicamente en esta pandemia se ha recuperado mucho contacto humano, con personas con las que no hablabas habitualmente...

R.- Ha sido contacto telemático, más que contacto humano. Se ha producido una conexión muy curiosa en los vecindarios. Los que vivimos en grandes ciudades apenas habíamos prestado atención a las personas con las que convivimos y ahora ya ponemos cara a esos vecinos a los que hemos visto salir a aplaudir a las ocho de la tarde todos los días. Esto nos enseña que hay algo que la tecnología no nos da y que todavía es importante ver a los humanos. Saber quiénes son los que están físicamente cerca de ti, en la casa de al lado, ha sido reconfortante y eso nos ha enseñado que hay conexiones que la tecnología no consigue y nos lo da ver la gente en persona.

P.- ¿Has conocido a tus vecinos?

R.- Sí, he conocido a mis vecinos. Son un matrimonio bien mayor, entrados los 80 y una de las cosas que hemos hecho a menudo es preguntarles si necesitaban algo para tratar de reducir lo más posible sus salidas. Pero para ellos salir a comprar el periódico y el pan era una conexión con el mundo exterior que necesitaban por una cuestión más mental que alimenticia. Según se fue recrudeciendo la pandemia y se hizo más evidente que había que tomarlo mucho más en serio, salieron solo a lo imprescindible y a por el periódico de los domingos. 

“La tecnología ha creado el espejismo de controlar lo que nos pasa pero en realidad la vida está llena de situaciones imprevisibles que escapan al control de cualquier algoritmo”

P.- ¿Cómo ha afectado la pandemia a tu libro?

R.- Llevaba más de un año trabajando en 'Lo imprevisible' y lo que sostiene el libro no podía ser más apropiado para el momento tan terrible que estábamos viviendo y, además, con tanta convulsión. Lo que sostiene es que la tecnología ha creado el espejismo de controlar lo que nos pasa pero en realidad la vida está llena de situaciones imprevisibles que escapan al control de cualquier algoritmo, que no se pueden prever. El libro tenía que haberse lanzado a finales de marzo y la pandemia puso patas arriba todo el calendario, como puso patas arriba el mundo entero. Lo que hicimos fue añadir el capítulo contando cómo han sido estas semanas tan intensas en las que la vida nunca ha sido tan imprevisible y no sabíamos cuándo podríamos volver a salir a la calle. Nunca habíamos vivido una sensación de tanta incertidumbre. Pero la incertidumbre no ha llegado con la COVID 19, la incertidumbre respecto al futuro ya estaba aquí.

P.- La tesis de tu libro es que hay una parte de nuestra vida que escapa al control de los algoritmos, afortunadamente le añadiría.

R.- Hay una parte que nos gustaría que la tecnología avanzara lo suficiente para poderla prever y que todavía no puede, por ejemplo, todo lo que respecta a la salud. Nos produciría tranquilidad que se puedan prevenir enfermedades o pandemias como la que estamos viviendo al igual que se puedan predecir grandes catástrofes naturales, como terremotos o erupciones volcánicas. La tecnología ha mejorado su capacidad de preverlas, pero aún no las tiene en absoluto controladas. Sin embargo hay otras cosas, e imagino que son a las que te refieres, que no deberíamos dejar que las controlara la tecnología. Porque en realidad no es la tecnología quien la controla, sino quien está detrás de ella. Los algoritmos que hay dentro no son tan neutros como parecen, como no los son los números ni los rankings.

Las máquinas no saben lo que es lo bueno o malo porque eso son conceptos humanos. Lo mismo pasa con la inteligencia artificial, a la que alguien ha diseñado con un propósito, que no siempre es transparente y ahí está el problema. Por eso, en ‘Lo imprevisible’, reivindico la importancia de conocer cómo funcionan todos estos mecanismos, de todo aquello que la tecnología no puede prever y aquello que tal vez nunca debería hacerlo. Nos preguntamos muchas veces hasta dónde puede llegar la tecnología y tal vez deberíamos preguntarnos más a menudo hasta dónde no debe llegar. Falta esa reflexión como sociedad y para eso hacen falta muchas humanidades en lo tecnológico. Para entender a los humanos hay que entender a las máquinas y para entender a las máquinas hay que entender a los humanos. No pueden ir separados ambos mundos. 

“No hay que tenerle miedo a la tecnología, lo que hay que exigir es transparencia y voluntariedad en su uso”

P.- ¿Te sientes espiada por los algoritmos?

R.- No, espiada no. Porque después de llevar tantos años escribiendo sobre esto no puedo decir que no sé que están ahí. Vigilada sí, claro, todos lo estamos y lo permitimos dándole a aceptar a muchas de las condiciones de uso sin leerlas, dejando que nos geolocalicen algoritmos que saben en todo momento dónde estamos y con quién estamos. Eso a menudo se usa con fines comerciales, haciendo una publicidad a medida o realizando estudios anonimizados sobre el comportamiento de la población y los consumidores. Esa tecnología también nos puede ayudar a prevenir los contagios y prevenir una pandemia como esta y si hay algo para lo que esta tecnología debería utilizarse es para esto. No hay que tenerle miedo a la tecnología, lo que hay que exigir es transparencia y voluntariedad en su uso. Que no se nos imponga, pero que podamos darle un uso más práctico que jugar al Candy Crush.

"Si el producto es gratuito, es que el producto eres tú"

P.- ¿Qué tipo de precauciones tomas en tu día a día para evitar esa vigilancia'

R.- Bueno, hay veces que esa vigilancia es útil y no se evita. Yo tengo altavoces inteligentes en casa que sé que en silencio están tomando nota de cuáles son mis hábitos de música por ejemplo. Si a cambio luego me ofrecen una lista más personalizada sobre mis gustos musicales, consideraré que eso es útil. El problema está es cuando no sabes qué datos tuyos están utilizando y hay material más sensible. Se pueden tomar muchas precauciones y la primera de ella es leer las condiciones de uso de lo que nos descargamos y saber que todas las aplicaciones gratuitas, que son las que yo mayor precaución les pongo, que nunca lo son. Si el producto es gratuito, es que el producto eres tú. Mi mayor precaución al respecto es desconfiar siempre de todas las apps que pretenden ser gratuitas y en realidad lo que quieren es sacar una rentabilidad comercial a tus datos.

P.- ¿Crees que como personas y como sociedad en general vamos a sacar algo positivo de la pandemia?

R.- Vamos a aprender y estamos aprendiendo. Hemos aprendido ya que la subestimamos y espero que eso nos ayude a invertir más en sanidad, en ciencia y en mecanismos de prevención. Sin embargo, la experiencia y la historia nos enseña que todos esos aprendizajes desaparecen a los pocos años. No es la primera vez que la humanidad vive un shock de este tipo y es verdad que la enseñanza perdura unos años, pero el olvido llega enseguida.

"Las noticias falsas no son nada nuevo ni la manipulación informativa, pero sí lo es que los ciudadanos seamos altavoces tan potentes de propagación de bulos"

P.- Las llamadas fake news han jugado un papel relevante, que no es algo nuevo, pero impulsadas por la tecnología cobran una nueva dimensión, ¿eres partidaria de los verificadores? ¿Cómo se debe luchar contra las noticias falsas?

R.- El mejor mecanismo, el más útil contra las noticias falsas es la educación, educar a la población en el pensamiento crítico y desconfiar. La gente ya sabe que si escucha por la radio que hay una invasión de los marcianos, como pasó en la guerra de los mundos, de Wells en los años 30, no es verdad. Per se la colaron a habitantes de Nueva York porque la radio todavía era un medio nuevo. Algo así está pasando con los bulos que circulan por whatsapp y por las redes, que son un medio nuevo y no hemos aprendido a desconfiar lo suficiente de ellos. Todavía estamos pagando la novatada de no conocer bien el medio. Las noticias falsas no son nada nuevo ni la manipulación informativa, pero sí lo es que los ciudadanos seamos altavoces tan potentes de propagación de bulos. Y creo que ahí la educación juega un rol fundamental.

En 'Lo imprevisible' dedico un capítulo entero a la verdad porque es algo fundamental para entender el mundo al que vamos y algo que los algoritmos no lo pueden hacer solos. No se puede pedirle a una máquina que diferencie entre qué es verdad y qué es mentira porque ni siquiera a veces los humanos podemos trazar esa línea.

Sobre las redes sociales: "Es importante entender cómo funcionan sus algoritmos para que no nos manipulen"

Hay que entender cómo funcionan las redes sociales. Si su principal ingreso se produce por tiempo de permanencia en las páginas y perciben que los contenidos extraordinarios, aunque sean falsos, captan más atención, pueden estar promocionando esos contenidos. Es una actividad que genera beneficios a alguien, a nuestra costa, a costa de nuestra inocencia. Por eso es importante entender cómo funcionan sus algoritmos para que no nos manipulen. 

P.- ¿Debería haber más responsabilidad en las grandes redes sociales como Facebook, Instagram, Twitter, incluso Google?

R.- Sí, el gran problema es dónde se traza esa línea con respecto a la libertad de expresión. Es un dilema que todavía no hemos resuelto y va a ser crucial los próximos años. De ello depende en gran medida la seguridad nacional ya que esos algoritmos pueden manipular elecciones.

P.- Ya ha pasado...

R.- Sí, ya lo han hecho. Ahora una de las principales amenazas son los llamados deepfakes, que ya no es que pueda haber noticias falsas por escrito sino vídeos que aparentemente son verdad de políticos diciendo algo que no han dicho. Es una amenaza desconocida para la geopolítica española, pensar que puedes ver al presidente de un país declarar una guerra que pueda tener reacción inmediata y en realidad no lo ha hecho. Es un fake. Pero ahí es cuando la seguridad de todos está en juego y por eso es tan importante esa reflexión y entender cómo funcionan esos mecanismos que diseminan las noticias falsas.

P.- ¿Cuál sería el equilibrio perfecto entre inteligencia humana e inteligencia artificial?

R.- La inteligencia artificial es una herramienta al servicio de la inteligencia humana. Ese debe ser el orden. La inteligencia artificial puede ayudarnos a tener más información disponible para la toma de decisiones, pero para las cuestiones especialmente sensibles, al final somos las personas las que tenemos que tomar la decisión. Las prioridades las marcamos los humanos y la inteligencia artificial, donde es más útil es en todo aquello que sea una rutina. Y ahí es donde nos pueden ayudar, pero no podemos pedirle peras al olmo.

"España está llegando tarde a tener una app que ayude a rastrear los contagios"

P.- Estamos en tiempo de reconstrucción ¿qué puede aportar la tecnología en la necesaria reconstrucción?

R.- La tecnología va a ser fundamental para todo. España está llegando tarde a tener una app que ayude a rastrear los contagios y sobre todo a avisar a aquellas personas que hayan estado con alguien y tengan que ponerse en cuarentena. Hay otros países europeos que han avanzado mucho más que nosotros en esto, con datos anonimizados y el respeto necesario a la privacidad de las leyes europeas. La inteligencia artificial está ayudando ya a la búsqueda de tratamientos y a la búsqueda de la vacuna. Se está haciendo un trabajo simultáneo entre científicos de todo el mundo para avanzar a una velocidad que hasta ahora era desconocida. También está ayudando muchísimo la robotización, en los hospitales y en las labores de desinfección. La tecnología debe ser una ayuda que va a acelerar muchas tendencias que ya estaban, como el teletrabajo. Hay enormes retos como sociedad que no son culpa de las máquinas, como la brecha digital, por ejemplo. Hace falta invertir en educación para que todos los jóvenes y niños accedan a la enseñanza y paso no sólo por el acceso a aparatos sino por falta de conocimiento de cómo utilizarlos. Debería ser una prioridad del sistema educativo, enseñar a alumnos y también a profesores de la manera más efectiva posible.

P.- Quizás sea un momento para replantearnos problemas estructurales y aprovechar esto como una oportunidad para resolverlos

R.- Sí. Hay que intentar ver las oportunidades para que la innovación aporte más valor y éstas son enormes, pero va a ser una crisis muy complicada ya que la mayoría de los indicadores apuntan a que va a ser aguda y prolongada. Falta reinventar muchas cosas para salir de esta lo mejor posible. Hay algunas desgracias que ya no tienen remedio, la pérdida de vidas humanas y muchas familias que salen rotas de esta crisis. Como sociedad hay que preocuparse de que la otra epidemia, la crisis económica, sea lo menos lesiva posible.