Daron Acemoglu es profesor de economía en el famoso MIT, el Massachusetts Institute of Technology, y lleva años investigando el impacto de la tecnología en el desarrollo económico y la desigualdad. La lista de premios y reconocimientos de su curriculum es casi interminable. Entre ellos, el Fronteras del conocimiento de BBVA en 2017. Acaba de publicar un artículo en la revista Finance & Development [Finanzas y desarrollo] del Fondo Monetario Internacional [FMI] en el que asegura que nuestro principal problema es la naturaleza del crecimiento económico.

Este crecimiento no compartido ha provocado la desaparición de buenos trabajos y el descenso en los salarios los trabajadores con menor formación

Desigualdad creciente
“La desigualdad creciente en gran parte del mundo industrializado; la desaparición de buenos trabajos, bien pagados y seguros; y el descenso en los salarios reales de los trabajadores con menor formación […] son todas facetas de este crecimiento no compartido que ha incrementado el descontento y desatado las protestas, tanto de la izquierda como de la derecha desde los años de la Gran recesión”, afirma.

Y la principal culpable es la automatización, junto con factores como la globalización y la pérdida de poder del trabajo frente al capital. Pero la situación se puede agravar: “Con la siguiente fase de la automatización desarrollándose rápidamente, provocada por el machine learning y la inteligencia artificial [IA], las economías del mundo se encuentran en una encrucijada”.

Por un lado, la IA puede “exacerbar la desigualdad”. Por otro, utilizada de forma correcta “y dirigida por políticas gubernamentales, puede contribuir a la reanudación del crecimiento compartido”.

La automatización no es nada nuevo

Sustitución del ser humano
La automatización es la sustitución del ser humano por máquinas y algoritmos para la realización de determinadas tareas. “Y no es nada nuevo”, afirma Acemoglu. La automatización ha servido para impulsar el desarrollo en épocas anteriores. Pero el economista advierte: “En el pasado, formaba parte de un catálogo amplio de tecnologías y sus efectos negativos potenciales sobre el empleo se contrabalanceaban con otras tecnologías que incrementaban la productividad humana y las oportunidades de empleo. Hoy, no”.

En su opinión, la siguiente fase de la automatización será cada vez más disruptiva “especialmente, si no va acompañada de otros tipos de tecnologías más humanas”, explica.

La automatización podría empeorar la pérdida de puestos de trabajo

Dos posibilidades
Si hacemos las cosas de forma correcta, “puede fomentar la productividad humana y guiar nuevas habilidades y competencias en educación, salud, ingeniería, fabricación y en todas partes”.

Pero no es la única posibilidad, también podría “empeorar la pérdida de puestos de trabajo y la disrupción económica” si nos centramos exclusivamente en la automatización.

¿Es realmente excesivo este nivel de automatización? Yo creo que sí

Efecto de la pandemia
La pandemia, según Acemoglu, ha hecho que las empresas encuentren más razones que nunca para “buscar formas de sustituir a los trabajadores por máquinas y las evidencias recientes sugieren que lo están haciendo”.

El experto responde la pregunta fundamental: ¿Es realmente excesivo este nivel de automatización? Yo creo que sí”.

El motivo principal es que las empresas, al plantearse sustituir a una persona por una máquina, “no tienen en cuenta la disrupción social causada por la pérdida de empleos -especialmente los buenos-. Esto crea un sesgo hacia una automatización excesiva”.

La automatización ha destruido empleos, algunos de ellos de forma permanente

No es el único
Acemoglu no está solo en sus planteamientos. La directora de la revista del FMI, Gita Bhatt, afirma que “para millones de personas, la tecnología ha sido una línea de vida que ha cambiado la forma de trabajar, aprender, comprar y entretenerse. En un año como ningún otro, ha espoleado saltos digitales que han cambiado las reglas del juego”.

Bhatt destaca la reacción rápida de los gobiernos, como el caso de Bahamas, que creó su propia moneda digital, “que nos permite entrever el futuro del dinero”.

Pero el lado oscuro de estos cambios es que, “a pesar de la promesa de una transformación digital, también puede generar desigualdades en educación, oportunidades y acceso a la salud y los servicios financieros. La automatización ha destruido empleos, algunos de ellos de forma permanente. El abismo entre quienes están conectados y quienes no -entre países y dentro de ellos, entre zonas rurales y urbanas- ha amplificado las desigualdades económicas y sociales”.

Propuesta
Acemoglu está de acuerdo con el éxito de las empresas y su deseo de hacer realidad su propia visión. “Pero, cuando eso se convierte en el único juego en la ciudad, debemos ponernos en guardia”.

Según sus palabras, en el pasado, los éxitos tecnológicos “con más frecuencia que no, estaban guiados por la diversidad de perspectivas y aproximaciones. Si perdemos esta diversidad, también nos arriesgamos a perder nuestra visión tecnológica”.

La propuesta de Acemoglu es que los gobiernos influyan en la dirección en la que avanza la tecnología. Reconoce que este planteamiento puede provocar miedo a “abrir la puerta a un nuevo tipo de totalitarismo”.

Sin embargo, asegura que los gobiernos lo han estado haciendo desde siempre, a través de las políticas fiscales y el apoyo a la investigación corporativa y universitaria”.

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