Eduardo Jorgensen es médico y casi podríamos decir que estaba predestinado a serlo: hijo de médico y de enfermera. Estudió la carrera -“me flipa la neurocirugía”, afirma rotundo- y todo parecía seguir su camino lógico hasta que un día, en la consulta, una niña con diabetes le dijo que no se iba a pinchar insulina nunca más. “Estaba hasta las narices de que sus amigas se rieran de ella, de tener que pincharse más de mil y pico veces al año y de tener una calidad de vida que no estaba dispuesta a tolerar”, explica.

Reconoce que “fue un shock, porque habiendo estudiado Medicina sabes que la diabetes se controla bien. Es lo que te enseñan, pero no te enseñan la calidad de vida que tiene el paciente”.

Eduardo Jorgensen dejó la Medicina clínica por una paciente

Eduardo Jorgensen quiere evitar 1.300 pinchazos al año a las personas con diabetes

Nos pusimos a idear una solución a esos problemas

Un páncreas artificial

Tras esa conversación, llamó a dos antiguos compañeros de colegio -ingenieros de Telecomunicaciones- y a una de la carrera “y nos pusimos a idear una solución a esos problemas”.

La conclusión a la que llegaron fue la necesidad de crear “un páncreas artificial no invasivo para la diabetes”. Así nació Medicsen Smartpatch, el primer dispositivo del mundo que administra fármacos sin agujas. Ahora, es uno de los finalistas de la cuarta edición de los Premios Fundación MAPFRE a la Innovación Social

Así es el Medicsen Smartpatch

Así es el Medicsen Smartpatch

El software predice los niveles de glucosa que va a tener el usuario hasta dentro de dos horas

Proyecto complejo

El proyecto, sin embargo, resultaba demasiado complejo para una startup, “así que lo que hicimos fue dividirlo en dos partes: una de software y otra de hardware”, explica Jorgensen.

Es decir, la aplicación “va cogiendo información de los sensores que ya tienen los pacientes en su día a día y con esa información es capaz de predecir los niveles de glucosa que va a tener el usuario hasta dentro de dos horas”.

Menos incertidumbre

Además, reduce la incertidumbre porque “da consejos y resuelve dudas como ¿qué pasa si salgo a correr en 30 minutos? o ¿qué ocurre si me tomo un refresco dentro de una hora?” [esta última pregunta seguramente se le ocurre porque es un friki digno del top telescópico: atesora más de 500 latas de Coca-Cola de todo el mundo].

La herramienta de software ya lleva unos años funcionando y, de hecho, ahora mismo está siendo rediseñada y la nueva versión aparecerá en un mes, aproximadamente, aunque ya se puede descargar en su web.

Se trata de un parche que es capaz de administrar fármacos sin agujas, utilizando ultrasonidos

Hardware

La otra mitad del proyecto, el hardware, se trata de “un parche que es capaz de administrar fármacos sin agujas, utilizando ultrasonidos, con la configuración que hemos definido de tiempos, intensidades, etc.”, nos cuenta Jorgensen.

El efecto que se consigue es “aumentar la permeabilidad de la piel y que las grandes moléculas que hoy en día necesitan ayuda para pasarla, puedan hacerlo por sí mismas”.

La insulina exige aplicar una dosis muy personalizada a cada persona y en cada momento

Nada que ver con el parche de nicotina

Ya sabemos lo que estás pensando. Si ya hay parches de nicotina, ¿qué novedad es esta? Jorgensen lo explica: “Hay dos diferencias fundamentales. La primera es que la nicotina no necesita control, la puedes poner sobre la piel a cholón, empieza a entrar toda la que entre y da completamente igual, no se va a morir nadie. Pero la insulina no puede ser así”.

En el caso de la diabetes u otras enfermedades cuyos tratamientos puedan ser apoyados por este parche, es necesario “aplicar una dosis muy personalizada a cada persona y en cada momento”.

La diferencia es pasar de 1.300 pinchazos al año a cero

El tamaño importa

La siguiente gran diferencia es el tamaño. Y, créenos, en este caso el tamaño sí que importa: “La nicotina es una molécula muy pequeña y la insulina muy grande. En comparación de tamaños son como una uva y una sandía”. Eso hace que la primera pueda atravesar la piel ella sola, porque los poros lo permiten. Pero en el caso de la insulina, no es así.

“Lo que se ha hecho tradicionalmente es romper la piel con una aguja. Nosotros lo que hacemos es golpearla como un tambor para que se estire un poquito y las moléculas quepan mejor”, explica para que lo pueda entender hasta un periodista. La diferencia es “pasar de 1.300 pinchazos al año a cero”.

El software podrá controlar las dosis de forma autónoma

Paso a paso

La primera versión del dispositivo, que estará en el mercado en 2023, “tiene que ser controlado por el usuario. Es el paciente quien decide la cantidad de insulina que quiere ponerse y el momento. Es decir, en vez de pincharse el cuerpo, pincha en el dispositivo”.

Pero, lógicamente, la aspiración de Jorgensen y el resto del equipo Medicsen va más allá: “En la segunda generación, que esperamos que esté para 2025, sí integramos el software para poder hacer un control autónomo y que el paciente no tenga que decidir dosis ni momento y se administre sola”.

Cada mañana al levantarte es: ¿cómo consigo más dinero para la empresa?

Camino complicado

Llegar hasta aquí no ha sido fácil, por supuesto. “Navegar el marco regulatorio fragmentado es complejo. Además es cambiante y complejo. Yo creo que es lo que mata más startups de salud”, se lamenta.  

A eso hay que sumar lo que este emprendedor denomina “el círculo vicioso de tener que conseguir fondos para validar y necesito validación para conseguir fondos”.

Jorgensen lleva seis años luchando por su proyecto y asegura que el mayor reto “ha sido conseguir dinero. Cada mañana al levantarte es: ¿cómo consigo más dinero para la empresa?”.