El COVID-19 no afecta por igual a hombres y mujeres, por lo menos, en el plano laboral. Según una investigación llevada a cabo por la consultora McKinsey, por cada pérdida de empleo masculino como consecuencia de la pandemia, se registrarán 1,8 despidos en la población femenina.

Una situación que no es negativa solo para ellas: “Dadas las tendencias que hemos observado en los últimos meses, en un escenario de regresión [hacia la igualdad de género] en el que no se actúe, estimamos que el crecimiento del PIB global podría ser un billón de dólares más bajo en 2030 que si el desempleo femenino simplemente siguiese la misma pauta que el masculino en cada sector”, explican desde McKinsey.

Improvisar en el último momento es jugar para perder: el momento de actuar es ahora

Puede ser peor

El escenario que refleja el modelo del estudio no es el más extremo e incluso podría verse agravado por factores como el incremento de la carga de cuidado infantil, sesgos actitudinales, una recuperación más lenta o reducción del gasto público y privado en servicios como la educación o los ya mencionados cuidados infantiles, que obligarían a las mujeres a abandonar el mercado laboral de forma permanente.

La situación no es nueva: según el informe, el empleo femenino supone el 39 por ciento del total y, sin embargo, un 54 por ciento de los despidos. Y la crisis actual la está agudizando: “Incluso antes del coronavirus, nuestros quince indicadores mostraban que el progreso tangible hacia la paridad de género había sido desigual y que en todo el mundo se mantenían grandes diferencias de género. Ahora, si no intervenimos para abordar el impacto desproporcionado del COVID-19 en las mujeres, existe el riesgo de que el progreso se revierta. Por el contrario, dar pasos para corregir el equilibrio ahora, podría suponer mejoras sociales y económicas para millones de mujeres en todo el mundo y estimular el crecimiento económico”.

Existe el riesgo de que el progreso hacia la igualdad de género se revierta

Buena noticia

La buena noticia es que esta situación es reversible: “Actuar ahora para anticipar la igualdad de genero puede ser valioso e incrementar en trece billones de dólares el PIB mundial en 2030, en comparación con un escenario de regresión [hacia la igualdad de género]. Un camino intermedio -actuar solo una vez que la crisis haya remitido, en lugar de hacerlo ahora- reduciría el potencial de crecimiento en más de cinco billones de dólares. El coste de ese retraso supone tres cuartas partes del total del PIB mundial que podríamos perder por culpa del COVID-19 este año”, explican desde McKinsey.

Por tanto, no hay tiempo que perder. “El mensaje que emerge de nuestra investigación es que cuanto más rápido actúen los legisladores y los líderes empresariales para apoyar una mayor igualdad de género, incluso mientras continúe la crisis del COVID-19, mayores serán los beneficios, no solo para la igualdad de género, sino también para el crecimiento económico”.

Cuanto más rápido actúen los legisladores y los líderes empresariales para apoyar una mayor igualdad de género, mayores serán los beneficios

Más que economía

El riesgo va incluso más allá de los “resultados económicos -y la seguridad económica que eso supone para millones de mujeres-“. El riesgo es también a “perder en términos de paridad […] si no se hace nada y el estancamiento registrado en los últimos cinco años se convierte en la norma”.

A lo que habría que añadir “el golpe de regresión de género que estamos viendo como consecuencia del COVID-19”, explican los autores de la investigación.

El COVID-19 está suponiendo un golpe de regresión de género 

Soluciones

Entre las soluciones propuestas por McKinsey, se encuentra potenciar el equilibrio en el cuidado infantil no retribuido. El valor de esta actividad “realizada por mujeres es de diez billones de dólares, equivalente al 13 por ciento del PIB mundial”. Entre las propuestas para mejorar en este punto, se encuentra la creación de políticas que fomenten el trabajo de ambos progenitores, políticas orientadas a la familia y a la flexibilidad, revisar los procesos de ascensos y evaluación del desempeño, crear una industria de cuidado infantil profesional y, en los países menos desarrollados, crear infraestructuras que reduzcan el tiempo que las mujeres dedican a trabajos no remunerados -como la extracción y acarreo de agua, por ejemplo-.

Para los autores de la investigación, también es clave fomentar la inclusión digital y financiera. “Muchos productos esenciales, como la comida, han migrado a canales digitales, lo que hace difícil gestionar el día a día sin tener acceso a dispositivos digitales”, explican. Y señalan que la explosión de teletrabajo que ha propiciado el COVID-19 puede ser una oportunidad para que las mujeres se beneficien de la flexibilidad que supone. Pero, para que así sea, es necesario que puedan acceder al mundo online.

Cambiar actitudes

Finalmente, es preciso “intervenir para corregir sesgos actitudinales” y cambiar la visión del papel de la mujer en la sociedad. “Este es un reto extremadamente difícil y complejo, que requerirá que todas las partes implicadas jueguen un papel a largo plazo. Gobiernos, empresas y otros grupos de interés pueden promover campañas y fomentar que haya hombres que den ejemplo y lideren la difusión de la idea de que un mayor número de mujeres en el trabajo supone un progreso beneficioso, tanto desde el punto de vista social, como económico”, afirman desde McKinsey.

Y terminan con un mensaje que refleja la urgencia de la situación: “Improvisar en el último momento es jugar para perder. El momento de actuar es ahora”.